Lo que Trump debe saber sobre el TLCAN

viernes, 24 de marzo de 2017 · 11:06
En distintos momentos históricos luego de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sus tres artífices fundacionales –el mexicano Jaime Serra Puche, la estadunidense Carla Hills y el canadiense Michael Wilson– diseccionaron las ventajas del acuerdo para las tres partes. Hoy, con Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, los análisis de esos negociadores sobre el comercio internacional y la integración económica regional se estrellan contra la ignorancia supina del magnate en la materia, cuyo odio por México lo ciega. Serra Puche, Hills y Wilson volverán a reunirse este jueves 23, ahora en Acapulco. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el tema del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la voz de los expertos no deja lugar a dudas: El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien afirma que el acuerdo ha sido ventajoso para México, que le quita empleos a ese país y debilita su entrada de divisas, no entiende un ápice del tema, carece de argumentos racionales y actúa y habla más –y visceralmente– por su animadversión a México. Hablan los arquitectos del TLC o TLCAN (NAFTA, por North American Free Trade Agreement) y artífices del primer acuerdo comercial regional del mundo, que integró economías avanzadas con una en desarrollo: Carla Hills, representante comercial de Estados Unidos en los años de las históricas negociaciones del tratado, de 1991 a 1993: “Por cada dólar de bienes que Canadá y México exportan a los Estados Unidos, hay 25 centavos de dólares de insumos estadunidenses en las mercancías canadienses y 40 centavos de dólar en las mercancías mexicanas. A modo de comparación, hay cuatro centavos de entrada de los Estados Unidos en los productos chinos que van al mercado americano y dos centavos para las mercancías japonesas. “Con 116 millones de consumidores que tienen un poder adquisitivo combinado de más de 1 billón de dólares, México representa una gran oportunidad de mercado para los empresarios estadunidenses grandes y pequeños. “Pero las pequeñas empresas estadunidenses, que carecen del alcance global de las grandes corporaciones, se benefician en particular de la proximidad y apertura de México. Los mexicanos compran cerca de 11% de las exportaciones de pequeñas y medianas empresas estadunidenses, que representan más de la mitad de la creación de empleos en los Estados Unidos. “Incluso las exportaciones mexicanas en todo el mundo benefician a la economía de los Estados Unidos, debido a su alto porcentaje de contenido estadunidense. “Y haciendo que la imagen sea aún más brillante, por cada dólar que México gana por sus exportaciones, gasta 50 centavos en los productos estadunidenses.” Estados Unidos, culpable Michael Wilson, secretario de Comercio de Canadá en esos años: “En 1993, el comercio en América del Norte ascendía a unos 290 mil millones de dólares; en 2012, se había disparado a más de 1.1 billones de dólares –un aumento de casi cuatro veces. Durante el mismo periodo, la inversión estadunidense y mexicana en Canadá se triplicó. Canadá ha creado 4.7 millones de nuevos empleos netos desde 1993 y la economía de América del Norte se ha más que duplicado, con un PIB combinado de 8 billones de dólares en 1993 a 19 billones de dólares en 2012. “Juzgado únicamente en términos de liberalización del comercio, el TLCAN ha tenido éxito. Pero los que defendíamos el TLCAN esperábamos que el acuerdo sería algo más: un medio para profundizar la integración entre las tres economías. Lamentablemente, si se compara con este punto de referencia más ambicioso, el TLCAN ha quedado muy por debajo de las expectativas. “La buena noticia es que no es demasiado tarde para jugar a ponerse al día. Pero para hacerlo, los responsables de la formulación de políticas en Canadá, Estados Unidos y México deben empezar a trabajar juntos ahora para derribar más plenamente las barreras que aún obstaculizan la integración económica completa. “La realidad es que dos décadas después de la entrada en vigor del TLCAN, los esfuerzos por avanzar en la causa de la integración económica de América del Norte se han estancado. Una razón de la falta de progreso radica en el profundo escepticismo sobre el libre comercio que prevalece entre los estadunidenses promedio, que los políticos de los Estados Unidos nunca han podido superar. “Hoy en día, parece haber pocas esperanzas de avanzar en la integración económica de América del Norte a través de la política comercial. Además, los esfuerzos por lograr una mayor integración económica requerirían un cambio en la orientación de la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos. Ya sea que esté rodeada por las realidades de la política estadunidense o simplemente refleje una mentalidad mercantilista, desde hace mucho tiempo esta oficina ha mostrado poco interés en adoptar un enfoque conjunto de la política comercial con Canadá y México. “Por ahora, las perspectivas de cooperación trilateral en el comercio parecen menos esperanzadoras, debido a la reticencia estadunidense.” Jaime Serra Puche, secretario de Comercio y Fomento Industrial y negociador por México: Cuando Estados Unidos, en voz del presidente Trump, “amenaza con salirse del NAFTA, del mercado regional que éste es, y más si no se hacen los ajustes y cambios al tratado que ellos quieren, y sin importar lo que quieren los otros, preferirían salirse del tratado y aplicar la cláusula de salida del TLC, están en todo su derecho, porque esa es la regla que tenemos, pero lo que es cierto es que va en contra de las tendencias internacionales, y en contra de lo que está pasando en el comercio mundial. “Y que eso obviamente le significa, no nada más al mundo, sino particularmente al país que se salga, perder capacidad de competir, y perder capacidad de comerciar con el mundo entero. “Cualquier política de aislacionismo, como las que estamos viendo en los debates actuales en Washington, obviamente le resta competitividad, no solamente a la economía americana, sino a las regiones en su totalidad.” Y algo que no están viendo los políticos y, aun, los estrategas comerciales estadunidenses: “México es la economía al interior de América del Norte –datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC)– que más contribuye a generar valor en estas cadenas globales, particularmente en ciertos sectores de manufactura, específicamente en el automotriz. “México contribuye enormemente a la competitividad de la región. Y cualquier medida que busque protección o aislacionismo de la región atentará, primero, contra su propia competitividad, contra la propia competitividad de la región y, por ende, minimizará el efecto de contribución a las cadenas globales de valor. “Hay que tener claro, independientemente de todos los debates, que estamos en la dirección correcta con el NAFTA, en el sentido de que el comercio se está regionalizado, y nosotros pertenecemos a la segunda región comercial más grande del mundo.” Nuevo encuentro Las palabras de Carla Hills y Michael Wilson recogidas en este texto resultaron premonitorias respecto de la reticencia de Estados Unidos al libre comercio, que hoy se ve con nitidez en el discurso de Donald Trump, pues fueron escritas en enero de 2014 –y publicadas en la revista estadunidense Foreign Affairs– en ocasión del aniversario número 20 del TLCAN, que entró en vigor el 1 de enero de 1994. Las de Jaime Serra fueron pronunciadas apenas el 23 de febrero pasado, en una conferencia magistral organizada por la revista Líderes y la empresa Kupfer, de ingeniería fiscal. Los tres artífices y negociadores del TLC entre México, Canadá y Estados Unidos participarán en un panel este jueves 23, en el marco de la 80 Convención Bancaria, que se celebrará en Acapulco. El moderador del encuentro será Herminio Blanco, quien fue, como subsecretario de Comercio Internacional, en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el hombre punta del equipo negociador mexicano que encabezó Serra Puche; pero luego, ya en el gobierno de Ernesto Zedillo –y de Bill Clinton en Estados Unidos–, fue secretario de Comercio y Fomento Industrial y cabeza del equipo que negoció otros 32 acuerdos comerciales internacionales de México. Los cuatro negociadores están hoy fuera del servicio público, pero no han dejado de estar, dentro del sector privado –con empresas propias, excepto el canadiense Wilson, que es director de la filial canadiense del banco inglés Barclays–, en tareas de comercio internacional. El enemigo es EU, no Canadá Aún estaba lejos Donald Trump del panorama político de los Estados Unidos y del mundo. Sin embargo, lo que decía Carla Hills en 2014 dibuja con nitidez la estrechez de miras de los estadunidenses –políticos y, aun ciudadanos– respecto del TLCAN. Afirmaba entonces la exnegociadora comercial estadunidense que a pesar del “impresionante historial económico del NAFTA” –la integración, el crecimiento exponencial del comercio entre los tres países, el intercambio de talentos, la creación de empleos, entre otros–, el acuerdo tenía sus detractores. “La mayoría de quienes lo atacan por razones económicas se centran en México, no en Canadá, y afirman que la alianza es unilateral: que el TLCAN es la ganancia de México y el dolor de Estados Unidos. “Pero los datos económicos demuestran lo contrario. El año pasado (2013), aproximadamente 14% de las exportaciones estadunidenses fueron a México, que es más de lo que fue a Brasil, Rusia, India y China en conjunto. De hecho, México compra más bienes estadunidenses que el resto de los países de América Latina juntos, y más que Francia, Alemania, los Países Bajos y el Reino Unido en conjunto. “Aunque los economistas todavía discuten si el NAFTA ha causado una ganancia neta o una pérdida neta en empleos en Estados Unidos, están de acuerdo en que las aperturas de mercado que creó han generado más empleos relacionados con la exportación en los Estados Unidos, que pagan un promedio de 15% a 20% más que aquellos trabajos enfocados exclusivamente a la producción nacional. “El Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha hecho mucho económicamente. Al unir las economías de Canadá, México y Estados Unidos, creó lo que hoy es un mercado regional de 19 billones de dólares (19 millones de millones o 19 trillones, en inglés) con unos 470 millones de consumidores. Unos seis millones de empleos en los Estados Unidos dependen del comercio con México y otros ocho millones del comercio con Canadá”, escribió Carla Hills para Foreign Affairs. Habrá que ver lo que dicen esta semana, a poco más de tres años de distancia, sobre todo cuando el gobierno de Donald Trump no sólo agrede y humilla a los trabajadores mexicanos que han dejado años de vida y de sueños en ese país, sino que también lo hace con el gobierno mexicano, al que pone a bailar al son que quiere y en el momento que él decide. Lo anterior es similar al caso, justamente, de la renegociación del TLCAN, en el que ha puesto en ridículo a los secretarios de Economía y de Relaciones Exteriores, Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray, que no aciertan a dar cuenta cabal ni de los términos ni de la posición que México adoptará en esa renegociación, ni mucho menos de la fecha en que dará inicio esa revisión de la relación comercial con los Estados Unidos y Canadá. Apenas en la última semana de febrero pasado, el canciller Videgaray aseguró que dicha negociación iniciaría en junio próximo y, con pretendida autoridad, afirmó que “México no va a negociar el Tratado de Libre Comercio desde el banquillo de los acusados”; que “cualquier negociación del Tratado la vamos a hacer bajo la premisa de que ha sido un tratado que ha generado beneficios importantes para las tres partes involucradas”. También, en un arrebato de autoridad y autosuficiencia, el secretario Guajardo advirtió el 27 de febrero que México romperá las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte si los Estados Unidos propone aranceles a los productos mexicanos de exportación. “En el momento en que digan: ‘Vamos a fijar un arancel de 20% a los autos’, por ejemplo, me levanto de la mesa”, dijo categórico el secretario a la agencia noticiosa Reuters. Pero las ínfulas les duraron poco. Días después, el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Wilbur Ross –amigo de Donald Trump por cerca de 25 años y magnate enlistado en la revista Forbes entre los más ricos del mundo–, desmintió a los funcionarios mexicanos: la renegociación del NAFTA, dijo el miércoles pasado, “podría iniciarse hacia fines de este año”. Y expuso sus razones –cosa que nunca dan los mexicanos–: “el tratado quedó viejo” después de 23 años, por lo que “hay muchas cosas que arreglar”. Además de que algunos detalles del tratado “no estuvieron bien desde el principio” y las cosas que sí estuvieron bien “ahora ya no funcionan”. Por ejemplo, agregó, ahora hay que incluir la economía digital y darle más énfasis a los servicios, que hoy son más importantes. Además, indicó, antes de iniciar las pláticas se debe atender el procedimiento legislativo estadunidense para definir los objetivos de su país en la renegociación del tratado, así como el cronograma temático y la supervisión de lo que se vaya acordando. Por todo eso, puntualizó, las pláticas reales con las contrapartes iniciarán “en la última parte de este año”. Se dijo consciente de que la espera genera incertidumbre, y que entiende también que los mexicanos puedan desesperarse. “Me gustaría ver los resultados mañana, pero no es así como funciona el mundo”, acotó. En respuesta, tibia por demás y sin argumento alguno, el canciller Luis Videgaray, en conferencia de prensa en la embajada de México en los Estados Unidos, insistió el jueves 17 en que las pláticas formales iniciarán “a fines de junio o principios de julio”. “Es lo que nosotros esperamos para poder llevar a que los posibles acuerdos en materia comercial puedan concretarse a finales de año.” El gobierno de Peña Nieto espera, mientras el de Trump decide. Este reportaje se publicó en la edición 2107 de la revista Proceso del 19 de marzo de 2017.

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