De adicciones y debates

domingo, 29 de julio de 2018 · 10:29
Justo cuando el equipo de Andrés Manuel López Obrador se apresta a despenalizar el uso de la mariguana, el periodista Nacho Lozano lanza su libro Mariguana a la mexicana, editado por Penguin Random House Grupo Editorial y que comenzará a circular en breve. En siete capítulos, el autor despliega un mosaico en torno a la cannabis, sus usos y abusos, e intercala historias y entrevistas sobre un tema que vuelve a ubicarse en el centro del debate nacional en este periodo de transición política. Con autorización de los editores del volumen, Proceso adelanta un fragmento sustantivo del capítulo tres. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- ¿Qué pasa en el cerebro de un consumidor cuando está bajo los efectos de la mariguana? ¿De qué manera afecta el consumo de esta droga al desarrollo cerebral de los niños? ¿Es verdad que un mariguano tiene el cerebro frito y por lo tanto no puede tomar decisiones como los demás? Esto y más respondió Jesús Ramírez Bermúdez, director del área de neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, académico en la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, además, es hijo del escritor José Agustín. Sus respuestas son muy inquietantes: Yo creo en “Primero no dañar”, la primera regla hipocrática de las mejores prácticas clínicas. ¿La mariguana daña? A los expertos en neurociencias se nos pide que expongamos, principalmente, los daños a la salud, en particular al cerebro, que produce la mariguana y siento que esto forma parte de una política que tiene como objetivo legitimar la prohibición, así como el tratamiento penal de los consumidores que están en prisión por poseer pequeñas cantidades de mariguana que apenas rebasan el límite permitido o no lo rebasan y les siembran más droga para acusarlos de portar cantidades mayores. Por eso creo que como médicos no sólo debemos analizar los daños a la salud que produce la mariguana, sino poner un mayor énfasis en la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Entonces no podemos desligarnos de la responsabilidad de avalar o rechazar el tratamiento penal, porque ése es “el medicamento” que está usando la sociedad para combatir la adicción a la mariguana. Ese “tratamiento penal” desde el punto de vista de la medicina es un tratamiento que tiene una pésima relación costo-riesgo-beneficio, porque los costos son altísimos para el Estado y los contribuyentes en general si de sobrepoblación en las cárceles hablamos; los riesgos o perjuicios que produce el tratamiento incluyen: pérdida de la calidad de vida, pérdida de la funcionalidad social, exposición a drogas de más alto riesgo de peligrosidad, exposición a conductas de riesgo en la cárcel como violencia física, sexual y psicológica, y al día de hoy nadie puede defender los beneficios marginales que se obtienen con la encarcelación de los consumidores y la prohibición que prevalece. Si el tratamiento penal fuera un medicamento, evaluado por la Cofepris, por la Food and Drug Administration de Estados Unidos, lo rechazaríamos sin ninguna duda. ¿Este tratamiento fue basado en evidencia médica? Definitivamente no. Es un tratamiento basado en una ideología que está a la mitad del camino entre una ideología política, prohibicionista, iniciada en Estados Unidos, y ciertas evidencias médicas que validan esta idea de que la mariguana hace daño y que, por supuesto, sí hay daños por el consumo intenso de mariguana, pero eso no significa que el tratamiento sea el correcto. Por eso yo no recomiendo ese tratamiento, porque la encarcelación daña a nuestro paciente. Se dice que las adicciones disminuyen la productividad social, pues el tratamiento penal la disminuye aún más. Se dice que las adicciones producen costos a la sociedad, pues el tratamiento penal produce aún más costos. Hay que revisar la revista The Lancet (en marzo de 2016), de gran impacto académico y prestigio científico en todo el mundo, que en la primera frase de su editorial señala que las drogas han dañado muchas vidas, pero la guerra contra las drogas ha dañado muchas más, a propósito de la UNGASS (Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas) de este mismo año y la propuesta de parar la guerra. Y es que en México existe la retórica de que las drogas no están criminalizadas, pero si uno va a las cárceles y analiza quiénes están ahí, un gran número de consumidores están encarcelados.  Las ideologías forman normas sociales, reglamentos y prácticas penales que cuando pasa mucho tiempo llegan a producir una sensación o sentimiento social de normalización. En su momento, la gente veía como normal perseguir penalmente a los homosexuales, como sucedió en España, Inglaterra y en algunas partes del mundo incluso hasta nuestros días. Entonces, los miembros de la sociedad se acostumbran a verlo como normal. Siento que, toda proporción guardada, el tratamiento penal que vivimos con los adictos es similar. O afirmamos que es un problema moral y por lo tanto requiere un tratamiento penal, o afirmamos que es un problema de salud y que por lo tanto requiere un tratamiento desde la salud pública. Creo que hay argumentos suficientes para ubicarlo como un problema de salud, porque la mariguana es un compuesto químico que interactúa con las sustancias cerebrales, que produce efectos a diferentes niveles del organismo. David Nutt, en un artículo publicado en The Lancet (el 24 de marzo de 2007), mostraba que el grado de peligrosidad de las drogas, desde el punto de vista médico biológico, no tiene ninguna relación con las políticas internacionales de prohibición de las drogas, pues de una lista de drogas, la mariguana no ocupa ni los primeros cinco lugares de peligrosidad. Sin embargo, en nuestra sociedad se percibe como algo normal que el adicto siga parando en la cárcel. Por eso es importante conocer los estudios científicos para que al paso de los años los miembros de la sociedad veamos las encarcelaciones de adictos como un atropello a los derechos humanos y a la salud, de la misma manera en que hoy nos indignamos con lo que sucedió en Inglaterra con el famoso caso de Alan Turing, perseguido por ser homosexual y después de muerto recordado por la reina Isabel II para pedirle perdón. ¿Qué efectos causa la mariguana? Efectos importantes que no podemos subestimar. Cada individuo ponderará los costos y beneficios para la toma de decisiones. Sus efectos son principalmente en el sistema nervioso donde interactúa con un sistema de neurotransmisores, el Sistema de Anandamida, que tiene receptores en diversas partes del Sistema Nervioso como el Giro del Cíngulo (que forma parte del cerebro emocional), pero también en el cerebelo (que afecta la motricidad). Por lo que el uso de la mariguana desde la intoxicación aguda hasta el uso crónico tiene algunos efectos sobre la función cognitiva, en particular sobre algunas funciones ejecutivas como memoria de trabajo, atención sostenida y la velocidad de procesamiento de la información. Ese individuo, con excepciones, no está en grado óptimo para salir a manejar un transporte de carga (o de cualquier tipo) o para hacer una cirugía en quirófano. Pienso que la mariguana puede tener otros efectos que no forzosamente son deletéreos, ya que puede incrementar ciertas funciones cerebrales durante el consumo, ya que modifica la noción del tiempo, lo que permite que algunos individuos tengan una atención más detallada de estímulos que se prolongan en el tiempo, como es el caso de la música, sin que esto pueda extrapolarse a todos los sujetos, porque eso sería una falacia. En general aumenta el grado de pensamiento divergente, pues normalmente nuestro pensamiento consiste en un flujo de ideas que llegan a estar, hasta cierto punto, automatizadas por presiones sociales o factores de aprendizaje. En el caso de la mariguana, el LSD los hongos alucinógenos, etcétera, aumentan el grado de pensamiento divergente para asociar ideas de una manera inusual o atípica, lo cual, para algunos, significa entrar a un pensamiento incoherente, pero para otros es enriquecedor darse cuenta de que el proceso de pensamiento puede tener un mayor grado de flexibilidad y puede ser un desinhibidor de ciertos procesos asociativos. No existe una asociación estadística entre la violencia y el uso de mariguana. Tampoco lo hay con el uso de alucinógenos, y ésa es una de las razones por las que en algunos países que tienen políticas menos prohibicionistas, como Holanda, tienen niveles de violencia mucho menores que nuestro país. Hay estudios sobre posibles usos terapéuticos en circunstancias de salud como cáncer avanzado, dolor, tiene cierto efecto ansiolítico, que es una de las razones por las que muchos jóvenes se conectan con la mariguana, sin embargo, no siempre y no en todos, pero sí disminuye estos sistemas de lucha o huida que se relacionan con la agresividad, por lo que la mariguana no es una droga que aumente la agresividad, sino todo lo contrario. Hay consecuencias que no son positivas. Hemos visto a consumidores crónicos de mariguana que, en muchos casos, ven afectadas sus capacidades de autoactivación, de iniciativa, de voluntad, y desde hace mucho tiempo se usa este concepto de síndrome amotivacional, de abolición o el apático. El sujeto se muestra indiferente ante estímulos que anteriormente lo activarían, y presenta cierta apatía cognitiva, pues en esos casos no fluye su creatividad o ideas que podrían ser útiles para labores de intelectualidad. En consumidores crónicos se pueden presentar estados de psicosis, tipo esquizofrenia, pero se investiga si estos individuos tienen predisposición genética.  La adicción a la mariguana no se hereda. No hay evidencia científica de que esto se herede. Lo que puede heredarse es una predisposición genética a las adicciones y ésta puede ser cruzada, por ejemplo: un hijo de un alcohólico puede tener una mayor predisposición genética a engancharse con el alcohol o con otras drogas como los ansiolíticos. Pero eso no quiere decir que si un sujeto consume mariguana va a aumentar la predisposición genética de su hijo. Afirmar que la adicción a la mariguana se hereda contradice incluso las nociones básicas de la herencia tal y como las hemos aprendido desde Charles Darwin, Gregor Mendel, James Watson o Francis Crick. El aprendizaje individual no se hereda, porque se almacena en las células cerebrales y no hay evidencia de que ese aprendizaje pase a las células gonadales y de ahí a los espermatozoides o a los óvulos para de ahí concebir a la siguiente generación. Para que una mariguana te dé “para arriba o para bajo” intervienen muchos factores, como los propios de la droga que tienen que ver con la composición química del tetrahidrocannabidol. Hay individuos que pueden tener crisis de pánico, estados de despersonalización, incluso psicosis y consecuencias cardiacas por uso de mariguana por las concentraciones químicas tan altas que no se veían en la época hippie, por ejemplo. Hay también variables individuales que tienen que ver con la personalidad del sujeto: si son hiperquímicos, por ejemplo, pueden presentar un incremento de su actividad psicomotora, mientras que en los que tienen personalidades más introvertidas suelen acrecentarse las conductas durante el uso de la cannabis. Yo no conozco ningún estudio que haya demostrado en una fase clínica la efectividad de una vacuna contra la adicción. Hay diversos protocolos en diversas partes del mundo, incluido el Instituto de Psiquiatría en México, donde han trabajado esa línea de investigación, sobre una vacuna para cocaína, pero no hay ninguna aprobada para uso clínico.  El cerebro tiene un desarrollo ontogenético a lo largo de toda la vida, pero hay etapas críticas del desarrollo: la infancia y la adolescencia. El consumo de mariguana produce los efectos que describimos en los adultos, pero con la gravedad de presentarse en esta etapa crítica del desarrollo cerebral, y podría provocar el freno de los procesos de plasticidad cerebral que podría llegar a discapacidad intelectual. Los adolescentes son propensos a desarrollar alteraciones de estructura y función cerebral presentando estados de psicosis, del espectro de la esquizofrenia.  No obstante, yo estoy completamente a favor de la despenalización del consumo, con regulación muy cuidadosa y estricta con sujetos que están en estas etapas críticas de desarrollo. Yo estaría de acuerdo con liberar a los presos acusados de posesión simple; es una medida que tenemos que tomar ya. Habría que incrementar las cantidades permitidas para transporte y posesión.  Este adelanto se publicó el 22 de julio de 2018 en la edición 2177 de la revista Proceso.

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