Halterofilia

Un entrenador acosador en el Instituto Poblano del Deporte

En mayo de 2020 la halterista Geovanella Fararoni comenzó a sufrir el acoso de su entrenador, el cubano Emiliano Borrell. Y aunque lo encaró y expuso su caso, las autoridades del Instituto Poblano del Deporte no la escucharon; peor aún, en diciembre perdió su beca.
viernes, 17 de septiembre de 2021 · 19:40

En mayo del año pasado la halterista Geovanella Fararoni comenzó a sufrir el acoso de su entrenador, el cubano Emiliano Borrell. Y aunque lo encaró y expuso su caso, ni los metodólogos ni los psicólogos ni las autoridades del Instituto Poblano del Deporte la escucharon; peor aún, en diciembre pasado perdió su beca y tuvo que abandonar las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento, donde entrenaba. Hoy se encuentra bajo tratamiento en la CDMX, dolida física y psicológicamente por la impunidad de que goza su acosador.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La primera vez que la pesista Geovanella Fararoni vio signos de violencia por parte de su entrenador Emiliano Elizardo Borrell Patridge fue una tarde, cuando se animó a decirle que ya no aguantaba el entrenamiento con muchas repeticiones y tanto peso. Le dolía el cuerpo y temía lesionarse. En un instante, Borrell dejó su estado de tranquilidad y, enardecido, le gritó que se callara o le iba “a caer a coñazos” por cuestionar su trabajo.

La deportista huyó corriendo al servicio médico del Centro de Alto Rendimiento (CAR) que administra el Instituto Poblano del Deporte (Inpode). Le informó al doctor Carlos Harris lo ocurrido. El facultativo fue a tranquilizar a Borrell. Fararoni, quien desde los 16 años llegó a esa instalación deportiva con la aspiración de ganar medallas para el estado y convertirse en seleccionada nacional, se retiró del lugar muy estresada.

La primera vez que la deportista fue acosada sexualmente por su entrenador fue una noche de mayo de 2020, en medio de las instrucciones de Borrell sobre la alimentación que debía seguir y las cargas de entrenamiento, en el lobby del CAR. De pronto, el entrenador cambió la conversación para hacer un comentario sobre su pareja:

“A Ained yo la traje a México para apoyarla. Me está pagando mal; me está utilizando. Esa chica sólo me abre las piernas por el dinero. Es una puta, es una idiota, es una analfabeta.”

Fararoni se puso de pie para irse. Borrell, ya sulfurado, la detuvo: “¿Por qué te paras? Tú tampoco me sirves como ser humano, eres como Ained”. Fararoni le rezongó: “¿Entonces me quiere decir que soy idiota, puta y analfabeta?”

“Lo dejé ahí, pero mi compañera Marisol (se omite su apellido para resguardar su identidad), que es más chica que yo, se quedó escuchando. Le hablé a la psicóloga Alejandra Machorro y le conté lo que pasó. Yo estaba muy mal, enojada, llorando y muy frustrada”, relata Fararoni a Proceso.

Así comenzó el calvario de Geovanella Fararoni, quien entonces tenía 24 años. Al día siguiente había un escándalo en el CAR. La deportista también fue con el metodólogo Jethse Castañeda y le contó lo que Borrell les dijo a ella y a Marisol; el entrenador, a su vez, la acusó de ser una indisciplinada y de no acatar al pie de la letra sus instrucciones.

“Se puso violento. Todos los administrativos del CAR, los del servicio médico; todos han sido testigos de que es violento. Yo les avisé a todos lo que pasaba. Los alerté de sus conductas y nadie hizo nada”, refiere la deportista.

El siguiente acto de acoso sexual subió de tono: “La otra vez pude darme cuenta cómo mi mujer disfrutaba del sexo, y lo sentía porque cuando yo metía mi pene sus labios vaginales palpitaban”. Fararoni recuerda con indignación que esos comentarios se los hacía sin que vinieran a cuento; lo mismo si estaban entrenando, en el comedor o en el sillón del lobby del CAR.

“Pasaba de decir: ‘Vas muy bien en el entrenamiento. Vamos a triunfar’. Y luego metía el tema… Se vende como un señor que manda bendiciones y trata muy bien a los demás con su doble cara. Una vez me sentó a su lado en la computadora y me dijo: ‘Mira, Geovanella, te voy a enseñar en mi computadora estas carpetas’. Tenían nombres de mujeres. Las abría y tenía fotos sexuales que le enviaban señoras.

“Mira, con esta tuve sexo; esta me manda fotos desnuda para hacerle una recarga (de teléfono celular) de 50 pesos”. Todo eso lo supo también el jefe de alto rendimiento, Daniel Moncayo.

“En una ocasión organizaron un curso que el entrenador iba a impartir. Yo no quería ir. Moncayo me dijo: ‘Ya te habían advertido que si no te apegas al reglamento, en diciembre van a cortar cabezas’. O sea, si no iba al curso con este viejo cochino me amenazaban con sacarme.”

Un cubano apasionado

En sus sesiones de psicología deportiva, ya sea con Roger Caraballo o con Alejandra Machorro, Fararoni sólo hablaba del acoso sexual por parte de su entrenador. Ambos se cansaron, dice.

Caraballo se rehusó a seguir atendiéndola. Él y Machorro le decían que se quejaba de Borrell por enojo, porque ya no tenía a su entrenador anterior, el búlgaro Kiril Ivanov, quien dejó de trabajar para el Inpode en diciembre de 2019.

“Alejandra igual: ‘Ya deja al profe. Si él es así, ya ni modo. Es que en su país así son; en Cuba son muy sexuales, muy apasionados’. Yo les dije: ‘¿Por qué voy a permitir esto?’. Me decían que no me concentraba en mis metas ni en los entrenamientos.”

En septiembre de 2019 comenzó la administración actual del Inpode que encabeza la exdeportista Yadira Lira Navarro. Con ella llegó un equipo nuevo. Cuando en 2014 Fararoni se cambió del estado de Veracruz para entrenar en Puebla, los búlgaros Kiril Ivanov y Georgi Koev (el exentrenador de Soraya Jiménez) encabezaban un equipo integrado por 11 halteristas, mujeres y hombres adolescentes, que tuvieron excelentes resultados en distintas ediciones de la Olimpiada Nacional (ON).

Durante esos cinco años, Geovanella Fararoni ganó 15 medallas en la ON y cuenta que había mucha armonía y tranquilidad. Por falta de pagos y otras diferencias, los búlgaros se fueron.

En el Inpode les avisaron a las deportistas que no se preocuparan pues la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) mandaría a un excelente entrenador. Así, en febrero de 2020 el equipo de levantamiento de pesas comenzó a trabajar con Emiliano Elizardo Borrell.

Geovanella Fararoni asegura que no sólo ella y su compañera Marisol fueron acosadas por el entrenador. Marisol incluso denunció los hechos ante la Fiscalía General del estado de Puebla, donde se abrió la carpeta de investigación FGEP/CDI/FEIDVGCM/SEXUALES-I/002192/2021.

Sin embargo, Marisol llegó a un acuerdo reparatorio con el entrenador a cambio de mil pesos. Borrell le entregó esa cantidad a la deportista y se comprometió a evitar agresiones físicas o verbales, a respetarla en su integridad sexual y a borrar de sus archivos digitales las fotografías de ella.

“Ellas (Cristina y María Luisa, cuyos apellidos se omiten para resguardar su identidad) no denunciaron para no meterse en problemas. A Malú un día la encerró en una bodega y él le gritaba: ‘Vienes a entrenar y no sabes nada, nunca vas a ser campeona si no haces lo que yo te diga’. Uno de mis compañeros llamó a alguien de administración, bajó el psicólogo y una nutrióloga y ellos tuvieron que abrir la puerta. Estaba llore y llore, tuvo que hacer el cambio de entrenador porque no soportó esto.

“Cristina no vivía en el CAR, sólo iba a entrenar y nunca permitió que le contara un tema sexual. Ella sí tuvo la firmeza de decirle: ‘No me diga eso’. El entrenador decía: ‘Ella tampoco me sirve para nada, sólo viene a perder su tiempo’. Una vez que ella lo confrontó también, le dijo que se callara o le iba a dar de coñazos.”

Los gustos del entrenador

Fararoni recuerda que en varias ocasiones el entrenador le contó un episodio de cómo golpeó sin cesar a una mujer en Cuba durante tres kilómetros. Le dijo que era algo de lo que se arrepentía, pero que no dudaría en hacerlo otra vez.

“Cuando me dice te voy a dar un coñazo si no te callas, pues me estaba diciendo que tenía que guardar mi distancia con él porque era capaz de golpearme. Muchas veces me alzó la voz, y tanto él como Jethse Castañeda me amenazaron con ‘mandarme a vacaciones’, como pasó en diciembre. Cuando regresé ya no tenía beca ni nada.”

Durante ocho meses, Geovanella Fararoni aguantó la violencia y el acoso sexual de su entrenador: “A mí me gusta que entrenes en licras porque te ves, uuum, taaan rica”, le decía con tono lujurioso mientras se lamía los labios.

“A ver, todas, suéltense el cabello. A mí lo que más me gusta de una mujer es la sensualidad que le da su cabello”, añadía. Después hacía que las pesistas posaran para tomarse fotografías mientras las tomaba de la cintura. “Es que estas fotos se las voy a mandar a mis amistades cubanas”, les decía.

“Entre las fotos, el pelo y ‘te ves rica en licras’, ya me tenía harta y me fui a cortar el pelo hasta las orejas. Al otro día me dijo: ‘Ya no me gustas así, chica. Ya perdiste tu sensualidad, ya no me gustas como mujer’. Delante de todos, una vez dijo: ‘Me gusta más Marisol porque está delgadita. A Geovanella, por ser acuerpada, a cualquier hombre le puede gustar. A mí me gusta más ella, flaquita’. Comentarios fuera de lugar. O me decía: ‘Asno, tienes poca inteligencia’.”

La pesista narra que Borell las incitaba a ir a un motel a ella y a Marisol, les prometía comprar unas cervezas y tener sexo muchas veces. “A Marisol le dijo que si ella decidía ir con él sería el día del sexo. Marisol me lo contó, me llamó llorando. Otra de sus pláticas sexuales fue: ‘Miren, una vez una chiquita me escribió un mensaje y me mandó una foto de su vagina. Yo me puse tan caliente que tuve que masturbarme’. Y Marisol y yo oyendo. Yo me paraba y me iba, pero a ella no la dejaba irse a su cuarto. La tenía hasta la una de la mañana en el lobby contándole”.

Geovanella Fararoni y Marisol grabaron a su entrenador sin que él se diera cuenta. Parte de esas grabaciones las exhi­bió Fararoni en su cuenta de Instagram el 25 de agosto último, cuando se animó a contar lo que había pasado y cómo, a pesar de haber levantado la voz (le informó todo por escrito a la directora del Inpode el 2 de febrero de este año), fue ignorada.

En una de esas grabaciones se escucha: “Es increíble eso que tú tienes entre las piernas; no sé, para mí es lo más grande del mundo porque te da placer”. También la conversación que versa sobre ir al motel está grabada.

–¿Marisol por qué aguantaba escuchar esas conversaciones?

–Tenía menos voluntad. Ella sí dejó que le dijera peores cosas. Te vendía el sueño de “te voy a hacer campeona, pero vamos a hacer esto: nos compramos unas cervezas, nos las pasamos bien, bailamos un rato”, y me invitaba a ir a su departamento que renta en la colonia Maravillas. Yo le decía ‘no quiero’. Marisol sí iba. Ella sí presentó su denuncia.

–¿Por qué no denunciaste ante la fiscalía si tienes evidencias?

–Por miedo a que me quitaran mi beca. Estando encerrada ahí no puedes salir, tienes que estar en el mismo ambiente. Tenía miedo de que me quitaran mi lugar que tanto tiempo me costó ganar. Yo no quería hacerlo más grande. Le dirigí el oficio a la directora y no me contestó. Hicieron una junta con Moncayo y Cristina Madrid (titular de la dirección Desarrollo del Deporte) y un secretario de la directora. Me llamaron y me dijeron: “Estás segura de lo que estás haciendo? Esto es un tema muy delicado”. ¡Cómo no voy a estar segura si además no era la única!

“Me dijeron: ‘Le vamos a dar seguimiento’; y no le dieron. Dijeron que lo iban a acusar (a Borrell) ante la Conade (esta dependencia le paga al entrenador mediante un convenio México-Cuba). Yo denuncié ante el Inpode porque ellos son la autoridad deportiva y tenían que hacer algo.

La intimidación y sus secuelas

En agosto del año pasado, durante un control técnico que tuvo lugar en el Inpode para medir el rendimiento deportivo de los pesistas, Fararoni tuvo el peor resultado de su carrera de nueve años ininterrumpidos entrenando halterofilia. Entre la mala alimentación que recibía (a veces le daban frijoles agrios con pan), el estrés que vivía por el acoso y la violencia del entrenador y los padecimientos gástricos que ya acusaba, no pudo levantar los pesos que necesitaba para justificar su beca y el apoyo que como institución deportiva otorga el Inpode. Sabía que estaba sentenciada a salir de la instalación.

“Jethse me dijo: ‘Te dimos todo y no lo aprovechaste’, pero, ¿qué me dieron? Un entrenador acosador, abusador, porque no nada más fue el tema sexual. Todos los días en el entrenamiento sentaba a Marisol y delante de mí le decía: ‘Mira a Geovanella. Tú eres más lista que ella, ella es una analfabeta’. Ese tipo decía que era un entrenamiento psicológico. Lo acusé con la psicóloga. Mentalmente estaba mal. Y su respuesta: ‘Pierdes el tiempo en otra cosa que no es entrenar’”.

Geovanella Fararoni señala que tiene afectaciones físicas y mentales muy severas. Un médico que consultó le dio tratamiento para controlar las dolencias gástricas que padece y le anunció que en breve le hará unos estudios para descartar que tenga várices esofágicas.

Mientras estuvo en el Inpode se puso tan mal que pidió que la llevaran a un hospital. Le dijeron que no, por la pandemia del covid-19. A cambio, el doctor Carlos Harris la trataba con Ranitinida ya caducada. No tenía más remedio que tomársela.

Una vez su puso tan mal, cuenta, que Harris le dijo que tenía los intestinos paralizados y el hígado estrangulado. Le inyectó algo, que no supo qué era, para que mejorara.

Por ahora Goevanella está alojada con su hermana mayor en el oriente de la Ciudad de México. Ahí está tratando de curarse el cuerpo y el alma para seguir entrenando y cumplir su objetivo de ser seleccionada nacional, pues sus marcas como juvenil y las que tuvo en un Campeonato Nacional de Primera Fuerza (que después le invalidaron por ser año de pandemia) le indican que puede destacar.

“Voy a empezar (con tratamiento psicológico) porque no puedo dormir. Voy a un gimnasio normal a entrenar y a veces no puedo entrenar porque me da como depresión. Me siento muy frustrada y triste porque me quedé sin nada. No me importa que me hayan quitado la beca (5 mil pesos mensuales), pero me quitaron el lugar donde entrenar. Yo estaba muy contenta allá obteniendo resultados. Este un deporte de poco a poco, con este ya tengo 10 años entrenando, es apenas la edad óptima para tener los resultados.”

–¿Sientes que te dieron la espalda?

–Cuando llegó Yadira Lira nos emocionamos, dijimos: ‘¡qué padre que sea una mujer y exdeportista!” (practicaba karate) Nos dio esperanzas. Cristina Madrid me dijo muchas veces: ‘Tú no tienes el poder, si lo tuvieras ya hubieses cambiado las cosas’. En el Inpode todos supieron de las insinuaciones del profesor, del acoso sexual y de que es violento. Sólo dijeron que él así es.

“Estuve así ocho meses, todo por mi sueño, porque me dijeron que ya venía lo bueno y yo dije que no iba a detenerme. Todo lo que aguanté: faltas de respeto, acoso sexual, con tal de no perder nueve años de mi vida, porque me niego a perder todo por lo que he trabajo. Me aplastaron, me pusieron la bota encima. Lo sigo arrastrando y me sigue doliendo. Lo soporté hasta donde más pude, pero tengo un daño físico y emocional muy fuerte del que no puedo salir. Ayer no me pude levantar de la cama, me sentía muy mal. Si yo no hubiera permitido esto desde el principio, no hubieran pasado encima de mí. El acoso sexual en México es grave, le echan la culpa a las atletas y no hacen nada. Hago púbico esto para que vean qué tipo de personas son y estén alerta.”

La reportera buscó al entrenador en dos celulares que siempre están apagados, pero dejó mensajes de voz y le envió mensajes SMS. También le escribió en el messenger de su cuenta de Facebook y lo buscó por conducto de uno de sus alumnos más cercanos. Tampoco hubo respuesta.

Reportaje publicado el 12 de septiembre la edición 2341 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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