Investigan relación entre el desarrollo inmobiliario y microsismos en la CDMX

miércoles, 2 de enero de 2019 · 14:01
CIUDAD DE MÉXICO (apro).– Expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) investigan si existe relación entre el desbordado desarrollo inmobiliario y los sismos de baja intensidad que se registran en la Ciudad de México. Luis Quintanar Robles, investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGf), advierte que el Valle de México está atravesado por una serie de fallas –ya cartografiadas por el Instituto de Geología (IGL)–, que, cuando son activadas por acumulación de esfuerzos, dan lugar a la sismicidad local. Incluso refirió que se ha dicho que el desmedido crecimiento inmobiliario de los últimos tiempos en la megaurbe podría tener algún nexo con la ocurrencia de estos sismos. El especialista reveló que Leonardo Ramírez, investigador del Instituto de Ingeniería (II), realiza un estudio para saber si la intensidad de los movimientos telúricos está influida por la proximidad de grandes edificios.
“En esta investigación sobre lo que se llama interacción suelo-estructura, Ramírez ha observado que las estructuras de los grandes edificios pueden dar origen a una diferencia en la manera de sentir los sismos en sus inmediaciones”, refirió.
De acuerdo con información del Servicio Sismológico Nacional, junio fue el mes con mayor cantidad de sismos de baja intensidad en la Ciudad de México, con cinco eventos, dos de ellos registrados el 17 de junio a las 10:24 y 12:01, con magnitudes de 2.5 y 2.7; estos sismos tienen su origen en las fallas geológicas activas en el subsuelo del Valle de México, cuya longitud es menor a la de las costas del Pacífico. Ocurrieron con mayor frecuencia en la zona Oriente de la Ciudad de México, sobre todo en las alcaldías de Tláhuac y Milpa Alta, y en los municipios de Texcoco e Ixtapaluca, en el Estado de México, así como también en Álvaro Obregón (Poniente), específicamente en las colonias Lomas de Tarango y Lomas de Becerra. Y en Coyoacán, Benito Juárez y Miguel Hidalgo, zona Centro, aunque con menor frecuencia. Quintanar Robles comentó que estas pequeñas fallas prexistentes se activan cuando un sismo de gran magnitud ocurre fuera del Valle de México, especialmente en las costas del Pacífico, pues el subsuelo de la capital resiente la llegada de las ondas, generalmente muy energéticas, lo que desencadena los sismos de baja magnitud. Aclaró que, aunque la población tiene la impresión de que ahora hay más temblores que antes, en realidad los sismos de baja magnitud no han dejado de presentarse a lo largo de la historia. Explicó que los microsismos son más perceptibles por el aumento de la población en comparación con hace 20 o 40 años, así como el incremento de las estaciones del Servicio Sismológico Nacional, que antes sólo contaba con una en Ciudad Universitaria y hoy cuenta con 30, lo que permite la detección de casi cualquier movimiento. Además, existen decenas de estaciones acelerográficas manejadas por dependencias como el Centro Nacional de Prevención de Desastres, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (responsable de la alerta sísmica), y el mismo Instituto de Ingeniería.
“Hoy en día tiembla igual que antes, pero nuestra capacidad de detección ha aumentado en los últimos años, por eso se reportan más sismos de baja magnitud dentro del Valle de México”, subrayó Quintanar Robles.
Además de su baja magnitud, los sismos originados en el Valle de México son “como diminutos brincos en el suelo”, es decir, muy superficiales, de cinco o 10 kilómetros de profundidad, comparados a los costeros de 30 y hasta 50 kilómetros, de entre 2 y 3.4 de magnitud y con una duración aproximada de tres a cinco segundos. “Un sismo con un epicentro más alejado se percibirá como un movimiento oscilatorio, horizontal, no como un movimiento vertical. Y en efecto: el hecho de que un sismo de baja magnitud sea percibido por la gente como minúsculos brincos del suelo, indica que se encuentra encima de la falla que lo origina”, reiteró Quintanar Robles.

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