Documental

La pasión del “Break Dance” entre los jóvenes tapatíos

Breaking la vida. Underdogs capta a seis chavales desplegando cada uno sus habilidades físicas y artísticas en el asfalto callejero de Guadalajara, con espectaculares giros del break dance (o breaking),­ gracias a la cámara de Abraham Escobedo-Salas.
domingo, 7 de agosto de 2022 · 13:01

Breaking la vida. Underdogs capta a seis chavales desplegando cada uno sus habilidades físicas y artísticas en el asfalto callejero de Guadalajara, con espectaculares giros del break dance (o breaking),­ gracias a la cámara de Abraham Escobedo-Salas. Este director zacatecano cuenta el arduo proceso que implicó lograr su documental y destaca las virtudes de esta danza-deporte urbana, aceptada ya para las competiciones de la Olimpiada de París 2024.

SAN MIGUEL DE ALLENDE, Gto. (Proceso).–El documental Breaking la vida. Underdogs (México, 2022), dirigido por Abraham Escobedo-Salas, revela la dedicación apasionada de seis jóvenes tapatíos de distintas clases sociales al baile callejero breaking (también conocido como break dance), que forma parte de la cultura hip-hop y surgió en el Bronx neoyorquino de los setenta.

El cineasta, quien dedicó 11 años a este filme de 93 minutos, enfatiza en entrevista cómo los chicos demuestran “su esfuerzo atlético, su estilo de vida, su deseo de crecer y ser mejores en la vida” a través del break dance o danza de los B-boys (en el caso de las mujeres, las B-girls), un espectáculo que será incluido en competencia de los Juegos Olímpicos 2024 en París, Francia.

La sexteta de muchachos en el documental: Miguel Ángel González Gómez (B-boy Migue), Emiliano Moncada Zohn (B-boy Ojitos), Óscar Eduardo Quintero Ramírez (B-boy Chiki), Axayactl Ramos Vázquez (B-boy MaxSteel), Brandon Alejandro y José Antonio Valencia Rubio (B-boy Kastrito y B-boy Kastro).

Breaking la vida. Underdogs se proyectó por primera vez en esta 25 edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, sus siglas en inglés), efectuado en León del 21 al 24 de julio, en San Miguel de Allende del 25 al 28 y en Irapuato del 28 al 31. Escobedo-Salas (Zacatecas, 1988) expresa que filmó a estos profesionales de la cultura del hip-hop en su evolución de la juventud a la edad adulta:

“Me adentro al tema en un principio por la espectacularidad del baile y la energía que transmitían los protagonistas de la película, quienes también son amigos míos, y nuestra amistad se reforzó conforme fue transcurriendo el tiempo de rodaje. Además, no sólo me inicié como director de un largometraje, igual bailaba con ellos, iba y entrenaba con los seis con o sin cámara.”

Acentúa que descubrió un estilo de vida (“el cual tiene que ver mucho con esta visión del hip-hop positivo, la unidad, el respeto, la paz y la diversión, todo combinado en una cultura urbana que finalmente le pertenece a todos”), y emocionado especifica:

“Es una cultura muy abierta y su comunidad sí posee muchas rivalidades, pero también tiene mucha comunión y unión para apoyarse mutuamente, desde el simple factor de transmitirle conocimientos al otro sin importar que ese otro, a nivel del breaking, se vuelva tu competencia. Se trata de que todos en comunidad crezcan y sean mejores y se encuentren a sí mismos.”

De inmediato subraya que “el arte en general es tratar de explorarte y encontrar quién eres a partir de tus raíces, pero también de las influencias que vas tomando conforme transcurre tu vida”.

El también productor se graduó en artes audiovisuales en la Universidad de Guadalajara y cursó el programa de maestría DocNomads en SZFE (Hungría), Lusófona (Portugal) y LUCA (Bélgica). Becario del Fonca y del apoyo Erasmus Mundus promovido por la Unión Europea, fue acreedor del Premio Estudiantil Sophia de la Academia Portuguesa de Cine y estuvo nominado al Ariel.

Recuerda que al mismo tiempo que efectuaba su maestría realizaba la postproducción del documental, y que el corto que hizo con su beca, Los cuernos del diablo, es finalista para el Óscar estudiantil de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas estadunidense. Asimismo, creó Ayotzinapa 26. Segmento 400 noches, película colectiva (México, Argentina, Bélgica, Brasil, 2016).

Breaking la vida (“rompiendo la vida”, por medio del baile) completa el título del documental: Underdogs (que en argot deportivo nomina a competidores con pocas posibilidades de triunfar). Su guion, fotografía y producción estuvieron a cargo también de Escobedo-Salas. El editor fue Abraham Cruz Herrera y Laura Ramírez igual produjo. La música es de Aldo Arechar y el sonido de Amelia Vega.

Inspirar públicos

El realizador, quien por primera vez filma un largometraje, nunca pensó emplear tantos años en él:

“Lo inicié, justo cuando estaba en la Universidad de Guadalajara, para retratar a la juventud a través de un grupo de baile que se llama Holookunza y abordar distintos tópicos con los que me identificaba. En mis 20 años quería explorar el amor romántico, la paternidad desde la juventud, la búsqueda profesional y la independencia. Nunca creí que me fuera a tardar tanto. Fueron ocho de filmación más tres en lo que conseguíamos los apoyos, porque hay muchos costos involucrados para llevar una pieza como ésta a otro nivel y que no se quedara sólo como un documental para las redes sociales”.

Además, en medio de la edición y la postproducción se atravesó la pandemia:

“Fue un proceso muy intenso, muy pesado; entonces también como que me da mucho gusto respirar y decir: ‘¡Ya lo sacamos!, ¡ya está ahí!’. Quizá ya no nos pertenece, tendrá como su propio camino, encontrará a su público; a final de cuentas deseo que llegue a la mayor cantidad de gente posible y que genere un diálogo.”

Su finalidad es inspirar a los espectadores:

“A pesar de las derrotas que pasamos en la vida y en los sueños que uno desea, son parte los descalabros para crecer. Nunca se empieza siendo el número uno, se inicia poco a poco, desde abajo, y aunque te caigas de todos modos existe un crecimiento constante, y eso es algo que también me gustaría transmitir.”

Conoció a estos llamados B-boys –recuerda– en un show en la avenida Chapultepec de la capital tapatía, “en un baile público callejero que ellos hacen generalmente los sábados en esa avenida”, asienta:

“Es como un corredor cultural donde se presentan distintas disciplinas, arte circense, música… y están ellos. Es un espacio de difusión cultural y de convivio social que tristemente en muchas partes de la misma ciudad y resto del país se ha ido perdiendo, por la situación de la violencia que vivimos cada día.”

Que él estuviera detrás de la cámara, le facilitó retratar a los seis bailarines:

“Son mis amigos y eso finalmente ayudaba a intimar de manera más amplia. En realidad no le hablaban a la cámara, sino a mí. Me compartían esos momentos de dolor, dudas y luchas. A final de cuentas se vuelve un trabajo de confianza que sí requiere tener esta relación de amistad, y los protagonistas saben que lo que se graba no será usado en su contra.

“Desde un principio, mi intención personal era demostrar que podía hacer una película con lo que tuviera a la mano, sin recursos, y utilicé una cámara de CR-L con el lente más básico que existe. De hecho la cámara es de las primeras que salieron de Canon.”

Igual deseaba demostrarse a sí mismo que podía narrar, aunque el proyecto se le complicó porque al entrar a cuestiones como la música, la composición, el sonido y demás, necesitó más recursos:

“Entonces todos los creativos se sumaron y por ello estoy muy orgulloso… Es nuestra primera película para casi todos y eso era importante para mí, darles la oportunidad. El proyecto posee un valor trascendente.”

Antorcha benéfica

Escobedo-Salas entra de inmediato al tema del hip-hop:

“Todas estas culturas urbanas son muy beneficiosas para que los jóvenes canalicen sus emociones, rabia y energías. La cultura hip-hop trata de impulsar un crecimiento personal y profesional, y de analizar el autoconocimiento del individuo y el contexto en el que crece. Es algo que se tendría que promover aún con más fuerza.”

–Y a partir de que en 2024 el breaking formará parte de los Juegos Olímpicos, ¿verdad?

–Es un baile-deporte. Combinar ambas ramas en el breaking lo va a llevar también a otro nivel de práctica, y esperemos que haya mucho más apoyo, más difusión y más lugares públicos para practicarlo.

–¿Qué opina de que el breaking sea incluido en las Olimpiadas de París?

–Es positivo. Se podrán ofrecer más oportunidades y herramientas para que más jóvenes puedan ejercerlo como una profesión, porque lo es, y puedan vivir de bailar, y el hecho de que se extienda a esta parte deportiva yo creo que beneficia a todo el mundo, beneficia mucho a la cultura.

En la Olimpiada de la Juventud Buenos Aires 2018, en Argentina, el breaking sumó puntos para que fuera considerado por el Comité Olímpico Internacional. Su presidente, Thomas Bach, anhelaba impulsar el rejuvenecimiento de los juegos con la inclusión de deportes urbanos. Primero eligió a tres que tuvieron su bautismo en Tokio 2020: la escalada deportiva, el surf acuático y el skateboarding (monopatinaje). El cuarto fue el breaking, que en diciembre de 2020 recibió la confirmación oficial y ganó su lugar entre los 32 deportes.

Universalidad “hip-hop”

Breaking la vida. Underdogs muestra la preparación física de los jóvenes:

“Es una disciplina de alto rendimiento que requiere mucha dedicación. Quizás no tienen el apoyo necesario de las instituciones, pero se ayudan mucho entre ellos para seguir adelante. Cuando alguno está atorado en una situación económica, física o emocional, la misma comunidad del breaking lo arropa. A fin de cuentas, eso es la amistad.”

Como la cultura hip-hop es “un asunto de migración”, también llegó a Ciudad de México, León, Monterrey, Tijuana y Guadalajara, señala el cineasta:

“Se ejecutan el breaking, el rap, la onda DJ y el graffiti, este último era como muy castigado, mal visto; pero ahora se le está dando también el valor que merece como arte. Todos son elementos de una cultura hip-hop que es universal, por eso se extiende con facilidad en calles, kioscos y plazas”.

–Los jóvenes del documental son de diferentes clases sociales…

–Eso es importante. En esta cultura cabe todo el mundo, no importa el origen, estatus socioeconómico, educación académica, las habilidades físicas ni el color de piel. En la película se ve al bailarín Metal, a quien le falta una pierna, compitiendo contra Kastrito, a quien no le falta nada. Se podría considerar que el primero posee un impedimento, pero lo ponen a competir con todos. No se le hace otra categoría. Aquí van todos juntos, juntos aprenden y crecen.”

Escobedo-Salas informa que es la primera vez que el filme se proyecta:

“¡Es nuestra première y estoy contento de que por fin vea la luz y en un encuentro de renombre, como es este festival al cual he asistido desde que era estudiante! Acudía con mis amigos de a mochilazo y nos quedábamos en hostales o donde pudiéramos, porque todo lo del GIFF es gratuito, y de verdad podemos entrar a ver todo lo que queramos. Está abierto a todo el público.”

Ahora entusiasta, el zacatecano participa en el festival como cineasta. Su “utopía”, dice, consiste en que la cinta pueda verse luego en una plataforma digital:

“Es muy bonito que esté la película en pantalla grande, pero es una distribución muy limitada, se requiere que vaya a un sinnúmero de ciudades… Esperemos que integren el documental en otros festivales, pero igual hay que tratar de echar un grito y llamar la atención de alguna plataforma para lograr que también se vea en otros países.”  

Reportaje publicado el 31 de julio en la edición 2387 de la revista Proceso, cuya edición digital pueda adquirir en este enlace.

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