Papa Francisco pone su pensamiento con los 'crucificados de la pandemia”

viernes, 10 de abril de 2020 · 19:59
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Este Viernes Santo, en el que se celebra la crucifixión de Cristo, el Papa Francisco dijo que su pensamiento está con “los crucificados de la pandemia” del coronavirus que se ha extendido a todo el mundo. El pontífice se refirió muy especialmente a los enfermos, pero también al personal de salud y a los sacerdotes y religiosas de todo el mundo que están ofreciendo atención espiritual y médica a los afectados por el covid-19. “Hoy, en este momento, pienso en el Señor crucificado y en tantas historias de los crucificados de esta pandemia: los médicos, los enfermeros, las enfermeras, religiosas, sacerdotes, muertos en el frente como soldados. Han dado la vida por amor”, dijo el pontífice, en su mensaje trasmitido a través del programa “A sua immagine” (a su imagen), en el canal de la televisión pública italiana Rai. Francisco también aseguró que “permanezco cercano al pueblo de Dios, a los que más sufren, sobre todo. A las víctimas de esta pandemia, al dolor del mundo, pero mirando la esperanza”. Recordó que la Pascua “siempre termina en la resurrección y en la paz”, y hay que pasar por este “camino duro” como lo hizo Cristo: “Él pasó primero, y esto te conforta y te da fuerza”. Nota de interés: [embed]https://www.proceso.com.mx/625313/familia-de-victima-por-covid-19-agrede-a-personal-del-imss-en-azcapotzalco-video[/embed] Francisco también presidió hoy la celebración de la Pasión de Cristo, en la Basílica de San Pedro, que en está ocasión estuvo vacía a causa de la pandemia del coronavirus. Prácticamente en solitario, acompañado solamente por el maestro de celebraciones pontificias, Guido Marini, así como por algunos acólitos, un reducido coro y algunos funcionarios del Vaticano, el Papa celebró la eucaristía. Vestido con un traje de color púrpura –en recuerdo de la sangre de Cristo--, el pontífice se postró delante del atar para orar en silencio por algunos minutos. Luego, al ponerse de pie, elevó una petición especial por los enfermos de coronavirus en todo el mundo. “Dios omnipotente y eterno, singular protector de la enfermedad humana, mira compasivo la aflicción de tus hijos que padecen esta epidemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge en tu paz a los que han muerto y, por todo el tiempo que dura esta tribulación, haz que todos puedan encontrar alivio en tu misericordia”. Después realizó la adoración de la cruz, en esta ocasión con el crucifijo milagroso de San Marcelo, que --se dice-- ayudó a vencer la peste hace varios siglos y ahora se espera que ayude a desterrar el mortal coronavirus. Y al igual que otros años, el predicador de la Casa Pontificia, el padre Rainiero Cantalamessa, pronunció la homilía, cuya predica llevó el título de “Tengo proyectos de paz, no de aflicción”, donde dijo que el coronavirus nos ha hecho despertar bruscamente del “delirio de omnipotencia” que tiene el hombre. Aunque, agregó, hay un “fruto positivo de la presente crisis sanitaria”, que es el “sentimiento de solidaridad” que se ha despertado en todo el mundo, sentimiento que –exhortó-- no debe apagarse al terminar la actual contingencia sanitaria. Mientras que la procesión del Viacrucis se realizó en la Basílica y en la Plaza de San Pedro, igualmente sin presencia de fieles. Dos grupos de personas realizaron este Viacrucis: Uno proveniente de la casa de reclusión Due Palazzi, y el otro de la Dirección de Sanidad e Higiene del Vaticano. Portaban antorchas algunos de estos celebrantes. El Viacrucis se inició en el obelisco situado en el centro de la Plaza de San Pedro, donde se realizaron las primeras nueve estaciones. La décima y la undécima estación se hicieron durante el camino que lleva al atrio de la Basílica. La doceava estación –la de la muerte de Jesús—se realizó frente al cristo de San Marcelo. La décimo tercera cerca de donde estaba el Papa. Mientras que para la estación décimo cuarta fue el mismo pontífice quien sostuvo la cruz durante toda esa meditación. Y al concluir este solitario Viacrucis, en una Italia asolada por la pandemia, el Papa Francisco impartió la bendición final a los católicos de todo el mundo.

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