Álvaro Matute, la historia en las venas

sábado, 23 de septiembre de 2017 · 09:55
Por influencia familiar, el doctor en historia por la UNAM, de cuyo Instituto de Investigaciones Históricas fue emérito, entregó su vida a la exploración del pasado mexicano, fundamentalmente de la Revolución. El martes 12, a los 74 años, dejó de existir, pero su obra permanece en más de 20 libros, algunos de los cuales dedicó a Álvaro Obregón. Su trabajo, singular e intenso, se describe aquí. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Discípulo de Edmundo O’Gorman, a quien reconoció como uno de los profesores que más lo marcaron durante su aprendizaje, junto con los historiadores de arte Francisco de la Maza, Justino Fernández e Ida Rodríguez Prampolini, Álvaro Matute Aguirre cursó sus materias de historiografía colonial, de los siglos XVI al XVII, pero pronto descubrió su preferencia por los temas de la Revolución mexicana, en los cuales se le consideró un experto. Nacido el 19 de abril de 1943, el profesor en la Facultad de Filosofía y Letras y emérito del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), falleció el pasado martes 12 de septiembre a la edad de 74 años. Fue nieto del general revolucionario Amado Aguirre Santiago (1863-1949), un liberal del siglo XIX seguidor del movimiento antirreeleccionista de Francisco I. Madero. En un breve video que In Memoriam le brinda la Academia Mexicana de la Historia (https://www.acadmexhistoria.org.mx/), a la cual pertenecía desde 1998, el propio Matute cuenta la influencia que el hecho tuvo en su decisión de realizar estudios de historia: “Sí, definitivamente creo que el origen de mi vocación está en la convivencia con mi abuelo, a quien recuerdo, pero que también recibí información muy rica sobre él de parte de mi madre y de mis tíos. Y más adelante, ya en fase adulta, conocí su archivo, leí su libro de memorias… La figura del abuelo fue fundamental tanto en la parte que me tocó convivir con él como en la reconstrucción de su memoria a partir de pláticas familiares.” Profesor en el posgrado en Historia de la UNAM y Visiting Fellow en el Saint Antony’s College de la Universidad de Oxford en 1985, el doctor destaca que así pudo valorar la presencia del pasado con “una figura histórica al alcance de la mano”, que le dio la idea de la importancia de sucesos ocurridos antes de su nacimiento y ya cuando estuvo en la fase escolar concluyó que justamente eso es la historia. Conocedor del caudillo Matute fue autor y coordinador de más de 20 libros de historiografía, teoría y filosofía de la historia, entre ellos México en el siglo XIX. Antología de fuentes e interpretaciones históricas (1972), La teoría de la historia en México (1974), La carrera del caudillo (1982), La Revolución Mexicana: actores, escenarios y acciones (1993), El Ateneo de México (1999), Aproximaciones a la historiografía de la Revolución Mexicana (2005). En La carrera del caudillo, que constituye el tomo 8 de la Historia de la Revolución Mexicana, editada por El Colegio de México, aborda el periodo de 1917 a 1924 en la vida de Álvaro Obregón, “hombre de negocios de Huatabampo metido a militar revolucionario y político…” El historiador no sólo fue especialista en los temas de la Revolución mexicana; abordó con especial profundidad lo relacionado a Álvaro Obregón. Su abuelo fue cercano al caudillo sonorense. En el volumen trata el tema de la imposición de Plutarco Elías Calles y la rebelión de Adolfo de la Huerta, como se consignó en una reseña de la revista Proceso del 26 de septiembre de 1981: “Matute ordena los hechos que encadenan, dentro de la lógica progresiva de los sucesos, la serie de complicidades que fueron cohesionando el sangriento poder de Obregón desde el Plan de Agua Prieta hasta el asesinato de Carranza en Tlaxcalantongo. El efímero periodo de Adolfo de la Huerta en la Presidencia, de junio a noviembre de 1920, es un momento de reorganización de un país en quiebra y de enormes deudas…” En 2010 la Comisión para las Conmemoraciones por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Carmen Toscano, reeditaron las memorias de campaña de Álvaro Obregón, tituladas Ocho mil kilómetros de campaña. El prólogo es de Álvaro Matute, quien en aquel entonces adelantó que este 2017 se cumplirían cien años de ese testimonio. El 16 de mayo del 2010, la agencia apro reprodujo algunos fragmentos del texto del emérito del IIH: “…además del interés mostrado a lo largo de medio siglo en esta obra, se pone de manifiesto el hecho de que, si bien las historias política, ideológica y social de la Revolución mexicana despertaron el mayor interés de parte de los lectores, la originaria, esto es, la militar, no ha quedado del todo excluida de dicho interés. Ciertamente peca de aridez, pero los datos que proporciona pueden ser valorados por enfoques políticos, ideológicos y sociales. Las fuentes originales de la historia revolucionaria son dignas de ser consideradas conforme su factura se aleja del momento en que fueron producidas. La historia militar nos habla de acciones, jefes, comandantes y tropas que con sus movimientos y enfrentamientos refieren lo que puede considerarse la esencia de la Revolución.” Debates actuales Tras el fallecimiento del historiador, su exalumno, el también historiador Pedro Salmerón destacó en el programa de Carmen Aristegui su discreción, el hecho de que no apareciera frecuentemente en los medios. Y efectivamente, Matute se dedicó particularmente a la vida académica y la investigación y no obstante accedía a dar su punto de vista cuando se le solicitaba. En julio de 2006, por ejemplo, luego de las controvertidas elecciones en las cuales compitieron por la presidencia de la República Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, se planteó como un escenario postelectoral un interinato si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) anulaba los comicios. Proceso consultó a varios historiadores. Conocedor del interinato delahuertista, Matute opinó que a nadie debería asustar la posibilidad de un interinato puesto que pueden crear las condiciones de estabilidad para la llegada del nuevo gobierno. Calificó el gobierno de transición de De la Huerta como un ejercicio notable en la historia de México, pues si bien no tuvo la personalidad fuerte de Venustiano Carranza o de Álvaro Obregón, logró pacificar al país y que grupos revolucionarios, como el de Pancho Villa, depusieran las armas. Igual opinó sobre el interinato de Francisco León de la Barra, que fue un periodo de transición entre los gobiernos de Porfirio Díaz y de Madero. Se le preguntó entonces: –En el contexto actual, ¿podría vislumbrarse un interinato? –En la medida en que, lamentablemente, no existe en nuestra legislación electoral la segunda vuelta, que ya es una característica internacional, y en el caso de que el TEPJF declarara la nulidad electoral –de cualquier manera ante la situación del escasísimo margen de diferencia entre uno y otro candidato mayoritarios–, pues tal vez, subrayo el tal vez, sea la salida más adecuada: Que en lugar del enfrentamiento y la división se busque la unidad y se piensen las cosas con cuidado antes de exaltar enfrentamientos que pueden ser costosos e inútiles. El pasado 20 de agosto se cumplieron 170 años de la Batalla de Churubusco, realizada durante la invasión estadunidense a México en 1847. En el video que le dedica la AMH, el profesor emérito alude a esa heroica defensa al recordar que de niño solía visitar el Convento de Churubusco, que luego fue el Museo Nacional de las Intervenciones, pues su familia se mudó de domicilio en las cercanías del lugar, y eso le formó una conciencia cívica histórica muy fuerte. Cada año, al conmemorarse la fecha, la entrada a ese recinto museográfico era gratis y “puedo decir, sin exagerar, que yo me pasaba el día adentro del museo, recorriéndolo, me encantaba recorrerlo, ver los cuadros de las batallas, memorizar los nombres de los generales norteamericanos y desde luego era un ferviente admirador del general Anaya”. Entrevistado por Proceso en septiembre de 1997, cuando se conmemoró el 150 aniversario de la invasión, Álvaro Matute habla sobre la visión desolada que tuvieron escritores de la época, como Carlos María de Bustamante, en el momento de la entrada de las tropas yanquis, cuando la mañana del 14 de septiembre de 1847 ocuparon Palacio Nacional e izaron su bandera en el asta de la plaza principal. Consideró el historiador que el intelectual decimonónico fue “el gran testigo de medio siglo de la historia que agota su vida y pluma en la crónica de la intervención estadunidense: “Bustamante, de 72 años, es ya un hombre viejo y enfermo, ciertos testimonios permiten adivinar en él una enorme depresión, pues le toca ver sometido al mismo país que años antes nació a la vida independiente. Verlo conquistado fue una frustración para él.” Y sin embargo a decir del investigador, no era la última palabra del autor de El nuevo Bernal Díaz del Castillo, quien quizá habría dejado para un nuevo libro una idea distinta: “En el tercer tomo que pensaba escribir, y del que no sabemos si dejó esbozos, esperaba mostrar al mundo que México no había sido subyugado por la fuerza extranjera, sino entregado vilmente por un mal mexicano.” En abril pasado, Matute fue electo, por unanimidad, para ocupar la silla XXXIII de la Academia Mexicana de la Lengua, en sustitución de Elías Trabulse. Debía asistir a un número de sesiones antes de dar su discurso de ingreso, que ya no pudo ofrecer. Este texto se publicó el 17 de septiembre de 2017 en la edición 2133 de la revista Proceso.

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