Al maestro Luis de Tavira

viernes, 13 de diciembre de 2019 · 11:17
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Luis de Tavira es un hombre fundamental para el teatro mexicano. Ave de tempestades, creador apasionado y espectacular; y sobre todo creador y forjador de instituciones teatrales, piezas clave para el teatro moderno mexicano. Reconocido por unos y criticado por otros, De Tavira ha sobresalido por su incansable labor en nuestro teatro. Por esto y muchos méritos más, el pasado viernes el INBA le entregó la Medalla Bellas Artes 2019. Más de cien obras de teatro como director y más de diez como dramaturgo, han dejado momentos estéticos inspiracionales. Novedad en la patria, La sombra del caudillo, El martirio de Morelos, La séptima morada, Felipe Ángeles, El jardín de los cerezos y El círculo de cal, entre muchas otras, marcaron el imaginario colectivo y la historia del teatro mexicano. Entre obra y obra fue entretejiendo su aportación académica y social, siendo fundador del Centro Universitario de Teatro, del Núcleo de Estudios Teatrales y la Casa del Teatro. Ésta la fundó en 1994 junto con Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón, José Ramón Enríquez y Estela Franco, entre otros, con sede en la Plaza de la Conchita en Coyoacán, donde continúa. De Tavira es maestro de maestros, formador de actores y pensador del teatro que construyó un método de análisis tonal para el lenguaje escénico y plasmó sus ideas en diferentes libros. Su afán de generar grupos de trabajo y desarrollar una estética en común, lo llevaron a levantar elencos estables y a buscar la manera de generar y acrecentar las asignaciones presupuestales del Estado para proyectos escénicos. Desarrolló el Teatro Épico de la UNAM y el Centro de Experimentación Teatral del INBA (1985-1989), en el que se estrenaron obras que recordamos, como Grande y pequeño y De película, dirigidas por él y Julio Castillo, respectivamente. En ese tiempo también dirigió Nadie sabe nada, de Leñero, que censuró el mismo INBA, y que levantó la protesta organizada de la comunidad teatral. Reestructuró y revivió en el 2008 la Compañía Nacional de Teatro del INBA para formar un elenco estable de 52 actrices y actores y un equipo de realizadores, técnicos y administrativos. En ocho años convocó a miles de creativos, para producir más de siete obras al año, 59 en su totalidad, muchas de ellas en repertorio. Sin él y la gente de teatro que lo apoyó, no existiría este significativo espacio creativo y fuente de trabajo para muchos. La comunidad teatral ha abierto la polémica y el replanteamiento de los sistemas de selección, la rotación de beneficiarios y la descentralización de la Compañía, la cual sigue en pie. En los último tiempos encontró en Pátzcuaro, Michoacán, un espacio para esparcir el teatro a los cuatro vientos. Fundó en el 2005, junto con Miguel Ángel Cárdenas, el Centro Dramático de Michoacán (CEDRAM), centro de formación y creación para proyectarse en las comunidades de la zona, impulsando el proyecto El Rocinante, que continúa hasta la actualidad, con camiones trashumantes adaptados para llevar obras a lugares recónditos del estado, donde han dado más de tres mil funciones y en el que participan actores en formación y graduados de la Casa del Teatro, junto con actores y directores invitados. Luis de Tavira se ha abocado a la tarea titánica no solo de llevar al escenario obras de teatro sino a levantar presupuestos para compañías, escuelas y programas sociales e incidir definitivamente en el devenir del teatro mexicano. Como todo grande, Tavira concita opiniones encontradas, calificativos y descalificativos, pero lo que lo avala en el teatro es su entrega y su trabajo en beneficio del arte y de la cultura mexicana. Este texto se publicó el 8 de diciembre de 2019 en la edición 2249 de la revista Proceso

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