CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Después de buscar infructuosamente el libro Bosquejo histórico de Coyoacán del historiador Francisco Sosa por librerías antiguas y la Biblioteca Nacional en San Agustín y la UNAM, finalmente José Luis Aguilar Fernández logró dar con un ejemplar en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología y decidió publicarlo de vuelta en 1984 con una edición facsimilar de 76 páginas.

El escritor campechano Francisco de Paula Sosa Escalante tenía 42 años cuando terminó de redactar esta obra original en noviembre de 1890. En el primer capítulo, “Época antigua”, leemos:

…Coyoacán, en el curso de los siglos que lleva de fundado, es un pueblo que ha resistido los más rudos embates, y cuando todo ha anunciado su ruina y aniquilamiento, ha vuelto a levantarse erguido y fuerte, como si le rejuvenecieran las saludables brisas de la campiña que le sirve de asiento (…)

Sobre el jeroglífico del Códice mendocino cita la Historia antigua y de la Conquista de México, “del sabio Orozco y Berra”:

“Coyo-hua-can-Coyoacan. Expresado por un coyotl, coyote, con pelo erizado y la lengua fuera de la boca, indicando un animal flaco y hambriento.”

Si por el signo formamos la palabra, debemos leer Coyohuac, coyote flaco, tomando el componente de huacqui, “cosa seca, enjuta o enmagrecida”. Por corrupción se formó Coyo-hua-can, que dice “lugar de los dueños de coyotes.”

Los tlatoanes, a juzgar por el silencio de la historia, no dejaron en Coyoacán huella alguna de su paso, y por lo mismo los anales del pueblo no ofrecen interés alguno hasta la llegada de los chichimecas al Anáhuac, allá por el año de 1120…

Sosa cierra el libro así:   

Parece que un soplo de vida ha derramado la animación y el contento en el antiguo señorío fundado por los toltecas en el siglo VII.

Reportaje publicado el 8 de mayo en la edición 2375 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.