Guerra en Ucrania
América Latina, sin rumbo en la reconfiguración geopolítica
La invasión rusa a Ucrania exhibió a América Latina como una región "irrelevante" en el escenario internacional, con países "ensimismados en sus agendas internas" y "sin ninguna capacidad" para articular posicionamientos estratégicos frente a la reconfiguración geopolítica que vive el mundo.La crisis mundial generada por la invasión rusa a Ucrania tomó por sorpresa a Latinoamérica, región que, de acuerdo con especialistas, no acierta a ocupar su lugar en un mundo que se reconfigura a partir de nuevas “esferas de influencia” que desafían la hegemonía estadunidense. “Ensimismados en sus agendas internas”, los países latinoamericanos han quedado al margen del proceso de redistribución del poder global que se lleva a cabo con base en criterios económicos, ya no ideológicos.
BOGOTÁ (Proceso).– La invasión rusa a Ucrania exhibió a América Latina como una región “irrelevante” en el escenario internacional, con países “ensimismados en sus agendas internas” y “sin ninguna capacidad” para articular posicionamientos estratégicos frente a la reconfiguración geopolítica que vive el mundo.
Así lo plantean especialistas latinoamericanos en relaciones exteriores consultados por Proceso, quienes señalan que además la región muestra “su extrema debilidad” en momentos en que debería, al menos, comenzar a preguntarse, con una perspectiva de mediano y largo plazos, cómo será su relación con las nuevas esferas de influencia que desafían la hegemonía que mantuvo Estados Unidos tras la caída del Muro de Berlín.
El internacionalista chileno Guillermo Holzmann afirma que, en esta coyuntura, América Latina está en “evidente desventaja”, porque los países de la región tienen “objetivos cortoplacistas, marcados por los intereses de los gobiernos en turno”, lo que los margina del proceso de redistribución de poder que se desarrolla a nivel global.
“La invasión rusa a Ucrania representa un punto de inflexión que tendrá enormes consecuencias para el mundo; los países de la región sólo han tenido una posición reactiva, no propositiva, sin tomar en cuenta que tienen diferentes grados de dependencia de las potencias en disputa (Estados Unidos, China y Rusia)”, señala el maestro en ciencia política por la Universidad de Chile.
Hasta el pasado jueves 10, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), principal foro regional de concertación política, no había emitido ningún pronunciamiento sobre la invasión a Ucrania. Y las posturas de los países frente a ese hecho iban desde el apoyo incondicional de Cuba, Nicaragua y Venezuela al líder ruso, Vladimir Putin, hasta el absoluto alineamiento de Colombia con Washington y la OTAN, organización de la que es aliado externo.
Para Silvina Romano, investigadora de asuntos latinoamericanos en la Universidad de Buenos Aires, la invasión rusa a Ucrania plantea a Latinoamérica la oportunidad de repensar la institucionalidad regional para posicionarse en términos geopolíticos y geoeconómicos, de acuerdo con sus intereses y sus enormes desafíos sociales, como el aumento de la pobreza y la desigualdad.
“No podemos tener organismos regionales atados a los cambios de los gobiernos. Necesitamos foros que trasciendan esas coyunturas y que nos permitan enfrentar juntos las modificaciones tan profundas que se están produciendo en las esferas de influencia globales”, sostiene la posdoctora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la UNAM.
La Unasur, que adquirió protagonismo hace una década, fue desarticulada en 2018 por los gobiernos conservadores que llegaron al poder en Argentina, Colombia, Chile, Brasil, Paraguay y Perú; la Celac, único foro regional de concertación política que hoy existe, está dividida entre las naciones gobernadas por mandatarios de izquierda y derecha, según quedó demostrado en la cumbre celebrada en septiembre pasado en México, la cual culminó sin ningún acuerdo.
Jair Bolsonaro, el ultraderechista presidente de Brasil, quien decidió incluso suspender la participación de su país en la Celac hace dos años, visitó a Putin en Moscú una semana antes de la invasión a Ucrania y ha mantenido una postura confusa frente a esa agresión, ante la cual se declaró “neutral” mientras su cancillería la condena.
México ha condenado también la invasión, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que su país no se sumará al paquete de sanciones económicas que han impuesto Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia. Una postura similar ha mantenido el gobierno del argentino Alberto Fernández, quien es presidente pro tempore de la Celac.
Silvina Romano señala que es necesario que los líderes de la región se reúnan para intercambiar puntos de vista sobre el conflicto en Ucrania y adoptar posturas comunes en los puntos en que haya consenso.
“Por lo menos debe existir un diálogo regional que nos permita enfrentar conflictos generados en otros espacios, como el que vemos ahora en Ucrania, con posiciones concertadas que tengan mayor peso que las posturas individuales”, sostiene la integrante del Consejo Ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica.
Romano considera que, además, a nivel global debe reactivarse el Movimiento de los Países No Alineados, integrado por los países del sur y que funcionó durante la Guerra Fría, pero que ha permanecido inoperante desde la caída del Muro de Berlín, en 1989.
Ausencia de liderazgo
Gilberto Molano, profesor de asuntos internacionales de la Universidad del Rosario, Colombia, señala que hoy la pregunta para América Latina es si en este escenario de recomposición geopolítica la región va a intentar capitalizar la situación para adquirir mayor relevancia o si va a dejar que su importancia sea decidida por el juego entre los grandes actores globales.
Y la respuesta, indica, dependerá del papel que quieran jugar en el nuevo orden internacional países como Brasil, México, Argentina, Chile y Colombia, que en varios casos se debaten entre la búsqueda de un mayor protagonismo externo y el camino de “la introspección nacional”.
Molano, autor del ensayo Un mundo sin polos: hipótesis sobre la seguridad internacional en el siglo XXI, sostiene que estas decisiones son difíciles y tienen como antecedente el hecho de que Latinoamérica, “para bien y para mal”, ha ocupado desde hace varias décadas un lugar relativamente marginal en los grandes asuntos globales.
En un mundo que tenga como polos hegemónicos a Estados Unidos, China y Rusia, las naciones de la región van a tener que elegir necesariamente “con quién se van a alinear y en qué temas lo van a hacer con uno o con otro”, señala el historiador y profesor de la Escuela Superior de Guerra de Colombia.
Aunque Estados Unidos se mantiene como el principal socio comercial de México y Centroamérica, China ocupa ese lugar en Sudamérica y las inversiones de la potencia asiática en la región rebasaron los 80 mil millones de dólares en los últimos cinco años.
La relación económica de la región con Rusia es, en cambio, marginal, aunque Venezuela tiene estrechos vínculos militares y en el sector petrolero con Moscú. Esto, sin embargo, puede variar tras la reunión que tuvo una delegación del gobierno de Estados Unidos con el mandatario Nicolás Maduro el pasado fin de semana en Caracas, con miras a que el país sudamericano reactive su producción de crudo para compensar la salida rusa del mercado internacional de hidrocarburos por las sanciones impuestas por Washington.
Para la internacionalista ecuatoriana Clara Hidalgo es evidente que Estados Unidos carece de una agenda para América Latina y que sus relaciones con la región son determinadas por sus intereses económicos y geopolíticos.
“En cambio, China sí tiene una estrategia para América Latina, que pasa por las inversiones y el comercio y que le ha restado a la influencia de Washington en la región, particularmente en Sudamérica”, asegura.
De acuerdo con la maestra en relaciones internacionales de la Northwestern University, Estados Unidos tiene la oportunidad de reformular sus relaciones con la región en la Conferencia de las Américas que se realizará en junio próximo en Los Ángeles, una cita que estará marcada por los cambios que se registran en el orden geopolítico global.
Mundo multipolar con modelo único
Holzmann, quien forma parte de la Asociación Internacional para Estudios de Seguridad e Inteligencia, señala que a diferencia de la Guerra Fría, en la que había dos polos de influencia con una fuerte carga ideológica –el capitalista Estados Unidos y la comunista Unión Soviética–, el escenario multipolar que se abre paso se sustentará en premisas diferentes.
Esto, agrega, “porque a mi modo de ver, hoy en día tenemos un solo modelo de sociedad que se define desde la globalización, que coloca el acento en el funcionamiento del mercado, aunque con diferentes matices: los socialdemócratas están por un equilibrio entre el Estado y el mercado, y los neoliberales quieren un Estado mínimo”.
Y en medio, asegura, están sociedades muy desencantadas que se movilizan en torno a las emociones que generan políticos populistas, como Vladimir Putin, Donald Trump y Jair Bolsonaro, “a los que no les importa sacrificar libertades y derechos individuales, sin tocar el modelo de mercado. El énfasis está en cómo se gestiona ese modelo, con más o menos libertades, con más o menos justicia social”, señala.
Holzmann plantea que, en ese escenario, América Latina no está frente a una disputa ideológica, sino ante una lucha de la redistribución de poder.
“Todo lo va a determinar el actor que tenga el poder militar, comercial, económico y político para imponer su concepción del modelo, por la fuerza o mediante el convencimiento.”
De acuerdo con el analista, en este proceso lo que cuenta es que Estados Unidos es la principal economía del mundo, pero China está cerca de alcanzarlo y en algunos años lo va a rebasar.
También, que Estados Unidos es la principal potencia militar del mundo pero que China y Rusia juntos superan ese poderío.
“A China –dice Holzmann– lo que le interesa es que el mercado funcione, por decirlo en términos simplistas, pero no le interesan la cultura occidental ni los valores occidentales, igual que a Rusia; pero esto no es una guerra por las sociedades ni por los valores, es una guerra por el poder.”
Para Silvina Romano, América Latina debe estar consciente de que esa guerra tienes varias dimensiones: la militar, que es la que se expresa en Ucrania; la económica, ejemplificada por las sanciones a Rusia, y la mediática.
En ese sentido, agrega, es responsabilidad de los países de la región ver cómo se está moviendo el tablero geopolítico mundial y dejar de reproducir el discurso de la mayor parte de grandes medios occidentales, que demonizan a Putin y promueven una “rusofobia” y una “cinofobia” a partir de la defensa de supuestos valores (los derechos humanos, la democracia liberal y el respeto al derecho internacional) que no se aplicaron cuando, por ejemplo, Estados Unidos invadió Irak.
América Latina, dice la investigadora, debe ir a las causas profundas del conflicto en Ucrania y tomar una posición en la que se defiendan los principios del respeto a la soberanía y a la autodeterminación, pero en la que también se cuestione esa distancia tan grande que existe entre la prédica y la práctica de los valores liberales.
“Nuestro compromiso, como países colonizados, es comprender lo que ocurre en otras regiones que no tienen las mismas ideas y concepciones nuestras”, dice Romano.