¡Cuidado! ¿Cómo ve?

miércoles, 13 de marzo de 2013 · 13:10
MÉXICO, D.F. (apro).- ¡Ojo con sus ojos!, apreciado lector de la presente, pues en ese su mirar, de darse cuenta con sus ojos de las cosas que lo rodean, del prójimo, de los hechos, acciones y actividades en las que se mueve usted mismo, está el peligro de que el poder virtual que tiene la vista de hacerlo, lo convierta realmente en un cíclope visual y mental, en lo personal y en lo social, ya que si se toma en cuenta, como por ahí dicen, que los ojos son las ventanas del alma, lógico es pensar en consecuencia que según sean los cristales de las mismas, si lisos, transparentes, translúcidos, opacos, cóncavos, convexos, de colores o aumento, así serán de cambiantes las sensaciones que recibirá el alma, el cerebro y de las mismas sacará las conclusiones de lo que es el mundo en que vive, de las particularidades que lo componen, lo que conformará el sentir, pensar, hablar y actuar de cada una de las humanas criaturas. Por sabido se da que por medio de sus ojos inicia todo individuo el ir, de manera preponderante, conociendo el universo en el que le tocó vivir, actividad en que los mismos le son de gran ayuda para irse orientando, dar rumbo y trazar metas a su existir; ¡mas ay!, en no pocos casos y con harta frecuencia, ocurre que aunque la persona visualice al mundo con sus dos ojos, es como si en realidad mentalmente lo hiciera con uno solo, el derecho o el izquierdo nada más, por lo que las simbólicas ventanas se abren y se anclan preferentemente en los hechos que más atraen a la inclinación preponderante del pensar de cada individuo, con lo que se refuerza y da más solidez a esa su manera de pensar de cada quien, que puede deberse a impulso innato, costumbre heredada, calculada conveniencia, por espíritu de imitación o porque a ello obligan las circunstancias de la vida de cada cual, lo que nos pone ante una inquietante realidad: que los hechos pueden ser objetivos; lo que ya no lo es el contemplarlos, el interpretarlos y el explicarlos. Al dar mayor intensidad de ver, al mirar lo que sea, a un ojo sobre otro (sea el derecho o el izquierdo), pone al que tal hace en peligro de convertirse en un cíclope mental, psicológico (de derechas o de izquierdas), tanto en lo personal como en lo social, como señalé al inicio de la presente. Puede que esa manera de visualizar de mayor concentración e incluso profundizar al sujeto que de tal modo mira, pero a la vez es evidente que limita su horizonte visual, y esa limitación de su horizonte visual, repito, igualmente limita la de su entender, interpretar y explicar lo que observa, pues como ya han dicho, “ningún hombre (ni ningún hecho en sí, añade servidor) es una isla”, lo que quiere decir que todo hecho, como todo hombre, está relacionado con otros muchos, a los que hay que tener en cuenta si lo que se persigue es adquirir un conocimiento lo más apegado posible a lo que en realidad es ese individuo o cosa, hecho o fenómeno que se observe; estar muy conscientes de cómo se fijan los ojos en la o las personas, las cosas u objetos que les rodean y entre los que hacen su vida, en primer lugar, se hace con los dos ojos propios; en segundo, si con el derecho o con el izquierdo, finalmente, si se mira al prójimo y las peculiaridades del mismo, sus acciones y los resultados de ellas emanados se deben más que nada porque alguien o grupo de presión con poder para hacerlo, se los han metido por los ojos, como vulgarmente se dice, es decir, con la disimulada o cínica intención de que así los acepten, como ellos quieren y se los presentan. Si así fuera el caso, unos consejos que considero que le serán de utilidad a todo lector de la presente: es sano y conveniente, por la dignidad de uno y hasta por no perder la cara y tener que ir con caretas, averiguar si se debe a que no ha sido seducido por ignorancia o poco carácter, por hambre o porque no queda más remedio si se quiere seguir viviendo, esto es, por miedo, en esos casos es aconsejable ir a la librería y adquirir y leer al menos 20 minutos al día, alguna de las obras que tratan sobre la valoración histórica de la moralidad, amoralidad e inmoralidad incluso, tanto individual como social, que en no pocos casos encierra la retórica del discurso generado por el poder público o privado, así sea sobre lo más sagrado, como Dios, religión, patria, democracia, progreso, el bienestar y hasta la felicidad de todos y cada uno; obras de las que “El reverdecer de América”, de Charles A. Reich, y “El discurso político”, coordinado por Mario Monteforte Toledo, considero que, apreciado lector, pueden serle de utilidad. Con el sincero deseo de que así sea: JUAN RECUERDA

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