Héctor Ortega, hombre comprometido

martes, 16 de junio de 2020 · 16:15
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El humor y el compromiso político fueron su guía en su quehacer teatral y paso por este mundo. Actor, director, dramaturgo y activista político hasta el fin de sus días. Hombre brillante que exploró en el teatro una forma contestataria de expresión, y de izquierda que consideraba al teatro “pacíficamente subversivo”, “el arma menos violenta pero no por ello menos agresiva”. La comicidad fue su arma favorita y la utilizó en diversos guiones argumentales para el Teatro Blanquita, como México canta y aguanta, donde actuaba la India María, y en textos teatrales que en 2006 publicó bajo el título de Revistas políticas, editado por Escenología, y con una caricatura de Magú –compañero de lucha– en la portada. En el libro se incluye su exitosa obra ¡Ay Cuauhtémoc, no te rajes! (1987), que también dirigió y actuó, y que duró varios años en cartelera en el Teatro Wilberto Cantón. En ella hace un recorrido histórico lleno de humor, bailes, gags y escenas que retrataban fársicamente al pueblo y a los héroes mexicanos, donde los pobres eran los explotados pero que con picardía exponían a sus gobernantes. También incluye Hidalgo, el sol y el dedo (2003) y El Huevo de Colón (1992), obra que dirigió y escribió con la colaboración de Rafael Pimentel, Álvaro Carcaño y Ausencio Cruz, en la que hacía el protagónico y que presentaron en el Teatro Jiménez Rueda. Actor de amplios registros, incursionó en el teatro comercial en 1971 cuando dirigió en el Teatro Insurgentes Ensalada de locos, con la participación de El Loco Valdés, Héctor Lechuga, Alejandro Suárez y Chabelo y que provocó muchísimas carcajadas. No tan afortunada resultó la obra que dirigió en ese mismo teatro en 1991, El dedo del Señor, con la escenografía espectacular de Carlos Trejo. Como actor superó las 50 obras escénicas además de ser uno de los fundadores del Sindicato de Actores Independientes (SAI), en protesta contra el fraude electoral y la corrupción al interior de la Anda que dirigía Jaime Fernández. Por una orden presidencial, a los miembros del SAI se les discriminó, se les boicoteó, se les amenazó y muchos perdieron sus fuentes de trabajo (Armando Ponce/Proceso, junio de 2013). A Héctor Ortega lo bloquearon en su carrera durante muchos años. Sus trabajos actorales más sobresalientes tienen una gran coincidencia con su posición política, caracterizada por la crítica a la organización social imperante, a través del humor. Él decía que esos papeles eran como si se los hubieran hecho a la medida. Gustoso cuestionaba el stablishment de su presente a través de ficciones y épocas históricas diversas. Podía ser un loco libertario, como José K., en La muerte accidental de un anarquista de Darío Fo, dirigida por José Luis Cruz en 1985 en el Teatro Santa Catarina, el Teatro Juan Ruiz y el Teatro Reforma –y por el que obtuvo el premio a Mejor Actor de Comedia–; o podía ser Molière en la obra de Sabina Berman dirigida por Antonio Serrano en el Teatro Julio Castillo, en el que, a decir de Enrique Singer, antes de salir a escena realizaba un ritual diciendo “payasitos a mí, payasitos a mí, payasitos a mí”. En la obra 1822, el año que fuimos imperio, de Flavio González Mello, representaba a Fray Servando Teresa de Mier, acérrimo crítico del emperador en México y al cual le imprimía el humor y sarcasmo chispeante que, decían, caracterizaba al cura. Este 3 junio murió un gran hombre que nos iluminó con su sonrisa, su talento crítico y su ambición por un país mejor que desgraciadamente se estrelló una y otra vez contra los intereses creados por el sistema. El teatro fue su mayor arma, porque creía que su función primordial era “abrir las mentes para una más alta concepción del mundo”. https://www.proceso.com.mx/632918/lamentan-el-deceso-del-actor-hector-ortega-fallecido-a-los-84-anos

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