OCBA y madrigalistas, 'Cantos de esperanza”

miércoles, 18 de marzo de 2020 · 01:19
CIUDAD DE MÉXICO (apro). - Cantos de Esperanza tituló el director español Carlos Aranzay las presentaciones del concierto de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA) y al Coro de Madrigalistas, realizadas en la Sala Ponce y el Auditorio Silvestre Revueltas del Conservatorio Nacional. Realmente bello, interesante y un tanto diferente fue este programa que se integró con el estreno en México del Cántico de La Pietá del compositor español Antón García Abril (1933), obra para soprano, violonchelo, órgano, coro y orquesta que el mes entrante cumplirá exactamente 43 años, ya que se estrenó el jueves “Santo” del 7 de abril de 1977 y que, aquí, cerró el concierto.  Abrió la audición otro muy importante compositor del siglo XX, aún vivo afortunadamente, nada menos que Arvo Pärt (Estonia, 1935) y su Cantus a la memoria de Benjamín Britten que, como su nombre indica, es un canto surgido del  dolor, el que le causó la muerte del compositor británico y que el propio Pärt explica así: “En los últimos años hemos tenido que lamentar muchas pérdidas en el mundo de la música… yo apenas había descubierto a Britten para mí mismo. Poco antes de su muerte (4 de diciembre de 1976) yo había empezado a apreciar la inusual belleza de su música. Además, por largo tiempo, yo había querido encontrarme con Britten personalmente y ahora esto ya no ocurriría”. La parte central, como no podía ser de otra manera puesto que estamos en su año de celebración, lo ocupó el gran Ludwig van Beethoven, de quien el director escogió el coro de los prisioneros de la única ópera del Genio de Bonn, Fidelio. El coro “O welche lust” (Oh que alegría, que placer) que los presos cantan cuando, al fin, y por instancias de Fidelio, los carceleros los sacan de sus oscuras mazmorras y, por muy breves momentos, los dejan ver la luz del sol. Tenemos así a dos compositores contemporáneos vivos, aunque de latitudes y formaciones bien diferentes, ligados entre sí por su espíritu poético que se traduce en música, aunados a un genio indiscutible de 250 años de nacido. Conjunción maravillosa que sólo puede conseguir el arte y, más aún, si consideramos que esa comunión ocurre a miles de kilómetros del lugar de origen de los tres elegidos. Sirvió el concierto --entre muchas otras cosas positivas, claro-- para ver, después de varios años, a una joven soprano que conocimos en sus años de estudiante, y que hoy se nos presenta con una madurez y seguridad vocal gratísimamente sorprendente. Se trata de Cecilia Eguiarte, de un timbre claro y hermoso, y un manejo muy adecuado de la voz ahora mucho más maduro que le permite tonalidades oscuras y un legato firme, con los que bien transitó  fluidamente por los hermosísimos versos de Antonio Gala que sirvieron a García Abril para, con su música, obtener un Cántico a la Pietá de carácter lúdico al tiempo que reflexivo producto, como él mismo confiesa, de sus múltiples visitas a la por demás famosa e impactante escultura La Piedad de Miguel Ángel. Particular mención merece también la igualmente joven solista al chelo, Roxana Mendoza Guevara, de sonido claro y limpieza técnica desplegada con calor y compromiso. Y aunque en el programa de mano no se le cita como solista, hay que destacar la participación del organista Abraham Alvarado, pianista oficial de la OCBA, razón por la cual, creo, no se le consideró como solista. Fresca (a pesar de sus años con la batuta), sencilla pero efectiva, la dirección del maestro Aransay, quien, además, a través de pequeños comentarios previos a la obra a ejecutar, auténticamente ilustró en forma por demás amena todo el concierto.

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