Renunciar al celular

sábado, 27 de abril de 2019 · 11:05
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Adicción, aislamiento social, desinformación, polarización política, degradación, sedentarismo… no suenan precisamente como los nombres de aplicaciones innovadoras. Pero vienen incluidas junto con su teléfono, en su plan de datos, o con WiFi. Una extraña coincidencia en los días recientes hace ver al teléfono inteligente como el enemigo de la humanidad y no como su panacea. No es que sea nueva esa cruzada. Lo que llama la atención es que se intensifique desde varios frentes. El primero de ellos es el renovado protagonismo de Tristan Harris, exempleado de Google y cofundador del Centro para la Tecnología  Humana, y quien desde hace años ha advertido de la degradación humana que ha supuesto la lucha de las grandes empresas tecnológicas por competir en la llamada “economía de la atención”, en donde el objetivo es capturar la mayor parte del tiempo de la gente, a costa de lo que sea. El segundo corre por cuenta de Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista sensación de la política estadunidense gracias a su manejo febril de las redes sociales, y que ahora decidió cerrar su página de Facebook y disminuir su presencia en Twitter, al considerar estas plataformas como un riesgo para la salud pública. El tercero lo constituye la Organización Mundial de la Salud, que el pasado miércoles dio a conocer directrices para promover la actividad física entre los niños con el fin de que jueguen más y eviten el sedentarismo. Entre sus propuestas está la de reducir el tiempo que los menores de cinco años pasan frente a las pantallas. Como si hubiera un acuerdo previo, los tres actores pusieron en el primer plano la reflexión sobre las conductas tóxicas que trajo consigo tener el mundo en el bolsillo, una evolución tecnológica que devino en involución humana. Con esa consigna, Tristan Harris y su colaboradora Aza Raskin lanzaron el pasado 23 de abril la iniciativa Una nueva agenda para la tecnología, ante 300 personas congregadas en el Centro SFJAZZ de San Francisco, California. Sin dudar de que la humanidad vive una crisis existencial y una degradación, ambos compartieron un diagnóstico en el que la sobrecarga de información del mundo digital no mejoró la comprensión del individuo sobre el mundo real. Por el contrario, redujo su capacidad de atención y de relacionarse con profundidad, y le impuso un sistema de incentivos basados en símbolos de pulgares alzados y corazoncitos para incrementar la autoestima. Un sistema en el que un canal de streaming suelta todos los capítulos de una serie para tener al público conectado el mayor número de horas posible, enganchándolo a que vea capítulo tras capítulo y consuma así los fines de semana. Una dinámica a la que no le importó minar el tejido social e impactó en el desarrollo infantil, la salud mental, la civilidad y la democracia. Y es que llegó un momento en el que la tecnología no superó a la inteligencia humana, sino a la debilidad humana. Lejos de fortalecer sus defensas, subrayó sus vulnerabilidades. Se cumplió en parte un vaticinio del escritor Sydney Harris: “el peligro real no es que las computadoras comiencen a pensar como hombres, sino que los hombres comiencen a pensar como computadoras”. El resultado, dicen Harris y Raskin, es una falla sistémica en el que se promueve la adicción, cuyas consecuencias extremas son la depresión y el suicidio; y la polarización, que conduce al aislamiento y la polarización. Además de síntomas como la pérdida de la atención y de la capacidad para pensar críticamente, así como trastornos en el sueño. Un video colocado en su página web aporta cifras: 150 es el número de veces por día que los millenials revisan sus teléfonos; 70% de adolescentes usa redes sociales múltiples veces al día con 16% diciendo que las emplean “casi constantemente”; 1.6 mil millones de deslizamientos (swipes) por día se dan en la red Tinder, más de 18 mil 500 por segundo. Su llamado pretende involucrar a una reflexión colectiva a los responsables de formular políticas públicas que, de entrada, visualicen en toda su dimensión el hecho de que las tecnologías actuales están diseñadas para explotar las debilidades humanas y manipularlas, pues es parte de una competencia atroz por monopolizar el ocio de las personas y capitalizar la información derivada de su conducta en línea. Unos días antes, el 15 de abril, en un podcast de Yahoo, la representante Ocasio-Cortez parecía haberles tomado la palabra, literalmente. “Las redes sociales representan un riesgo de salud pública para todos", dijo entonces. “Hay impactos amplificados para los jóvenes, especialmente los niños menores de tres años, con tiempo de pantalla. Pero creo que tiene muchos efectos en las personas mayores. Creo que tiene efectos en todos. Mayor aislamiento, depresión, ansiedad, adicción, escapismo… ”. Y a escala global, la OMS ya hizo lo propio al instruir que justamente los niños menores de cinco años estén lejos de las pantallas, jueguen más y duerman mejor. Para los niños de 1 año, no se recomienda el tiempo de pantalla sedentario (como mirar televisión o videos, o juegos de computadora). Para aquellos de dos a cuatro años, el tiempo de pantalla sedentario no debe ser más de 1 hora; menos es mejor. Suena a un buen principio para evitar una generación cuyo dedo índice sea lo único que se mueva.

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