Jorge Kuri en su quinto aniversario
MÉXICO, D.F., 14 de abril (Proceso).- Recordamos la muerte del joven dramaturgo Jorge Kuri en la primavera de 2005 a los 29 años de edad. A cinco años de su muerte, sus propuestas innovadoras y originales siguen vigentes a pesar de que pocas de ellas han sido editadas o llevadas al escenario. Ya no está él para buscar la forma de dar a conocer su trabajo y que sus personajes futurrústicos cobren vida.
Los universos que Jorge Kuri plantea en sus obras de teatro no son un retrato de la realidad ni es un mundo mágico u onírico. Se trata, más bien, de un mundo personal cargado de imaginación donde el juego es la materia prima. Sus personajes tienen que ver con los cómics, los antihéroes, las ferias de pueblo o nuestros intelectuales. En medio del chacoteo, hay una inquietud existencial y profunda del ser humano. No habla del ser o no ser, sino del ontoy y de ese estarse buscando a sí mismo en todas partes, desdoblándose en sus personajes; como en sus obras El agente Chupafaros, El laberinto del yo y El escritor tiene la culpa.
Los personajes de Jorge Kuri son completamente verdaderos. Porque así es el buen teatro: un presente perpetuo con una lógica propia, personajes vivos que contactan con el imaginario del espectador y le hacen creer que esos mundos intangibles sí existen, por lo menos mientras dura la obra.
En 2006, Tierra Adentro y la f,l,m le publicaron Delirio en claroscuro, que incluye esta obra y El laberinto del yo. De monstruos y prodigios, escrita en coautoría con el director Claudio Valdés Kuri acerca de la historia de los Castrati, que fue reconocida internacionalmente y multipremiada. La amargura del merengue también fue premiada y llevada a escena en Nueva York en 2004. En ella retoma la poesía de Sor Juana y revive personajes de una feria de circo. Recurre al mambo y al chachachá, así como a los zafarranchos que suceden en las cantinas, y que en muchos de ellos él fue protagonista.
Sin ninguna pretensión feminista, Jorge Kuri crea personajes cuyo poder o debilidad emergen de sí mismos; no hay esquemas de víctimas y victimarios, ni buenos y malos; la complejidad de los personajes femeninos y masculinos y su capacidad de reflejar sus mundos interiores los vuelven ricos y ambiguos, cambiantes y sólidos. Lo importante para ellos es la aventura.
Conmemoramos el quinto año de la ausencia de Jorge Kuri, dramaturgo, y festejamos el documental El embajador de la luna, que elabora Alberto Rea, egresado del CUEC, que se presentará en julio en la UNAM en el Festival Internacional de Cine Documental.