Bestiario de política mexicana

domingo, 31 de julio de 2016 · 10:29
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La agonía del presidencialismo en México es sólo una forma de su existencia. Al Señor Presidente, Gran Reformador del Ahora Sí, de los primeros tres años de cada sexe-nio, le siguen los últimos tres en los que puede decidir una matanza –Díaz Ordaz: “Todo tiene un límite”– o pedir perdón –López Portillo: “A los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí perdón y que vengo arrastrando como responsabilidad (inaudible, por el llanto y el puñetazo contra el micrófono)”– o las dos. El actual Presidente llevará las tres insignias, verde, rojo y blanco: unos cambios constitucionales resistidos por los afectados; las masacres en Ayotzinapa y Nochix-tlán; y el perdón por el asunto de la “Casa Blanca”, regalo de uno de los contratistas de su gobierno o parte de un contrato de exclusividad con una televisora o lo que diga la nueva disculpa pública. El Sistema, que no es sólo el Presidente, sino los burócratas que lo encumbran –y dejan caer– dentro de una cultura, una forma de pensar y actuar aventajada por taimada, victoriosa por agazapada y silenciosa, atenta a cada guiño cortesano ante el Señor Presidente en turno, asentada en el barroquismo sin ética ni dignidad de su sucesión: el guiño cortesano ante el Tapado. El verbo que más conjuga la política mexicana es acomodarse. Para el ciudadano, el poder es la certeza de que detrás de sus máscaras no hay nada, de que se trata de una construcción que se hizo porque la Torre de Babel también resultó un negociazo. Desde el sexenio de Miguel Alemán, además de la masacre ejemplar como primera reacción ante la disidencia y el poder corrupto del “no me des, ponme donde hay”, la cultura priista –que ahora abarca a todos los partidos, instituciones privadas, universidades y hasta a algunas familias– mantiene las mismas cartas de la lotería del “es robo cuando lo comete el otro” o, lo que es lo mismo, “¿y a mí qué me va a tocar?”. El Adulador Reembolsable. Ayudante que se ríe de los chistes de su Jefe, enciende puros, y celebra los apodos que se le infligen. Ante una cachetada, una humillación o una referencia sexual hacia sus hijas, siempre contestará: “Ah, que el Licenciado”. Se le retribuye rifándole una Hummer o recomendándolo (ver más abajo). El Mil-al-Mes. Derivado del primero, se asienta en las columnas de “silología” –recibir todo lo “oficial” con un optimista “sí” y su respectiva teoría del “mejoramiento del poco a poco”– que tan buenos títulos nos ha regalado en este sexenio: “Señor Secretario, no olvide que usted no mató a los 43” o “Señor Presidente del PRI, usted ganó hasta en el Brexit”. Los que no opinen igual serán tachados de “periodistas militantes”, “santones” o, más poéticamente, “sembradores del odio”. El Amigo del Alma. ¿En quién va a confiar uno para un puesto público o un contrato del gobierno, si no en sus amigos, parientes, amistades de la primaria? En este sexenio sólo se cambió el término por el más moderno: “amigui del chakra”. El Recomendado. “Te lo encargo” es la imposición de un desconocido que es bien conocido del Jefe. Hay que darle algo, un puesto en una oficina, en la calle, o una flotilla de taxis con su respectiva gasolinera. No se sabe cuál es su relación con el Jefe, pero debe tenerla porque levantó el teléfono y se comunicó contigo por única vez. Amistad que no se refleja en la adjudicación directa es mero espejismo. El Tapado. Tradición de la política sucesoria es, desde tiempos inmemoriales, todo secretario de Estado o Gobernador o incluso rector de una universidad. En su imaginación. Mostrar “mano dura” o “capacidad de diálogo”, son sólo dos formas de aspirar a una candidatura presidencial. Si se anhela ser diputado, senador o magistrado, o delegado, se les denomina “The Covered” y pueden hacer uso de una fotografía photoshopeada con el líder para presumir su cercanía. Amistad que no se refleja en la plurinominal, es mero artificio. La Charola. El poder de una credencial de influyente está en el logo. No vale decir “no sabes con quién te estás metiendo”, si no se tiene un membrete que lo respalde. “Policía Federal” mata “Asesor de Encuentro Social”. El Enemigo Externo. El funcionario debe odiar a alguien que cayó a la Tierra procedente del espacio cósmico: los izquierdistas, los populistas, los narcos, los maestros, los periodistas. No pertenecen al país y, por tanto, son una “ideología ajena” o “dogmáticos”. Se le aplica el término también a quienes no te devolvieron la llamada para tu recomendado. La Civilidad. No es sólo aceptar la “verdad histórica,” sino encontrar argumentos para justificarla mejor. Se llama, también: “No sólo tragar lodo, sino pedir para llevar” o “Conmigo sí se puede llegar a acuerdos”. Las Siemprevivas. Escindidos, expulsados, inhabilitados, acusados, ridiculizados, excarcelados, reaparecen, con disimulo, en otro puesto “donde hay”. El Claroscuro. Se le aplica a quien, en medio de las evidencias de corrupción, ineptitud, e improvisación, sostiene que “hubo avances”. La Antesala. Procesión laica para solicitar un milagro. Es para todos los que no somos ni tenemos ninguno de los anteriores.

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