Violencia de género

Mexicanas en Europa: El infierno lejos del hogar

Mexicanas migran a Europa con sus esposos y con la idea de formar una familia y ser felices. Pero en muchos casos la realidad es distinta: se convierten en prisioneras de hombres violentos y controladores… asesinos, en casos extremos.
miércoles, 10 de agosto de 2022 · 18:33

Mexicanas migran a Europa con sus esposos y con la idea de formar una familia y ser felices. Pero en muchos casos la realidad es distinta: se convierten en prisioneras de hombres violentos y controladores… asesinos, en casos extremos. Entre 2011 y 2021 la red diplomática y consular del gobierno mexicano en el Viejo Continente ha brindado asistencia y protección a 388 mujeres víctimas de violencia doméstica, pero son pocas las que en realidad piden ayuda a las instancias oficiales. Las redes sociales se han convertido en su mejor apoyo.

Berlín/Bruselas (Proceso).– La mexicana Berenice Osorio de Viana murió la madrugada del 9 de enero de 2018 por la puñalada que le propinó su compañero belga, Tom Pattyn, en la casa que compartían en el poblado de Kasterlee, Bélgica. Las hijas de la pareja, de sólo dos y seis años en ese entonces, dormían en su habitación y no se enteraron de que su madre, de 32 años, agonizó en el jardín de la casa.

Ocho meses después, la noche del 11 de agosto de 2018, otra mexicana, Jéssica Astorga, murió asfixiada por su esposo francés, Pierre-Olivier Labastida Garnier, dentro de su departamento en la ciudad francesa de Lyon. Alterado por el consumo de heroína, el hombre lanzó el cuerpo de la joven de 26 años por la ventana del tercer piso del edificio donde vivían, pretendiendo simular un suicidio. Además de que los estudios forenses no coincidían con su versión, dos días después él mismo se presentó en la comisaría de Valence y confesó haber mentido para maquillar su crimen.

Mientras tanto, en Alemania, Paola Rivas vivió aislada y encerrada en su departamento la semana previa a la Navidad de 2017, cuando “Dirk” –nombre ficticio–, su esposo alemán, tomó a la hija de ambos de un año de edad y se fue a casa de sus padres sin decir cuándo volvería. Al irse la dejó sin un euro en la bolsa, con el crédito de su celular en cero, sin conexión a internet, ni televisión o radio y sin un juego de llaves para, en caso de querer salir, poder entrar de nuevo al departamento en el que vivían en la ciudad alemana de Münster. La mexicana pasaría los siguientes siete días incomunicada hasta que su instinto de supervivencia la ayudó a descubrir en la esquina de una de las habitaciones de su casa una señal gratuita de internet. Fue así que logró pedir ayuda en un grupo en Facebook de mexicanos para que alguien le llevara comida y un poco de dinero.

La conyugal, una de las expresiones más comunes de la violencia de género, no conoce fronteras ni culturas y en Europa migrantes mexicanas la padecen de forma constante.

Llevadas por el amor y la ilusión de formar una familia, mexicanas provenientes de todo tipo de estratos sociales deciden dejar trabajo, familia y país para seguir a sus parejas. En algunos casos –no pocos– se topan con una realidad distinta a la esperada: aislamiento, depresión, maltrato físico, sexual, psicológico y económico e incluso la muerte.

La punta del iceberg

Entre enero de 2011 y diciembre de 2021 la red diplomática y consular del gobierno mexicano ha brindado asistencia y protección a 388 mujeres víctimas de violencia doméstica. Esto significa que, en promedio, cada mes tres mexicanas requieren protección consular por este motivo dentro de los países que integran la Unión Europea además de Reino Unido y Suiza.

De la información oficial –obtenida por los reporteros mediante la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información– se desprende que los países donde mayor número de casos se han registrado son Alemania, con 110; Francia, con 75; España, con 62; Italia, con 45; Reino Unido, con 40, y Bélgica, con 13. Cabe aclarar que tales números corresponden sólo a casos en los que la autoridad consular ha brindado asistencia y protección, pero no significa que constituyan todo el universo.

Para tener una idea más clara de la presencia de mexicanas en Europa hay que mirar los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos: hasta 2020 la migración mexicana en el Viejo Continente era en su mayoría femenina. En los siete países europeos donde se concentran los mexicanos (España, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Suiza y Bélgica), 59.5% son mujeres (casi 73 mil)

Otro dato revelador –obtenido por los reporteros en los organismos estadísticos de cada país– es que, entre 2010 y 2020, 8 mil 616 mexicanas contrajeron matrimonio con ciudadanos de Bélgica, Alemania, España y Francia, emigrando a sus respectivos países.

Más allá de los datos oficiales brindados por el servicio consular mexicano, que además corresponden sólo a los casos en que se brindó asistencia, sin contabilizar el número de llamadas telefónicas ni las consultas por correo electrónico –no cuentan porque no concluyen en un servicio de asistencia consular–, la verdadera dimensión del problema puede encontrarse en las redes sociales.

Desde hace años Facebook y WhatsApp han funcionado como plataformas para que mexicanos residentes en distintas partes del mundo se comuniquen entre sí, intercambien información y formen comunidades. En años recientes han surgido además grupos cerrados exclusivos de mujeres que comparten ahí sus casos de violencia conyugal en busca de apoyo y asesoría, dando lugar a redes en las que mujeres ayudan a otras mujeres ante la falta de un apoyo institucional.

Y es que a pesar de que las embajadas mexicanas cuentan con teléfonos de asistencia y en prácticamente todos sus portales de internet hay enlaces que brindan información a mexicanos que requieran ayuda psicológica o incluso la asistencia por violencia doméstica, lo cierto es que la mayoría de las mujeres no recurre a ellas.

Lo reconoce en entrevista el cónsul en Bruselas, Luis Ferrer: “Tenemos únicamente 12 casos registrados (en cuatro años), lo que me parece bastante bajo. Esto es una confirmación de que el reto de la Sección Consular en Bruselas es llegar a más víctimas de violencia doméstica en Bélgica (…) ya que sabemos que hay muchos más casos; sin embargo, muchas mujeres son renuentes a acercarse a la Sección Consular por miedo a represalias de sus parejas y también porque les da vergüenza reportar los abusos sufridos”.

Por su parte, la embajada mexicana en Alemania –país donde se ha registrado el mayor número de atenciones– comentó al respecto en una comunicación vía correo electrónico: “Más allá de los casos concretos de asistencia y protección, se presume que el número de personas con necesidades de orientación, asesoría y apoyo es mayor, por lo que se brinda información de fácil acceso y cada año se celebran tres jornadas informativas sobre los desafíos a los que pueden enfrentarse las familias binacionales sobre salud mental o sobre inserción laboral. Los tres son aspectos que atañen transversalmente a la violencia doméstica. Este ejercicio preventivo permite a las mujeres que lo requieren contar con medios para enfrentar sus propias situaciones de vulnerabilidad –sin exponerse–, plantear sus preocupaciones ante expertos, hacerse de asesoría concreta e identificar oportunidades para poner fin al flagelo de esta violencia”.

Lo cierto es que las representaciones diplomáticas carecen de atribuciones para brindar defensa legal a las mexicanas que sufren violencia de género. Tampoco cuentan con presupuesto para apoyar económicamente a las víctimas, salvo en casos excepcionales. Escuchar, brindar asesoría y explicar a las connacionales los pasos a seguir para denunciar la violencia es parte de su trabajo. Pero la realidad es que muchas mujeres encuentran el apoyo en otras mujeres como ellas.

Mujeres ayudan mujeres

Fenice Torres, originaria de Jalisco, es administradora del grupo en Facebook de Mexicanas en Alemania and more, que cuenta con 2 mil 800 miembros. En 2020, durante la pandemia, comenzó a realizar lives con la intención de compartir su experiencia de divorcio de su esposo alemán, los altos niveles de estrés que ello le generó y el posterior cáncer de colon que padeció. Apoyada por su abogada, organiza con frecuencia lives para asesorar y responder dudas de miembros del grupo. “Desde que el grupo comenzó a tener el perfil informativo comenzaron a llegar muchos casos con dudas especialmente dirigidas al tema del divorcio y la patria potestad de los hijos”, explica.

“Teresa” –su nombre real se omite para su protección– es mexicana y vive en Hoegaarden, un pequeño pueblo de la provincia flamenca de Brabante, en Bélgica. Fundó junto con otras mujeres, hace 17 años, los mismos que tiene viviendo en aquel país, la asociación Mexicanos en Bélgica. Fue en la cuenta de Facebook del grupo que comenzaron ella y sus socias a percatarse de casos.

“Desde que se abrió el grupo nos dimos cuenta de que por el chat llegaban preguntas (sobre) dónde estaban las casas de protección para mujeres o refugios. O amigos de esas personas venían y (nos decían): ‘Oye, conozco a alguien que está en problemas, ¿qué podemos hacer?’”, explica en entrevista.

La propia Teresa y su familia se vieron directamente involucradas cuando, en octubre de 2020, Minerva, joven mexicana originaria de la Ciudad de México, la contactó por el chat del grupo. Buscaba información sobre cómo huir del pueblo en Flandes donde vivía con su novio. Apenas había llegado a Bélgica con la intención de casarse, pero no había pasado ni un mes y la situación era para ella insostenible: el hombre la tenía encerrada y no la dejaba salir sola de casa. No tenía contacto con nadie y tampoco alguna posibilidad de trabajar, ya que él le decía que no era necesario pues en casa lo tenía todo.

Teresa y su marido no dudaron en ayudarla. Esa misma semana, cuando el novio se encontraba en el trabajo, fueron en su auto por la chica y la condujeron a la estación de trenes; ella tomó uno que la llevó a Alemania, donde vivían conocidos suyos. En diciembre de 2020 logró volver a México y desde entonces se trata de un cáncer en ambos senos.

Greta Guzmán es mexicana y hace más de una década radica en París. Es fundadora de Vert-Violeta, una consultoría que orienta empresas en Francia para combatir la violencia conyugal entre sus empleadas. En 2020 la administradora de un grupo de chat en WhatsApp del que forma parte le pidió su apoyo ante la alta cantidad de casos de mujeres que pedían ayuda y orientación por estar sufriendo violencia conyugal. En poco más de un año ha dado acompañamiento a 10 mujeres residentes en Francia y España.

“La frecuencia con la que llegan es aleatoria. Puede haber olas de tres chicas juntas y luego nada y después otras dos. Esto sucede porque las mujeres tardan tiempo en darse cuenta de lo que está sucediendo y luego en pedir ayuda. Hay que entender que es muy fuerte aceptar y reconocer que se es víctima de violencia”, explica en entrevista.

Carolina H. Ruiz es otra mexicana originaria de Monterrey que vive desde hace 11 años en Madrid. Ella administra los grupos en Facebook de Mexicanas en Madrid y Mexicanas en España, que juntos tienen más de 5 mil seguidoras. Explica que desde el momento en que se decidió que el perfil del grupo sería para hablar sobre violencia de género comenzaron a llegar los casos: “Es como un goteo que siempre está presente. No hay mes en que no conozcamos un caso nuevo. Al principio de la pandemia se triplicaron las llamadas y nuestro trabajo ha sido siempre informarles sobre sus derechos y canalizarlas con especialistas que puedan ayudarlas, porque nosotros no lo somos”, dice.

Doble vulnerabilidad

Quien ha migrado lo sabe: en el camino se pierden el idioma, la familia, la cultura, los amigos, el estatus social y profesional y uno se vuelve especialmente vulnerable. Es lo que se conoce como duelo migratorio. Nadie se libra de ello y menos aquellas mujeres cuya migración no tiene que ver con motivos relativos al estudio o al trabajo, sino con la idea de formar una familia propia.

En la mayoría de los casos que atañen a esta investigación la mujer llega a un país que no conoce, donde se habla un idioma que no entiende, con una cultura diferente a la propia y dependiendo económicamente de su esposo o pareja.

“Se cae en una situación de vulnerabilidad, en un acto de sumisión y dependencia ante cualquier figura de autoridad: desde las personas de la aduana, los suegros, el marido… hay toda una reestructuración de la personalidad que no es fácil”, explica Ana Andón, psicóloga mexicana residente en Francia.

Como colaboradora de diversas asociaciones de mujeres en París y por su trabajo en su consultorio particular, donde trata casos de violencia conyugal, Andón tiene claro cuál es uno de los primeros focos rojos que denotan una relación violenta: que la pareja no se preocupe ni ocupe de ayudar a dar los primeros pasos para la integración total de su pareja en la nueva cultura. Pero también, agrega, es importante que la mujer asuma la responsabilidad que le toca.

Es importante, dice, que a la par del proyecto amoroso, la mujer que decide emigrar para formar una familia también cuente con un proyecto personal, independiente de la pareja. Que se informe, se prepare para su futuro proceso de integración e incluso tenga su propio dinero.

“Hay una romantización de la pareja, se tiene la idea de que ellos te van a solucionar todo y te van a llevar de la mano, pero a veces ni ellos mismos conocen su sistema. (…) Muchas mujeres me dicen: ‘Allá (en México, donde se conocieron) no era así’. Por supuesto que no, porque allá estaba en un medio fuera del suyo. Pero ya dentro de su país tienen que volver a entrar a sus parámetros para ser funcionales. No es que cambie. Él es así”, señala. 

*Este reportaje fue apoyado por el Pulitzer Center

Este texto fue publicado en el número 2388 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 7 de agosto de 2022. 

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