BUZON DE APOCRIFOS: ¿Imperio del bien?

miércoles, 29 de mayo de 2002 · 01:00
México, D F (apro)- Mi muy estimado Tío Sam: mucho temo que, como otras ocasiones en el pasado, esos de sus sobrinos que hoy tienen el poder de decisión en sus manos, le estén jugando una mala pasada y mostrando el cobre de su presunto Imperio del Bien Recordemos que desde la Colonia a la actualidad, en que se han convertido en la máxima potencia militar, industrial, tecnológica, financiera y diplomática del mundo, sus sobrinos, desde el más humilde del pueblo hasta los de las elites política, industrial, económica, religiosa, científica y artística, siempre han tenido la convicción de la excepcionalidad de su país; siempre han sido fieles a la creencia mesiánica de que el mismo estaba ?y está? destinado por la divinidad para librar al mundo de la tiranía, de la desigualdad, de la intolerancia y de la corrupción, y que ellos, sus sobrinos, por gracia divina, habían sido elegidos, como arcángeles celestiales, para abrir surcos en la Tierra toda y esparcir en ellos las semillas de la libertad Esas convicciones les llevó, como ingenuamente declararon ya en sus escritos Whitman, Emerson y Thoreau, por ejemplo, a creer que eran los únicos en tener una conciencia cósmica o planetaria; a considerarse los únicos en tener una visión de este planeta que ninguna otra nación posee y, a asumir en serio, con decisión y hasta con fanatismo, responsabilidades que atañen a toda la humanidad En fin, todas esas convicciones han servido y siguen sirviendo para estructurar el llamado americanismo, doctrina que ha fomentado y fomenta el que usted, mi estimado Tío Sam, y la generalidad de sus sobrinos, unos más y otros menos, se consideren la sal de la Tierra, la levadura del mundo ¡Qué bien por ustedes! Pero, ¡ay!, qué malo para otros, pues, como le señalaba más arriba, en ese su empeño de ser la sal a la fuerza, están amargando a la Tierra y hasta quemándola literalmente; en ese su empeño de ser la levadura a la fuerza, están haciendo del mundo un pan como unas hostias, ya que no pocos de sus hechos y decisiones están convirtiendo, mostrando y demostrando que sus convicciones de excepcionalidad, de pueblo elegido, cimientos de la doctrina del americanismo, son más bien que otra cosa, convencionalismo, o lo que es lo mismo, un conjunto de opiniones y procedimientos basados en ideas falsas que por comodidad o conveniencia se toman y dan por verdaderas Porque dígame, mi muy estimado Tío Sam, si no es patético que esos sus sobrinos que tienen en sus manos el poder de decisión, estén llevando su americanismo a una visión parcial y exclusivista del mundo por confundir sus muy particulares intereses personales y de grupo con los de la humanidad; si no es patético que con ello sus portavoces sean, más que otra cosa, burócratas sirvientes de utilidades de campanario; políticos provincianos que presumen de hablar y actuar por y para el mundo, cuando en realidad sólo lo hacen en nombre de un rincón del planeta Porque dígame, mi muy estimado Tío Sam, si no es patético también que a la vez que esos sus burócratas sirvientes de intereses de campanario proclaman, recomiendan, exigen y hasta imponen, en bien y progreso del bien y la felicidad universal, el libre comercio y la libre competencia, al mismo tiempo tomen medidas proteccionistas unilaterales, imponiendo aranceles a las importaciones de acero, madera y algunos productos agrícolas, se empecinen en aplicar a rajatabla la ley Helms-Burton, dirigida contra las inversiones en Cuba, o que dediquen 190 mil millones de dólares para subsidiar, para proteger, a sus agricultores, con esos hechos, ¿qué significan y dónde quedan su cacareada libre empresa, su cacareado libre mercado y su cacareada libre competencia? Y eso no es todo, ¿por qué no es también patético que esos sus sobrinos burócratas sirvientes de intereses de campanario, que se consideran y dicen ser encarnación y paladines denodados, todo en una pieza, del bien y felicidad universales, no ratifican el Protocolo de Kyoto sobre reducción de la emisión de gases, amenaza universal para la humanidad, y desalientan y rechazan la creación del Tribunal Penal Internacional? Nada más por lo expuesto, que otros muchos hechos parecidos quedan en el tintero, dígame, mi muy estimado Tío Sam, ¿cómo queda su Imperio del Bien? Y esos sus sobrinos, los que tienen en sus manos el poder de decisión, por lo escrito, ¿tienen que ser vistos como gigantes al servicio de su querido americanismo o bien como enanos mentales y morales que ni saben ni pueden hacerlo? Espero que por su propio bien, que a tantos afecta, comprenda y tome lo aquí escrito como la opinión de no pocos que, al igual que este servidor, son simplemente sujetos que se limitan a decir lo que ven, sienten y comprenden Mi muy estimado Tío Sam, con afecto JUAN TEMACHTIANI

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