Bañuelos en Poesía en Movimiento"*

sábado, 8 de abril de 2017 · 10:32
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En 1960 apareció un libro, La espiga amotinada, que era la presenta­ción colectiva de cinco jóvenes: Juan Bañuelos, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda y Jaime Labastida. El prólogo lo fir­maba el poeta catalán Agustí Bartra, guía y amigo de estos mucha­chos. El título del libro era romántico y un poco retórico. Los poemas también lo eran. La actitud del grupo pareció exagerada. Paso por alto la retórica y me quedo con el romanticismo y la exageración. A este libro siguió otro: Ocupación de la palabra (1965). Sin someterse a los necios preceptos del “realismo socialista”, los cinco han declarado que para ellos el ejercicio de la poesía es inseparable del cambio de la so­ciedad. Esta pretensión, en la segunda mitad del siglo xx, puede hacer sonreír. Por mi parte creo que, inclusive si se estrellan contra el famo­so muro de la historia, pensar y obrar así es un punto de honra para cualquier poeta y más si es joven. Al proclamar su voluntad de unir el acto y la palabra, el grupo volvió a la actitud de Taller, sólo que con mayor lucidez y osadía poética. Este regreso fue, además y sobre todo, un retorno al verdadero origen del movimiento poético moderno. (…) El juego del “I Ching” El signo que corresponde a Bañuelos es el Trueno, sólo que ahora en relación de antagonismo complementario con el Viento: Oliva. Otra diferencia: aquí el Trueno no nace arriba: brota de la tierra. Es una protesta de abajo. El Viento la recoge y la extiende. La unión de estos dos signos produce el de Aumento. Este último encierra la idea de crecimiento, progenie, propagación (palabra que se codea con propa­ganda). Trueno y Viento: la imagen de la violencia con que irrumpió el grupo y, asimismo, advertencia contra las facilidades del proselitis­mo y la elocuencia. Como la de Montes de Oca, la poesía de Bañuelos es poderosa pero su peligro no es la dispersión sino el ruido: la retóri­ca de la fuerza. La poesía de Oliva me recuerda a veces la de Éluard, no por el erotismo sino por la limpidez: edificios verbales hechos de aire. Si Bañuelos tiende al énfasis, Oliva en ocasiones se evapora. Trueno y Viento se complementan y se oponen: el primero es movi­miento que se difunde; el segundo es movimiento que penetra. Uno es un círculo en expansión; el otro, una flecha que se aguza. El movimiento está representado por Bañuelos y Oli­va; el elemento estático por Zepeda y Labastida. Bañuelos tiende a las formas fijas (extraña nostalgia del ocelote por la jaula); Oliva, el más inventivo y amante de la experimentación entre los cuatro, aún no en­cuentra una forma; la tentación de Zepeda es la fuerza inmóvil, la pesa­dez; Labastida puede secarse. Los cuatro, al lado de muchos gritos y puñetazos, han dado a nuestra poesía joven algo que le faltaba: la rabia. ____________ * Fragmentos del prólogo de Paz en esta antología de poesía mexicana 1915-1966, publicada en ese último año por Siglo XXI Editores. Este texto se publicó, a su vez, en la edición 2109 de la revista Proceso del 2 de abril de 2017

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