Sebastian: Perseverancia creativa

sábado, 8 de septiembre de 2018 · 09:57
Con motivo de los 50 años como artista y 70 de vida de Sebastian, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó Sebastian. Medio siglo de creación artística, que aborda la trayectoria del escultor chihuahuense desde una perspectiva multidisciplinaria. Con el permiso de su Fundación, coeditora del volumen, se reproduce aquí un fragmento de la introducción, escrita por Héctor Tajonar, quien coordinó la edición del libro, que empezará a circular en los próximos días. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Durante medio siglo de labor artística, Sebastian ha creado un universo estético normado por el rigor y la armonía, fruto de la capacidad para combinar su prodigiosa imaginación con el conocimiento e intuición de la geometría. El escultor chihuahuense posee una excepcional facultad para visualizar la abstracción de complejas relaciones matemáticas y de traducirlas a objetos tridimensionales dotados del inconfundible lenguaje sebastino. En 2008, The City College of New York le otorgó un doctorado honoris causa en matemáticas, además de los innumerables reconocimientos nacionales e internacionales recibidos por la belleza de sus esculturas. Esa feliz confluencia de arte y ciencia, razón e inspiración, distingue la obra y el proceso creativo del escultor mexicano. De ella ha surgido un millar de obras con una vasta diversidad de diseños, tamaños y materiales; las 200 de formato monumental están distribuidas en sitios urbanos emblemáticos de quince países en cuatro continentes. La Universidad Nacional Autónoma de México celebra los cincuenta años como artista y setenta de vida del distinguido universitario con la publicación del libro Sebastian. Medio siglo de creación artística, coeditado por la Fundación Sebastian, que reúne un conjunto notable de autores mexicanos y extranjeros en los ámbitos de la ciencia –Roger Penrose, Herbert A. Hauptman, Mario Livio, Alfred S. Posamentier, Isidoro Gitler–, la historia del arte –Lynn Gamwell, Michele Emmer, Ida Rodríguez Prampolini–, la poesía y el ensayo –Víctor Hugo Rascón Banda, Alberto Blanco, Roberto Vallarino, Ignacio Solares–, para ofrecer una mirada multidisciplinaria acerca de la brillante trayectoria del artista mexicano. En la época del arte postestético en la cual el facilismo, el feísmo y el nihilismo parecen ser los ismos con mayor resonancia, Sebastian ha creado un arte que presenta ante nuestra percepción inmediata imágenes sensibles de una realidad trascendente y armónica, a través de objetos tridimensionales dotados de belleza, capaces de captar nuestra contemplación. La geometría emocional de Sebastian se distingue precisamente por su capacidad de producir esa misteriosa y placentera sensación –a un tiempo corporal y espiritual– que llamamos experiencia estética. Por eso es importante ubicar el legado histórico del cual ha surgido el lenguaje sebastino. El proceso creativo de Sebastian está inspirado en la tradición artística relacionada con los descubrimientos científicos iniciados en la Grecia clásica y desarrollados en el Renacimiento, hasta llegar a la concepción de las geometrías no euclidianas, la cristalografía, la topología, la teoría de la relatividad y la física cuántica o las investigaciones para encontrar una teoría madre que las unifique. Esa fascinante historia empieza con Platón, cuando los caminos de la filosofía y la ciencia aún no se bifurcaban. En el fresco La escuela de Atenas, Rafael Sanzio representa al padre de la filosofía occidental con el rostro de Leonardo da Vinci, la mano derecha apuntando hacia el mundo de las ideas y la izquierda sujetando un libro llamado Timeo. El título corresponde al diálogo en que Platón narra el mito cosmogónico en el cual un demiurgo geómetra diseña el universo basado en leyes matemáticas –a fin dotar de orden, proporción y armonía al caos preexistente–, relacionando los cuatro elementos con figuras geométricas: al fuego lo hace corresponder con el tetraedro, al aire con el octaedro, al agua con el icosaedro y a la tierra con el cubo o hexaedro; mientras que a la totalidad del universo le asigna la forma del dodecaedro. Esos cinco poliedros regulares y convexos, conocidos como «sólidos platónicos», han sido utilizados por filósofos, científicos y artistas a lo largo de la historia en su anhelo por definir, comprender y representar el espacio. Sebastian se cuenta entre ellos. En el Renacimiento, la filosofía de las matemáticas de Platón influyó en el pensamiento científico de notables pensadores, como Kepler, Galileo y Newton. Incluso muchos matemáticos contemporáneos –entre ellos, Roger Penrose– proponen un platonismo matemático al considerar que la verdad matemática es absoluta y eterna, no resultado de la inteligencia humana. Dicha concepción matemática del universo también ha influido de forma decisiva en la noción de proporción y armonía en el arte, preceptos fundamentales de la estética renacentista, representada entre otros por Luca Pacioli, Alberto Durero y Da Vinci, cuyo dibujo El Hombre de Vitrubio, inscrito en un cuadrado y en un círculo, muestra que la perfección del cuerpo humano refleja la armonía del universo. Sebastian es un heredero moderno de esa ilustre tradición. Partiendo de los sólidos platónicos y fundiendo los principios de la geometría euclidiana con los de la geometría no euclidiana concibió sus célebres esculturas Transformables. Partiendo de un cubo, dichas estructuras articuladas pueden desplegarse en multitud de figuras geométricas, gracias a la prodigiosa imaginación del artista mexicano aunada a  su conocimiento del sistema regular de la cristalografía –con sus planos y ejes de simetría–, así como la síntesis de la función topológica expresada en la cinta de Moebius. Ver a Sebastian transformar sus esculturas como si fuese un mago sorprende por igual a legos y a matemáticos consagrados.* La originalidad de la obra de Sebastian surge de su capacidad de conciliar la tradición científica de Occidente con los hallazgos de la matemática moderna para crear su lenguaje escultórico. La topología le ha permitido integrar el estudio de las propiedades de los cuerpos geométricos que permanecen inalterados a pesar de sus transformaciones continuas, dotando a su obra de un singular movimiento volumétrico. La cinta de Moebius –que sólo posee una cara, un borde y no es orientable–le ha llevado a concebir la multidimensional cinta sebastina, así como sus bellísimas esculturas simpliciales. La geometría fractal de la naturaleza (Mandelbrot) transformó el orden euclidiano –las nubes no son esferas, ni las montañas conos, ni las costas círculos, ni las cortezas de los árboles lisas, ni los relámpagos viajan en línea recta– y ello obligó a Sebastian a buscar una armonía escultórica dentro de las irregularidades que habitan el mundo natural. De ahí nace su geometría emocional. Asimismo, la conformación del lenguaje sebastino ha surgido de su aptitud para asimilar la tradición y la modernidad artística. Hombre de su tiempo, Sebastian ha nutrido su imaginación con obras e ideas de creadores renacentistas, como Durero, Pacioli o Leonardo, así como con las de artistas modernos, como Brancusi, Max Bill, Naum Gabo, Alexander Calder o Mathias Goeritz. La abstracción, el formalismo geométrico de la Bauhaus, el constructivismo, el cinetismo y la arquitectura emocional aportaron valiosos elementos semánticos para la formación de su propio e inconfundible lenguaje. Inspirado en la Escultura al infinito de Brancusi, así como en el concepto de escultura monumental urbana propuesto por Goeritz, Sebastian ha creado dos centenares de obras tridimensionales de gran formato que enriquecen el paisaje urbano de México y de más de 15 ciudades del orbe, debido a la pureza de sus formas y la admirable cantidad y variedad de su diseño, sea abstracto o figurativo. El propio artista describe así su proceso creativo: “He creado puertas que no conducen a ningún lado, arcos del triunfo que no celebran a nadie, obeliscos que conmemoran hechos inexistentes o columnas que sostienen cúpulas celestes: obras semánticamente cargadas de significados, aunque profunda y bellamente inútiles”. También ha realizado homenajes plásticos a la hermosura y riqueza simbólica del reino animal. El impulso creativo de Sebastian no tiene descanso. En la búsqueda incesante de nuevas fuentes de inspiración científica para detonar su imaginación, Sebastian incursionó recientemente en los descubrimientos de la física cuántica y la teoría de los nudos. De esas investigaciones surgieron dos series escultóricas completamente novedosas y originales dentro de su producción artística. Inspirado en la teoría de cuerdas, ya en 2006 Sebastian había creado la escultura en bronce titulada Calabi Yau. En 2014, presentó la exposición titulada Universos paralelos, en la que incluyó un variado y bellísimo conjunto de esculturas inspiradas en la teoría de los nudos. Él mismo explica el concepto que sustenta esta nueva vertiente de su obra: “Las estructuras anudadas y enlazadas son omnipresentes en la naturaleza y en la complejidad emocional del hombre… Yo como artista de mi tiempo no soy ajeno a estas exploraciones científicas, a las inquietudes de la mente humana y a las teorías matemáticas modernas. Mis esculturas anudadas y entrelazadas, con las cuales expreso mi comprensión geométrica del espacio e indago en las emociones humanas, son otro eslabón de mi lenguaje artístico, la forma sebastina de evocar lo sublime”. Los nudos de Sebastian representan una de las cimas de su producción artística debido a la elegancia y sutileza de su diseño a base de sensuales curvas que se abrazan en «enlaces conspicuos» o forman una «danza simplicial» de lo cóncavo y lo convexo. Su pequeño formato y la pátina café oscura del bronce exaltan su refinamiento. También las hay áureas, de bronce pulido. Estas pequeñas obras maestras confirman que la grandeza de la escultura de Sebastian no es resultado de su tamaño sino del rigor de su concepción y la excelencia de su diseño. Mención especial merece el Nudo torusado, en el que la perfección del círculo es acariciada en toda su redondez por un torus matemático surgido de la revolución generada por su propia circunferencia. Es la pieza que aparece en la portada de esta publicación conmemorativa. Además de su producción escultórica y pictórica, Sebastian ha incursionado en el ámbito de la arquitectura, convirtiéndose en un artista visual integral, como lo fueron los renacentistas. Hasta ahora se han construido tres proyectos, con resultados sorprendentes. El primero, conocido como Tecnopolo (2013), fue diseñado para el Centro de Innovación, Tecnología y Negocios de la Universidad del Estado de México. El segundo, llamado Abacus (2016), es el edificio sede del Laboratorio de Matemática Aplicada y Cómputo de Alto Rendimiento, perteneciente al Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav). Además de su impresionante belleza, Abacus está diseñado con un rigor matemático único en la arquitectura mexicana contemporánea. Sebastian no sólo diseñó los espacios arquitectónicos sino él mismo concibió y realizó el cálculo estructural del edificio. La tercera construcción es la Capilla Sebastina destinada a albergar su conjunto escultórico del mismo nombre. Arte y ciencia tienen un elemento esencial en común: creación. Ambas disciplinas son resultado del impulso creador del ser humano, dirigido a comprender la realidad para ir más allá de ella y engendrar una nueva realidad. A esa dimensión pertenece el universo estético de Sebastian, creado a lo largo de medio siglo. Se trata de un universo elegante poblado por entidades tridimensionales dotadas de belleza, en las que la abstracción matemática se hace tangible y la armonía universal se revela ante nuestra mirada. Sebastian es un heredero moderno del platonismo matemático que Durero plasmó en su grabado Melancolía I (1514). A pesar de ser beneficiario de esa tradición artística, no encuentro en Sebastian una actitud melancólica frente a su trabajo. Veo, sí, una dimensión espiritual en su obra, un anhelo de expresar la grandeza del cosmos mediante un proceso creativo guiado por la confluencia de razón e inspiración. Su arte es una muestra de reverencia y entusiasmo ante el misterio del universo y de la vida, además de una celebración de las bellezas del mundo natural y del gozo de existir. La geometría emocional de Sebastian danza al ritmo de la armonía de las esferas, al estar dotada de la energía vital que le infunde la imaginación matemática de su creador. La perseverancia creativa de Sebastian es producto de un don y una vocación que se manifestaron desde muy temprano en el niño nacido hace siete décadas en Ciudad Camargo, Chihuahua, llamado Enrique Carbajal, que disfrutaba haciendo esferas de arena en los meandros del río Conchos y contemplando el paisaje del valle coronado por la sierra y el monte Santa Rosalía. Su curiosidad y talento para el arte se hicieron evidentes en la escuela primaria, una maestra de inglés los descubrió y lo estimuló para que viajara a la Ciudad de México. Sin recursos y sin conocer a nadie ingresó a la Academia de San Carlos y así empezó a desarrollarse como persona y como artista. Sebastian es un hombre hecho por sí mismo. Su éxito es el resultado del estudio y el esfuerzo incasables de un creador con dotes excepcionales para visualizar complejas abstracciones matemáticas en tres o más dimensiones. Por eso lo llaman el Genio de Chihuahua. Sus cincuenta años de artista y setenta de vida son motivo de orgullo y celebración para México, así como para el mundo del arte. (Sorprendentemente, esa doble efeméride ha pasado desapercibida para las autoridades de la Secretaría de Cultura, a pesar de que Sebastian recibió el Premio Nacional de Artes (2016) y es Creador Emérito de México. Además, claro, de sus múltiples reconocimientos internacionales. ¿A que se deberá esa lamentable omisión? Aun es tiempo de resarcirla). * https://www.youtube.com/watch?v=FRhGxzXYN18&feature=youtu.be

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