Colombia

Repunta la economía... gracias al nuevo boom de la cocaína

El principal producto de exportación de Colombia es el petróleo... y el segundo, la cocaína, droga que en los últimos años ha experimentado un nuevo boom en el país sudamericano y que, según un especialista, aportó 2% del PIB local en 2021.
sábado, 29 de enero de 2022 · 23:38

El principal producto de exportación de Colombia es el petróleo... y el segundo, la cocaína, droga que en los últimos años ha experimentado un nuevo boom en el país sudamericano y que, según un especialista, aportó 2% del PIB local en 2021. Ese nuevo auge de la droga obedece a una sustancial mejoría en la productividad de los plantíos de hoja de coca gracias a la intervención, según las autoridades, de agrónomos “de nacionalidad mexicana”.

BOGOTÁ.– Colombia cerró 2021 con un crecimiento económico que figura entre los más altos de América Latina: 9.9%, según el Banco Mundial, y esa alza no sólo se explica por el efecto rebote tras la recesión global de 2020, sino también por el auge que experimenta la producción de cocaína, principal producto de exportación del país después del petróleo.

El economista Santiago Montenegro estima que en 2021 la cocaína aportó 2.0% del PIB de Colombia, un porcentaje que se ha triplicado en los últimos siete años y que evidencia la creciente importancia que tiene esa droga en la economía nacional. 

Según estos cálculos, el alcaloide aportó la quinta parte del crecimiento del PIB colombiano el año pasado y en 2020 contribuyó a que la caída de la economía por la pandemia del covid-19, que fue de -6.8%, no fuera mayor.

De acuerdo con Montenegro, doctor en economía por la Universidad de Oxford, esto se debe a que la producción de cocaína ha cobrado “un nuevo auge, un nuevo boom” en Colombia en los últimos siete años y su producción llegó a niveles récord, por el fuerte aumento de los cultivos de hoja de coca y el mayor rendimiento de las áreas sembradas con esa planta.

En entrevista con Proceso, Montenegro dice que esta situación “es muy preocupante” por los riesgos de seguridad interna que esa actividad entraña. Y por eso, explica, creyó necesario realizar una estimación sobre el tamaño de esa economía ilegal y valorar el impacto que ha tenido en las cuentas agregadas macroeconómicas. 

“Yo me siento en la época de Pablo Escobar otra vez, como si 30 años hubieran pasado en vano”, asegura.

Los estudios del exdecano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y presidente de la Asociación Colombiana de Administradoras de Fondos de Pensiones y Cesantías indican que la economía de la cocaína como porcentaje del PIB se triplicó en Colombia en los últimos años, al pasar de 0.6% en el periodo 2011-2014 a 2.0% en 2021.

Montenegro, quien ha investigado junto con los economistas Diana Ibáñez y Jorge Llano el peso que ha tenido la cocaína en el PIB de Colombia desde 2005, señala que el dinero que produce esta droga ha crecido “sustancialmente” por el aumento exponencial de los cultivos de hoja de coca.

Sólo entre 2013 y 2014 las áreas cultivadas con hoja de coca crecieron en 43.5% al pasar de 48 mil a 69 mil hectáreas en ese lapso.

Y en 2017 los sembradíos de hoja de coca llegaron a 171 mil hectáreas, lo que implicó un crecimiento de 255.8% en relación con la cifra de 2013, según las mediciones anuales que hace en Colombia la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y en las cuales basa Montenegro parte de sus investigaciones.

Aunque para 2020 los cultivos de hoja de coca bajaron en Colombia a 143 mil hectáreas, la producción potencial de clorhidrato de cocaína pura –nombre del alcaloide en su modalidad de polvo blanco para exportación– subió, porque los campesinos aumentaron el rendimiento por hectárea con asesoría técnica de las bandas criminales involucradas en ese negocio.

En 2008 el rendimiento de la hoja de coca era de 4.3 toneladas por hectárea, cifra que saltó a 5.6 toneladas por hectárea en 2017 y a 6.4 toneladas en 2020. Además, la tecnificación ha hecho que los narcotraficantes requieran cada vez menos pasta de coca para producir cocaína. 

Aunque la UNODC revelará su medición de 2021 a mediados de 2022, académicos expertos en cultivos cocaleros esperan que la productividad de los cultivos siga subiendo.

En 2018, el entonces fiscal general colombiano, Néstor Humberto Martínez, afirmó que ingenieros agrónomos estaban mejorando la productividad de los plantíos de hoja de coca y que algunos de ellos eran “de nacionalidad mexicana”.

Los expertos en política de drogas atribuyen el aumento de los cultivos cocaleros a que miles de familias campesinas pobres vieron un incentivo para sembrar en el programa de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos que negociaron la década pasada las FARC y el gobierno como parte del acuerdo de paz, pues éste contemplaba financiación estatal para los productores de hoja de coca que decidieran cambiar sus sembradíos por productos legales.

También influyó el hecho de que, en 2015, el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos suspendió las aspersiones aéreas con glifosato en las plantaciones de coca por el grave impacto ambiental y para la salud humana que causaba ese herbicida, potencialmente cancerígeno.

El hecho es que el auge cocalero ha traído aparejado un aumento de la producción de clorhidrato de cocaína en Colombia. 
Según estimaciones de Montenegro y de la UNODC, en 2014 la producción potencial de cocaína se ubicó en 334 toneladas y en 2020 llegó a mil 228 toneladas. Esto significa que, en un lapso de seis años, las bandas criminales colombianas casi cuadruplicaron su capacidad de producción.

De acuerdo con los estudios de Montenegro, el valor de las exportaciones de cocaína colombiana, estimadas en dólares a precios constantes de 2010, fue de mil 909 millones de dólares en 2013, de 9 mil 533 millones de dólares en 2018 y de 10 mil 732 millones de dólares en 2021.

Esto quiere decir que el año pasado la cocaína fue el principal producto de exportación de Colombia, después del petróleo, y que superó por mucho al producto insignia del país: el café, que aporta 0.8% del PIB.

Cifras desmesuradas

Según los registros de la UNODC y del Departamento de Estado de Estados Unidos, que en ambos casos miden los cultivos de hoja de coca en Colombia desde los noventa, ni siquiera en las épocas de Pablo Escobar, jefe del Cártel de Medellín, Colombia había tenido tantos plantíos ilícitos ni tanta capacidad de producción de clorhidrato de cocaína.

Y es que en aquella época, en la cual Colombia alcanzó niveles de violencia que estaban entre los más altos del mundo (la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes llegó a 84 en 1991, 220% más alta que la actual), Perú y Bolivia eran los principales productores de hoja de coca en el mundo. Colombia los desplazó a finales de los noventa.

Los cálculos de Montenegro, quien tiene una amplia trayectoria académica y como funcionario público y del sector financiero, indican que en 2012 la economía de la cocaína representó 0.55% del PIB de Colombia, mientras que en 2018 subió a 1.88% y el año pasado se ubicó en 2%.

Estas estimaciones se basan en los precios que alcanza el clorhidrato de cocaína en los “puertos de salida” de Colombia, es decir, en los parajes clandestinos en los que los traficantes locales cruzan la frontera nacional para exportar esa droga –vía marítima, aérea y terrestre– a los mercados internacionales.

Hace dos años Montenegro realizó el estudio El PIB de la Cocaína 2005-2018: Una estimación empírica, en coautoría con Diana Ibáñez y Jorge Llano. En ese trabajo los expertos aclaran que los cálculos de la derrama económica de esa droga en Colombia únicamente toman en cuenta los precios de exportación más un excedente residual, y no los precios que alcanza el alcaloide en el mercado internacional, donde su valor se multiplica entre cinco y 15 veces, de acuerdo con su destino final.

Según esta metodología, al precio en los “puertos de salida” en Colombia se le suma 10% del diferencial entre el costo de la cocaína en esos sitios y el valor que alcanza en el mercado mayorista de Estados Unidos. Esto, por los retornos que pueden recibir las bandas locales por la comercialización de la droga en el exterior.

Las estimaciones toman en cuenta la producción potencial de clorhidrato de cocaína, que se deriva de la extensión de los cultivos de hoja de coca y del rendimiento por hectárea; las erradicaciones forzosas de plantíos; los decomisos de la droga –en 2021 fueron incautadas más de 600 toneladas–, y los costos de producción, en los que se incluyen insumos químicos. 

Investigaciones anteriores hechas con distintas metodologías han estimado que el peso de la cocaína en el PIB llegó a 3.5% en 1995 (Roberto Steiner) y a 2.3% en 2008 (Alejandro Gaviria y Daniel Mejía).

Desde luego, los que menos se benefician de esta economía ilegal son los campesinos que siembran la hoja de coca, los cuales reciben unos 100 dólares per cápita cada mes por esa actividad, que equivalen a menos de la mitad del salario mínimo vigente, según estudios de la UNODC.

En cambio, la rentabilidad de los grupos criminales y cárteles que controlan la industrialización de la coca en Colombia, el transporte y la distribución en otros mercados es de otro tenor. 

La economista Diana Ibáñez, que participa en las investigaciones de Montenegro, señala, por ejemplo, que en 2018 un kilo de cocaína en los sitios de producción alcanzaba mil 530 dólares, pero al llegar a los “puertos de salida” valía 3 mil 893 dólares, 154% más.

Ese mismo kilo de la droga, aún en Colombia, alcanzaba un precio de exportación FOB (por Free On Board o libre a bordo) de 6 mil 357 dólares y en el mercado mayorista de Estados Unidos su precio aumentaba 348% y se ubicaba en 28 mil 535 dólares.

De acuerdo con Montenegro, a los campesinos del Putumayo, Cauca, el Catatumbo y Nariño –principales zonas cocaleras en Colombia– les queda una fracción “muy pequeñita” de todo el valor que se agrega a la cadena, porque las mayores ganancias se registran cuando la droga sale de Colombia.

Los estudios del economista sólo se refieren a la economía de la cocaína y no calculan el valor de otras economías ilícitas muy lucrativas, como la minería ilegal, el microtráfico de drogas a nivel nacional y el contrabando.

El desafío criminal

Montenegro recuerda muy bien los años de la guerra narcoterrorista que desató Pablo Escobar contra el Estado en los ochenta y noventa, la cual no sólo dejó miles de muertos sino también la sensación de que las mafias del narcotráfico casi se apoderan de las instituciones públicas.

“Lo que más me preocupa es que estas enormes cantidades de dinero que están entrando a la economía acaben desatando una nueva ola de violencia como la que ya vivimos hace tres décadas con Escobar”, señala.

Dice que la economía de la cocaína está financiando a grupos criminales muy poderosos, como el Clan del Golfo, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las FARC, lo que se está traduciendo en más violencia.

El año pasado, los homicidios en Colombia se ubicaron en 13 mil 709, la cifra más alta de los últimos siete años, y se registraron 96 masacres, la mayoría en municipios apartados con gran actividad cocalera.

“Este país no es viable con estos ejércitos ilegales financiados con la cocaína. Si esto sigue así, de aquí a cinco años Colombia se puede acabar porque vamos a volver a ser un Estado fallido, como en los noventa, cuando lo que había atrás de eso era el narcotráfico”, asegura Montenegro.

El economista dice que hay evidencias de que cada vez se está lavando más dinero de procedencia ilícita en Colombia, a través de contrabando y del sector inmobiliario, entre otras modalidades, “y esa plata también se va a la política, a las campañas electorales, a los funcionarios públicos.

“El narcotráfico es una cosa muy dañina porque tiene muchos recursos para generar violencia y corromper, igual que en México. Tú sabes”, concluye Montenegro. 

Reportaje publicado el 23 de enero en la edición 2360 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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