Triunfal reestreno de la cantata "La Espada", de César Tort

domingo, 23 de junio de 2013 · 21:03
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La cantata sinfónica La Espada, que César Tort estrenó en el Palacio de Bellas Artes en 1965 (sólo interpretada cuatro veces más al año siguiente), tuvo una acogida extraordinaria este mediodía en la Sala Nezahualcóyotl con la Filarmónica de la UNAM, dirigida por José Guadalupe Flores. La acompañaron cuatro coros y el célebre actor Emilio Echevarría como narrador de un fragmento del poema de Carlos Pellicer Tempestad y calma en honor de Morelos. Con una duración de 18 minutos, esta “Cantata a Morelos” del compositor y maestro nacido en Puebla en 1925 y creador del sistema Tort de educación musical para niños y jóvenes con instrumentos prehispánicos, alternó en la primera parte con las Suites 1 y 2 de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, el Concierto para clarinete y orquesta op. 57 de Carl Nielsen, y dos movimientos (Andante y Dies irae) de Influencias del también mexicano Manuel Cerda Ortiz. El concierto reprodujo la función de ayer a las 20:00 horas, igualmente repleta la sala universitaria recién remodelada. Flores, director huésped, a decir de los conocedores un maestro con oficio y sensibilidad, hizo vibrar a la orquesta a un ritmo exacto, mientras los coros, coordinados por Germán Tort -hijo del compositor-, impactaron con el recurso de hacer el eco a la palabra “Morelos” dicha con fuerza por Echevarría, quien durante su intervención consiguió recitar-declamar en el tono de grandilocuencia con que Pellicer escribió el poema, que comienza: Imaginad: Una espada en medio del jardín. Eso es Morelos… Los coros participantes conmocionaron al público: Fueron, en un hecho poco frecuente para una obra mexicana (en total 157 cantantes entre sopranos, mezzosopranos, contraltos, contratenores, tenores, barítonos, bajos, 55, 29 34 y 39 respectivamente), el Magisterial del Sistema Musical conducido por Alejandro León; Convivium Musicum bajo la dirección de Víctor Luna; del Instituto Artene, fundado por el maestro Tort con la titularidad de su hijo Germán, y de la Secretaría de Marina de la Armada de México, que según apreciaciones entre los coristas al término del concierto, se alejó de la conducción general. Al término, Tort recibía en el hermoso hall los elogios y las felicitaciones, y no se cansaba de repetir que su Cantata y el poema de Pellicer eran “la voz de la tierra, de nuestra tierra”. Eso comentaban compositores y músicos asistentes también, como Samuel Máynez Champion, quien remitía la obra al espíritu nacionalista tan necesario hoy. Calificó La Espada como una pieza de enorme interés, al igual que Influencias de Cerda (1949), “un autor prácticamente desconocido”. Como lo señaló Proceso en su edición 1911, “han transcurrido 47 años del estreno por Luis Herrera de la Fuente al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional de La Espada en la sala central del Palacio de Bellas Artes, y 46 desde que Eduardo Mata la llevó al Teatro Degollado de Guadalajara en el centenario del recinto”. Dijo Tort ahí al reportero Roberto Ponce: “Conocí a Pellicer porque en 1965 la SEP, a través de la Subsecretaría de Cultura que dirigía el novelista revolucionario me encargó una obra para conmemorar 200 años del natalicio del general José María Morelos y Pavón en un homenaje en Bellas Artes. Magdaleno me entregó ‘Tempestad y calma…’. Pellicer pintaba con las palabras como si fueran murales de colores muy vivos. “(…) Si yo iba a hacer algo musical debía ser semejante, no una obra chiquita de cámara, era imposible. Necesitaba una gran orquesta y un gran coro.” El Método Tort no fue aceptado por la SEP para ser implantado en las escuelas primarias. En cambio, se determinó que los alumnos emplearan pequeñas flautas que vendía la casa comercial japonesa Yamaha. Así, Tort, en los setenta, funda el Instituto Artene, A.C., en Coyoacán, que el próximo año cumple cuatro décadas. Los niños y adolescentes aprenden con ese método, con inusitada facilidad, los elementos de la música en base a instrumentos como el teponaxtle, la chirimía, el huéhuetl, entre otros. Tal sistema ha sido reconocido internacionalmente, sobre todo en América Latina. Tort habló asimismo de su cantata La Espada así: “Este tipo de géneros musicales se hacía poco en México; existen cantatas y obras sinfónicas con coros, pero son escasas, y el carácter del poema pelliceriano era guerrero, bravo, épico, volcánico. ‘No, dije, tengo que estar a la altura’. Y cuando me volvieron a llamar a Bellas Artes estaba ahí don Carlos Pellicer…”.

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