Antonieta Rivas Mercado

miércoles, 6 de mayo de 2020 · 18:45
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El 28 de abril se conmemoraron 120 años del nacimiento de Antonieta Rivas Mercado. Mujer recordada por su mecenazgo del Teatro Ulises de 1928 –movimiento renovador del teatro en México– y con una significativa labor como promotora cultural, cronista, productora, escritora, actriz e impulsora del derecho al voto femenino. Antonieta se suicidó en París en el interior de la catedral de Notre Dame con la pistola de José Vasconcelos cuando tenía 31 años, y eso ha sido un detonante para convertirla en personaje trágico. Carlos Saura en 1982 dirigió la cinta Antonieta, duramente criticada por falta de rigor realista, y se han llevado a escena obras de teatro y novelas teniéndola como protagonista. En 1990, por ejemplo, María Muro escribió y condujo Antonieta en la ausencia; en 2015 Gema Aparicio dirigió Cita en Notre Dame, de su autoría, interpretada por Roxana Andrade en colaboración con Vicente Ferrer; y este año Lourdes Salmerón puso en Guadalajara Antonieta, fantasma de Notre-Dame, de Guillermo Shmidhuber. Sus conocimientos, su inteligencia, su entusiasmo y compromiso por querer un México con una elevada actividad cultural, la llevó a dedicar su herencia para promover pintores, escritores y movimientos políticos y culturales. Publicó libros de los poetas Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia, y de Andrés Henestrosa, y fue la gestora del patronato de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Carlos Chávez. Impulsó y patrocinó parte de la campaña presidencial de Vasconcelos, y denunció el fraude electoral a los cuatro vientos. Fue pionera del relato político en Crónica de la campaña política de José Vasconcelos (1928-1929), donde cuenta la experiencia. Su suicidio ocasionó un silencio por parte de su familia católica y sus amigos “artistaspolíticosfuncionarios”, y el gobierno de Calles lo fomentó pues no quería una “mártir vasconcelista” que continuamente lo atacaba. Rivas Mercado fue una pieza fundamental para que el Teatro Ulises llegara a buen puerto. El pintor Manuel Rodríguez Lozano desempeñó un papel como su enlace con Los Contemporáneos –entre los que se encontraban Salvador Novo y el mismo Villaurrutia– e hicieron sinergia para realizar, en los primeros meses de 1928, un programa teatral con conceptos que lo revolucionaron, en contraposición al teatro comercial de herencia española, acartonado y grandilocuente. Sin concha para el apuntador, los actores memorizaban sus textos y el espacio escénico se salía de lo convencional. Rodríguez Lozano, cabeza del equipo de pintores que diseñaban el espacio, y Antonieta como productora, acondicionaron una casa en un vecindario de la Guerrero, y ella coordinó al equipo para las lecturas, donde todos opinaban por igual, para los ensayos, y las funciones en las que sólo cabían 50 espectadores con entrada libre. Ella actuó en la inauguración y tradujo obras del inglés y del francés. La experiencia duró apenas tres meses, pero ella siguió traduciendo y escribiendo. Poco se conocen sus dos obras de teatro, Episodio electoral y Un drama, donde no aborda temas sentimentales, sino políticos; en esta última habla de los tejes y manejes legales y morales antes y durante el juicio a León Toral, el asesino de Obregón, que le tocó vivir. Esta obra está incompleta, al igual que un par de novelas. Hoy, a 120 años de su nacimiento, el nombre de Antonieta Rivas Mercado, gran mujer para la cultura mexicana, lo lleva el teatro de la Biblioteca de México. Y su residencia donde pasó su infancia, Casa Rivas Mercado, es ahora un centro cultural. 

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