La explosión en Beirut: ondas expansivas que tiraron un gobierno

La explosión que el martes 4 de agosto destruyó gran parte de la ciudad y puerto de Beirut dio inicio a una serie de protestas populares contra un gobierno calificado de inepto y corrupto, con el resultado inmediato de la renuncia de todo el gabinete libanés el lunes 10. Los habitantes de la capital de Líbano hicieron oír su voz en marchas de protesta contra una clase política que no atiende a los problemas nacionales ni cuida a sus ciudadanos. El panorama ahora no es mejor: el país vive una crisis económica de grandes proporciones y no hay una figura visible que se haga cargo de los problemas. BEIRUT.- Días después de la enorme explosión que azotó esta ciudad, dejando al menos 171 muertos y miles de heridos, y ante la ira popular generalizada por la inacción y la mala gestión del gobierno, el lunes 10 de agosto el pleno del gabinete libanés dimitió. Pero los miembros de la oposición, activistas que han protestado durante mucho tiempo contra un sistema político fracturado que se revuelca en la corrupción y los ciudadanos enojados por las fallas del gobierno –que muchos creen que llevaron a la explosión mortal– temen que la medida no sea suficiente para lograr un cambio real. Por el momento, el gobierno se ha relegado a la condición de mero vigilante de los esfuerzos de rescate y recuperación aún en curso –de infraestructura clave como hospitales y el puerto principal del país, que quedaron destruidos– y de los cientos de miles de personas?desplazadas. Durante una marcha, el sábado 8 de agosto, la ira contra los principales políticos del país se hizo tangible. Muchos ciudadanos portaban carteles que decían “Cuelguen las sogas”; los manifestantes erigieron horcas donde colgaron imágenes de cartón del presidente, Michel Aoun, de Nabih Berri –presidente del Parlamento– y de Hassan Nasrallah, secretario general del poderoso partido político Hezbolá.

Parálisis política

Cuando el primer ministro, Hassan Diab, anunció que todo el gabinete dimitiría el lunes 10 por la noche, señaló que el gobierno se mantendría en el cargo de manera provisional hasta que se nombrara uno nuevo. Pero mientras tanto, muchos libaneses se están preparando para un largo periodo de parálisis política. En su discurso de renuncia, el propio Diab acusó a la clase política de tratar de culpar a su gabinete de la actual crisis económica y de la corrupción del país. En cambio, dijo, esta profunda corrupción estaba “arraigada en cada parte del Estado” desde mucho antes. Por ahora el antiguo gabinete puede seguir reuniéndose, pero sin poder para proponer leyes o emitir decretos. Según el actual sistema político de Líbano el presidente puede nombrar un nuevo gabinete simplemente realizando consultas con el Parlamento, sin necesidad de nuevas elecciones. https://www.youtube.com/watch?v=Vg7LWv8BmEE&t=189s Pero Aoun no ha emitido ninguna declaración al respecto; se limitó a reconocer las renuncias. Y el proceso de relevo en el sectario Parlamento, cuyo funcionamiento origina las quejas de muchos manifestantes, probablemente sea tremendamente lento. Lina Khatib, directora del Programa de Medio Oriente y África del Norte del instituto británico de política internacional Chatham House, dice que la presión de los manifestantes podría acelerar la formación de un nuevo gobierno, pero eso no necesariamente significa que se produciría un cambio. “La pregunta clave es si el nuevo gabinete será simplemente una versión del anterior”, afirma. Si bien es probable que el gobierno entrante incluya escaños en el gabinete para quienes no pertenecen a la clase dominante, hay pocas posibilidades de que tengan suficiente poder para llevar a cabo un cambio real. “El statu quo gobernante no está dispuesto a ceder completamente el poder”, concluye Khatib.

Años de recuperación

Incluso antes de la explosión, una crisis económica había elevado bruscamente los precios de los productos básicos, dejando a muchos frente a la perspectiva del hambre. Ahora no está claro quién se hará cargo del proceso de recuperación y reconstrucción en Beirut y en el país en general en el largo plazo. Con un estimado de 10 mil a 15 mil millones de dólares en daños, según el gobernador de Beirut, Marwan Aboud, el proceso de reconstrucción podría llevar años. Basma Tabaja, subjefe de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja en Líbano, dijo en un comunicado que casi la mitad de la ciudad había sufrido “daños significativos” por la explosión. “Casi 300 mil personas perdieron sus hogares y pertenencias en un abrir y cerrar de ojos”, dijo. “Hay un dolor abrumador por los perdidos y los que sobrevivieron ahora necesitan un apoyo enorme. Muchos quedaron con lesiones que les cambiaron la vida; para otros este golpe, además de tantas otras crisis, es demasiado para manejarlo solos”. Pero a pesar de los millones de dólares en fondos internacionales comprometidos para ayudar a la reconstrucción, a muchos libaneses les preocupa que la disfunción y la corrupción gubernamentales obstaculicen los esfuerzos de auxilio. Hasta ahora, ejércitos de voluntarios han tomado la iniciativa para limpiar las calles de escombros, barrer los vidrios rotos y los escombros. Muchos aseguran que hasta ahora han recibido poco apoyo de las autoridades. Decenas de personas con familiares desaparecidos desde la explosión del martes 4 también acusan haber recibido poco apoyo. Entre ellos está Elie Hasrouty, cuyo padre, Ghassan, trabajaba en el puerto en el momento de la explosión. “Las autoridades retrasaron el inicio de la búsqueda de los desaparecidos en los silos de trigo del puerto de Beirut y luego nos dieron la sorprendente noticia de que la búsqueda de sobrevivientes había terminado, sin darnos ninguna evidencia de su destino”, escribió en Twitter. “¡Basta de renunciar a su responsabilidad!”

Renuncias insuficientes

Las protestas continuaron en las calles del Líbano el lunes 10 por la noche y los manifestantes dijeron que las renuncias no cumplieron con sus demandas de que la élite política ceda el poder. Muchos de los manifestantes pensaban que la dimisión del gabinete dejó al país en un punto muerto similar al que se enfrentó el otoño pasado: en octubre de 2019 las protestas populares forzaron la dimisión del primer ministro Saad Hariri. Diab no lo reemplazó sino hasta febrero de 2020. Pero no ha cambiado mucho en la cúpula del gobierno de Líbano desde entonces, ni tampoco entre los políticos más poderosos del país, muchos de los cuales ganaron relevancia durante la guerra civil de 15 años que terminó en 1990. Se han anunciado más protestas para los días que vienen, pero en la raíz del problema está un sistema construido para equilibrar el poder entre grupos religiosos y étnicos rivales en lugar de producir un gobierno eficaz, señala Maha Yahya, director del Carnegie Middle East Center, con sede en Beirut. Otro gobierno de “unidad nacional”, que priorice la representación de todos los partidos políticos, probablemente fracasará nuevamente, asegura. “El gabinete nunca funcionó como un gobierno cohesivo y coherente”, dice Yahya. “La comunidad internacional debe entender que esta es una de las razones por las que estamos donde estamos”. Para restablecer la confianza el gobierno tendría que incluir a personas que inspiraran la confianza tanto del pueblo libanés como de la comunidad internacional, afirma Yahya.

Lejos de un nuevo gobierno

Los miembros del Parlamento libanés, cuya sede resultó dañada por la explosión, se reunieron el jueves 13, aunque la posibilidad de formar un nuevo gobierno aún se ve muy lejana. Por ahora, muchos de los esfuerzos de ayuda en Beirut seguirán recayendo en organizaciones no gubernamentales, voluntarios locales y grupos de ayuda internacional. Y aunque muchos ciudadanos esperaban un futuro con un gobierno en funcionamiento a la cabeza, la necesidad de ayuda es inmediata. Ahora está en juego el futuro a largo plazo del sistema de gobierno, no sólo la respuesta inmediata de emergencia. Y muchos libaneses creen que el país debe buscar un cambio real, al margen de su élite gobernante. Paula Yacoubian, exmiembro independiente del Parlamento de Líbano –renunció recientemente–, señala que incluso cuando el gobierno formalmente tenía el control total, no se ocupaba de sus ciudadanos y dejaba gran parte de la responsabilidad de la ayuda a los grupos de la sociedad civil y a los donantes internacionales, a quienes llamó los “verdaderos cuidadores de los desplazados y los heridos tras esta catástrofe”. “Lo que realmente necesitamos es simple: un gobierno honesto, independiente y competente”, dice. “Las secuelas del desastre nos mostraron quién realmente puede servir y liderar a esta nación. Deberíamos elegir entre ellos”. Este reportaje forma parte del número 2285 de la edición impresa de Proceso, publicado el 16 de agosto de 2020 y cuya versión digitalizada puedes adquirir aquí

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