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Luis De Tavira viaja a los infiernos de Leñero y Dante

Una descomunal pieza escénica jamás montada fue “El infierno”, versión de Vicente Leñero al canto homónimo de La Divina Comedia del poeta florentino Dante Alighieri, cuyo 700 aniversario luctuoso celebró Italia todo el año. Iba a llevarla a cabo Luis de Tavira.
domingo, 2 de enero de 2022 · 13:44

Una descomunal pieza escénica jamás montada fue “El infierno”, versión de Vicente Leñero al canto homónimo de La Divina Comedia del poeta florentino Dante Alighieri, cuyo 700 aniversario luctuoso celebró Italia todo el año. Iba a llevarla a cabo Luis de Tavira, quien señala en entrevista dos aciertos de la adaptación: el guía de Dante no es Virgilio, sino sor Juana, y el infierno es el Mictlán mexica. Cuenta aquí la historia de este proyecto, poseedor de la mayor virtud en el camino del arte: experimentar.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– A 700 años de la muerte del vate florentino Dante Alighieri en su exilio de Rávena, acaecida el 14 de septiembre de 1321, Italia dedicó el 2021 entero para celebrarlo, al punto que se le declaró oficialmente “El año del Dante”.

De seguro, en tierras italianas poco o nada se sabe de la obra teatral El Infierno, escrita a finales de la década de los ochenta en México por el dramaturgo y periodista Vicente Leñero, fundador con Julio Scherer García de este semanario en 1976. Dicha paráfrasis del poemario homónimo que abre la trilogía de la Comedia (denominada Divina tras la muerte de Dante) fue gestada por Leñero para conmemorar los 750 años del nacimiento del “poeta del dolce stil novo”.

Empero, incluso en nuestro país aquella obra ha pasado inadvertida por no haber podido escenificarse, como lo anheló su creador jalisciense y como quisiera montarla su director y amigo Luis de Tavira, o sea, “a lo grande”. Hasta hoy sólo se han hecho lecturas teatralizadas, la más reciente a raíz del fallecimiento del también narrador (3 de diciembre de 2014), como parte del Proyecto Leñero: Lectura a once voces del Infierno de Vicente Leñero, dirigida por el propio De Tavira y con actores de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) del INBA, en el Teatro El Galeón “Xavier Rojas” del Centro Cultural del Bosque, entre junio y julio de 2015.

La dificultad de una puesta en escena de El Infierno de Leñero “con toda la majestuosa espectacularidad que exige esta paráfrasis dramatúrgica y, además, mexicana”, la atribuye De Tavira al carácter propio de las intenciones del autor al escribir “un proyecto absolutamente desmesurado”.

Salvaciones

El Infierno de Leñero es “realizable”, dirá con insistencia De Tavira telefónicamente en larga charla con Proceso. De hecho, posee vigencia por los tiempos pandémicos que corren, amén de poseer dos aciertos, enlista:

“El primero, encontrar al guía que no es Virgilio, el interlocutor del Dante en La Divina Comedia, sino sor Juana. Una mujer y no sólo eso, ¡es La Poeta! –subraya–, la cúspide de nuestra poesía con el Primero Sueño”.

Ella se le revela a “El Poeta” (como se autodenomina el protagonista, el mismo Vicente Leñero, “un hombre de mediana edad” en la pieza), recitándole los versos de ese poema alegórico, hermético, que inicia con bondad:

Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra…

“Este poema enorme también es un viaje. Primero Sueño es una profunda y complejísima metáfora, también numeral y cifrada como la Comedia del Dante; en Leñero es el viaje que va desde el anochecer hasta el nuevo amanecer, un ir del infierno donde no hay esperanza y abandonarlo saliendo a la vida, a la luz, para iluminarnos en nuestra historia nacional.”

El segundo acierto es que “Vicente se remite a la teología prehispánica, mexica, desde la entrada al Mictlán”, el inframundo, equivalente a la imagen medieval del infierno (“para los personajes de la mitología, él le da crédito al Jacques Soustelle de El universo de los aztecas y La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la Conquista, pero es un mérito enorme recuperar toda esa mitología, un infierno mexicano tenía que irse al Mictlán, abrir las piedras escondidas como lo hace de forma genial Leñero con el viejo Tlatelolco, recordando el movimiento del 68 o el temblor del 85 allí”).

La esperanza perdida

Dante comienza su travesía al amanecer, Leñero de noche.

En lugar del Caronte de Dante, el barquero es Camaxtli (doble de Mixcóatl), quien navega el Chiconahuapan, uno de los nueve ríos que bajan al Mictlán. En el capítulo de “No bautizados”, Leñero se compadece al hallar a Nezahualcóyotl y Xicoténcatl. En la parte “Los lujuriosos”, con su guía se presenta ante nuestro señor Mictlantecutli, donde recita sor Juana “Hombres necios…”, y encuentran a la Malinche, más la Valentina y la Adelita de los corridos revolucionarios. Entre los varones surgen Vasconcelos “el grande”, Morelos, Iturbide, Pedro Infante “el cantor”, el expresidente Alfonso López Mateos y también (“los de tu tiempo”, le asegura la Décima Musa): Renato Leduc, el periodista asesinado Manuel Buendía y Juan José Arreola.

Sorprende que a los incestuosos Francesca da Rímini y Paolo Malatesta (con sus cuerpos adheridos para la eternidad en el Inferno dantesco del segundo círculo, canto quinto) y cuya historia hace llorar de compasión a Dante cuando la escucha de sus labios inseparables, Leñero los transmuta en simplemente “Paola y Francisco”, pecadores que sucumbieron entrelazados durante el terremoto del 19 de septiembre de 1985, en algún departamento de la Unidad Habitacional Tlatelolco.

Fiel a su modelo, el protagonista se encuentra perdido en una selva oscura “hacia la mitad del camino de nuestra vida”. Como Dante, es acechado por el símbolo de la lujuria: una pantera (un leopardo, en la obra de Leñero); por la soberbia, encarnada en un león, y por una loba, que representa la avaricia. Alighieri abre su Canto III con la puerta del Inferno rezando:

Per me si va nella città dolente,/ Per me si va nell’eterno dolore…// Lasziate ogni speranza, voi che entrate.

Y Leñero (o mejor dicho, Sor Juana, pues “El Poeta” no alcanza a leer bien y le pide que ella descifre lo grabado sobre el dintel del portón) pone en “Los indolentes”:

Aquí se entra en la ciudad del llanto:/ recinto del dolor y del castigo...// quien entre aquí, renuncie para siempre a la esperanza.

“Si nosotros vemos lo que hoy está pasando en el mundo –reflexiona De Tavira–, en el momento en que perdemos la esperanza es cuando ya estamos entrando al infierno. ¿Y qué sería la esperanza, entonces, cuando nos damos cuenta de que no va a haber un cambio? Celebramos los grandes cambios, que ya triunfó el capitalismo y que ya no hay otra alternativa política, esto es: que los que se fregaron van a seguir fregados y los que se enriquecieron van a seguir enriqueciéndose. Y como no va a haber cambio con esta filosofía neoliberal, pues el fin de la historia es el infierno.

“Excelsa metáfora del dramaturgo, quien se apropió de la Divina Comedia para trasladarla a la situación política, económica y social del México de finales del siglo XX.”

Aduladores en Cacahuamilpa

“Vicente le apostó mucho a la escenificación de su Infierno –arranca de nueva cuenta De Tavira, pausado –, que planteaba unas complicaciones para su realización teatral muy difíciles de montar. Aquí lo fundamental es qué posibilidades de realización tenía esta idealidad tan original de Vicente y que pega en una de las claves de su mayor virtud dramatúrgica: el reto de buscar nuevos caminos en el arte: la experimentación.”

En un principio, Leñero sugería la idea de montar El Infierno entre las piedras volcánicas del Espacio Escultórico de la UNAM.

En Vivir del teatro, Leñero hace referencia a una conversación entre él, el escenógrafo Gabriel Pascal y De Tavira, cuando brotó “el estímulo que hizo que se le ocurriera esta obra, pero tanto Gabriel como yo pensábamos que el Espacio Escultórico no era el lugar adecuado”. Leñero insistió, lo propuso a la UNAM, interesó a Bruno Bert, “pero luego ya, como lo cuenta Vicente, no se llevó a cabo”. Entonces apareció una segunda opción en las Grutas de Cacahuamilpa (ver recuadro):

“Hice un viaje especial para ver la posibilidad teatral y me pareció en realidad entusiasmante ese inframundo. Tiene amplitud, un cielo propio, también salones y cámaras que si bien no están en círculos sí son un trayecto, corrientes de agua… La estructura del poema de Dante en la Divina Comedia es un viaje en sí, me parece perfecta esta posibilidad y todo un reto. Es decir, el texto de Vicente, que es muy leal paráfrasis al poema cómico de Dante, implica multitudes, y cómo solucionar todo eso, subyuga”.

–¿Por qué habla de El Infierno como un poema cómico?

–Dante llama a sus 100 versos de la trilogía Comedia, porque no es un poema trágico, como sí lo es la Eneida, de Virgilio. No olvidemos que Dante es medieval, busca su ideal cortés en Beatriz desde los sonetos de Vita nuova, y en la Edad Media la tragedia quedó sacralizada por la liturgia cristiana, siendo la única tragedia representable la de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

“Dante escribe su Comedia en el destierro por razones políticas muy graves tras su enfrentamiento con las autoridades de su patria, que es Florencia, y confrontado con el poder papal. Es un poema cómico donde hay críticas brutales y vituperio, mas no cómico en el sentido de aquello que nos hace reír, no, sino como una peripecia donde se viene de lo peor y se alcanza un prodigioso final feliz… hasta sus grabados de Gustav Doré son de estilo cómic contemporáneo. El principio de la Comedia se cumple, y mientras, en el viaje, Vicente mexicaniza ese dolor infernal y hallamos un vituperio despiadado de la historia nacional. Ora sí que aquí no hay quien se salve.”

Hay de todo: avaros, lapidarios, impíos, sodomitas, usureros, alcahuetes y violadores, simoníacos, adivinos, comerciantes, hipócritas, rateros, malos consejeros, provocadores, un falsificador como Enrico Sampietro… De Tavira ejemplifica que en el foso entre los infiernos “Alto” y “Bajo”, Écatl, “el demonio del viento”, conduce a la pareja poética por la muralla del círculo quinto, pululante de “Iracundos”. Un coro irrumpe a grito pelado para que dé la cara el expresidente Gustavo Díaz Ordaz (Gedeó, en el texto), al que sor Juana literalmente acusa de ser “el criminal de Tlatelolco”:

¡Sal al balcón, hocicón! ¡Díaz Ordaz, güey!

“La saña brutal con que Vicente Leñero trata en la tercera escena del segundo foso, en el octavo círculo, a prostitutas y a los periodistas aduladores es ejemplar. No hay perdón alguno. Ahí acaban periodistas corrompidos, como Carlos Denegri, Regino Hernández Llergo y Francisco Zendejas. La Tigresa va desnuda. Sor Juana denuncia a quienes censuraron su poesía… Entre los tiranos, Huerta, Porfirio Díaz, Su alteza serenísima; los suicidas son árboles parlantes donde oímos lamentos de un Jaime Torres Bodet (Juan Árbol)... ¡Qué complejo montar una obra así de ambiciosísima y desmesurada!.”

Dante era un hombre de fe, un poeta místico, “y la fe cristiana no es necesariamente la fe de la Iglesia, más bien es la fe a pesar de la institución eclesiástica. Vicente asume la postura de la crítica política”, resalta De Tavira.

De todos tan temido

El escritor mexicano se topa en el “Cementerio de los herejes” con Luis Buñuel, Ignacio Ramírez El nigromante, Diego Rivera, “y Plutarco Elías Calles y la Madre Concepción, la Madre Conchita, porque todo lo que sucedió con el movimiento cristero era una de las obsesiones de Vicente” a decir del director.

Como trasunto gnóstico, el infierno es más helénico que bíblico:

“En el Antiguo Testamento –opina De Tavira– hay apenas una o dos menciones al infierno, está consignado como antecedente de las imágenes del Dante en el famoso Apocalipsis de Pedro, que es un apócrifo que quedó fuera del canon. Pero ésta es una idea de los cristianos perseguidos; un grupo de ellos durante el Imperio Romano lo cuestionó: ‘¿Y para qué todo este sufrimiento y toda esta violencia? ¿Acaso va a quedar impune tanto martirio y tantas muertes?’. Encontraron la respuesta perfecta: inventaron el infierno.

“Porque el infierno no tiene que ver con el espíritu del cristianismo, es decir, la principal enseñanza de Jesús es ‘Amen a sus enemigos’. Entonces, el infierno es una imagen anterior, del Hades griego. Y del primer cristianismo romano, que en el fondo lo que está explicando es, pues, un castigo… ¡Pero es absurdo!, ¿no crees? No se sostiene porque, ¿qué va a ganar Dios creando este sistema del castigo eterno? En realidad resulta otra metáfora que equivaldría al juicio de la historia; el infierno no es dogmático ni obedece al espíritu cristiano, lo considero más una profunda metáfora helénico-romana que en la Edad Media inventó cosas muy precisas, reflejadas por Dante Alighieri.”

–Usted hizo la última lectura del Infierno de Leñero con 11 personajes en 2015…

–Sor Juana eran tres actrices, Julieta Egurrola, Angelina Peláez y Rosenda Monteros, si no me equivoco. Estaba Luisa Huertas, y “El Poeta”, el autor, lo hizo el actor michoacano Farnesio de Bernal, un papel maravilloso.

“Luego todo el grupo de actores [Adriana Roel, Juan Carlos Emolina, Érika de la Llave, Patricia Madrid y David Lynn] se dividían a veces entre estos demonios, vestidos de chicas y los personajes de los condenados. En el elenco contamos con Roberto Soto, a veces un diablito o alguno de los condenados. Con Estela Leñero, la hija de Vicente, dramaturga y colaboradora de ustedes en la revista Proceso, hicimos la articulación para crear el Proyecto Leñero, pero ya nunca hubo una secuela. Sólo hicimos tres obras más, Los albañiles, Pueblo rechazado y El juicio a Toral, basadas en los textos. Por supuesto, no se puede hacer justicia a El Infierno con apenas 11 actores.”

Al músico Silvestre Revueltas, Leñero lo ubica en el pozo de “Intemperantes”, en medio de los aullidos de Xólotl, “el perro de los infiernos”, y música de Sensemayá. Al descenso por los círculos terminales van los traidores (tlaxcaltecas incluidos), y por fin chilla el diablo mayor, Lucifer (indistintamente Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Satanás, Belcebú, Diablo, Demonio, Pingo o Luzbel), devorador de Judas “en lo más gélido”. Estallan los juegos pirotécnicos y un juditas de cartón arde. Telón.

El Infierno, suma De Tavira, conmueve como “una paráfrasis cómica muy bien lograda”.

Vicente Leñero culmina Vivir del teatro III “tirándola al cesto de la basura, aunque por algo no lo hizo, porque a la hora de hacer la última edición del FCE de sus obras completas sí incluyó El Infierno”.­

Reportaje publicado el 26 de diciembre en la edición 2356 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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