Mujeres de Negro: Justicia, no venganza
Sus armas son la no violencia. Su “guerra”, la paz. Pero estas mujeres de blanco espíritu, conocidas en el movimiento pacifista mundial como las Mujeres de Negro, son tan combativas como el guerrero más temible. Se hermanaron en 1988 en el contexto de la primera Intifada. Vestidas de luto, una docena de ellas se plantaron decididas en ?el centro de la Jerusalén y alzaron su voz contra ?la guerra.
MÉXICO, D.F. (Proceso Especial 35).- Empezaba 1988, estaba en curso la primera intifada (revuelta) palestina contra la ocupación e Israel respondía a las pedradas con disparos. Los televisores mostraban imágenes de mujeres y niños palestinos sufriendo la represión y ese sufrimiento comenzó a sacudir conciencias. El 8 de enero de ese año, una docena de mujeres vestidas de negro, de luto, se manifestaron en el centro de Jerusalén contra la guerra.
Su presencia llamó la atención y causó enojo a muchos ciudadanos israelíes. Recibieron críticas por llorar a los enemigos y no a los soldados locales, a quienes la mayoría consideraba víctimas del conflicto. Pero ellas no se amedrentaron. Convocaron a una vigilia similar cada viernes al mediodía.
Su ejemplo fue imitado por otras mujeres que no se sentían identificadas con esa guerra. Así, cada viernes, durante varios años, mujeres de diferentes ciudades israelíes —lo mismo árabes que judías— se unieron a las manifestaciones que pedían “Fin a la ocupación”.
Desde ese momento fueron bautizadas como Women in Black, Mujeres de Negro, y sin saberlo dieron a luz a un movimiento feminista, pacifista, antimilitarista que aún hoy permanece y se extiende por el planeta. En 1989, acompañadas por mujeres europeas, hicieron una cadena humana alrededor del muro de Jerusalén para pedir la paz.
Como ondas que se expanden en el agua, su rebeldía inspiró a otras. Las vigilias enlutadas y en silencio, a falta de palabras para expresar tanto dolor, se convirtieron en una tradición que contagia a mujeres de todo el mundo.
En 1991 otro grupo de mujeres, ahora londinenses, acuñaron el nombre de Women in Black y se manifestaron contra la Guerra del Golfo. Ese mismo año imitaron el esfuerzo mujeres yugoslavas que veían cómo su país se desintegraba, y un grupo de españolas se solidarizó con su causa, les brindó refugio y comenzó a visitarlas.
Las nuevas redes femeninas estrenaron una forma de apoyo que consistió en viajar a las zonas de guerra para solidarizarse con las mujeres que la padecen. Así estuvieron presentes en Belgrado, Zagreb y Sarajevo.
La mecha ya estaba encendida y continuó su camino. Prendió en India, Nepal y Filipinas, se engrosó gracias al uso de las nuevas tecnologías que tuvo en contacto a los distintos grupos. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos las activistas estadunidenses se manifestaron contra la reacción bélica de su gobierno en Medio Oriente y clamaron por “justicia, no venganza”.
En Latinoamérica el movimiento echó raíces principalmente en Colombia con la red que articula organizaciones femeninas, llamada la Ruta Pacífica de las Mujeres, que se opone al conflicto armado y a la violencia del bando que sea. Se hicieron presentes en la estigmatizada y castigada Comuna 13, de Medellín, conocida como incubadora de guerrilleros, durante la redada militar que padeció el barrio. También han usado su cuerpo como escudo en la selva, donde se han presentado para evitar las fumigaciones antinarcóticos que afectan la salud de mucha gente.
En agosto albergaron el último encuentro mundial del movimiento Mujeres de Negro de todo el mundo, que reunió durante una semana a pacifistas de Europa, Asia, América y África para compartir experiencias, estrechar lazos, reconocerse como cómplices, trazar el largo camino por seguir y darse coraje para resistir.
Distintas voces narran esas experiencias.
“Trabajamos juntas”
España.
“Nuestros gobiernos son enemigos, ?pero las mujeres trabajamos juntas.”
Luz González, profesora de literatura española.
“Nosotras nos sentimos afectadas en el 92 durante la Guerra de los Balcanes cuando la OTAN bombardeó, porque nuestro país bombardeó y a pesar de que la causa era justa —por el evidente genocidio en Srebrenica— el ataque no evitó el genocidio, porque después de eso ocurrió una masacre de 8 mil musulmanes; las mujeres de allá nos avisaron y vimos cómo podíamos apoyarlas.”
La profesora González descubrió el movimiento durante un viaje a Chicago, después del derrumbe de las Torres Gemelas, cuando Estados Unidos ya había comenzado la guerra para acabar con sus enemigos del mundo árabe.
“Un día vi gente protestando por la guerra contra Afganistán; decían: ‘Not in our name’, que es el eslogan de las Mujeres de Negro. Que las guerras no se hagan en nuestros nombres. Nosotros también formamos parte de los países invasores y pedimos el retiro de España, miembro de la OTAN, de Afganistán.”
Las españolas no sólo están volcadas a los asuntos exteriores. En su país piden una solución negociada, a través del diálogo y no de la fuerza, a las demandas de la agrupación separatista ETA. También se oponen a la violencia contra las mujeres.
Se manifiestan silenciosamente el último domingo de cada mes en la Plaza Mayor de Madrid y tienen armada una red de solidaridad para apoyar a las compañeras que tienen dificultades en otros países, hacer eco de sus protestas, reclamar a niveles diplomáticos cuando agreden a una y mandar información a la prensa de lo que ocurre en esos países.
González conoce de primera mano la experiencia de los Balcanes, a donde ha ido para solidarizarse con las mujeres de esas tierras. “Yo viajé en los camiones con las mujeres serbias del movimiento que acompañaban a las musulmanas bosnias al funeral de 500 cuerpos que ese año se habían desenterrado. Eso me marcó”.
Llorar a los mismos muertos
Serbia.
“Recuperé esa humanidad
perdida en la guerra.”
María Perkovich, periodista.
“Aunque en mi país no había directamente una guerra, porque yo soy de Serbia, el país agresor, y yo vivía lejos de Belgrado, sólo me afectaba la guerra porque la economía se estaba afectando. Por conducto de unos amigos conocí a las primeras Mujeres de Negro y desde entonces el movimiento ha dado real significado a mi vida”, dice Perkovich.
La periodista viene de varias generaciones de activistas, militantes comunistas y participantes en política desde antes de la Segunda Guerra Mundial. “Mi primera experiencia en la organización fue muy humanizante, fue de recuperar esa humanidad que pierdes con la guerra, ese primer encuentro con las mujeres bosnias y lo que me enseñaron de su vida, su trabajo; su humanidad tocó mi vida”, dice con una amplia sonrisa.
En lo que fue Yugoslavia las mujeres de los bandos enfrentados trabajan juntas para dar a conocer la locura de la guerra. Lo inhumano y patriarcal de su comportamiento. Ambas lloran a los mismos muertos.
Cada 11 de julio las serbias asisten al funeral conmemorativo de los musulmanes bosnios asesinados por los militares de su país, acompañadas por colegas europeas. Juntas, por la presión que hicieron, lograron que a la masacre de Srebrenica se le llame “genocidio”.
“Nuestra solidaridad no sólo es política, es más allá, nos cuidamos, nos tenemos afecto personal, es una amistad más íntima”. A cada encuentro internacional donde debe dar su testimonio, ella viaja con Jadranka, una mujer de negro bosnia, y juntas materializan esa creencia común de que los gobiernos son los enemigos pero las mujeres son amigas.
Pacifismo feminista
Colombia,
“Vamos a las zonas de conflicto ?cuando nadie va.”
Ana Mendoza, docente y promotora
de derechos sexuales y reproductivos.
“Soy de la organización Mujer y Futuro. En 2000 nos hablaron de otra organización que nos invitó a una movilización en Barrancabermeja en solidaridad con las mujeres que estaban siendo atacadas y amenazadas por los paramilitares.
“Acudimos unas 80 y cuando llegamos nos encontramos a otras 3 mil que habían acudido, sin contar a las mujeres del lugar. ¡Era un mundo de mujeres vestidas de negro en una apuesta clara contra la guerra! Ahí descubrí lo que se llamaba la Ruta Pacífica de las Mujeres, fue un amor a primera vista; desde entonces supe que ese era el lugar donde quería estar.”
A partir de entonces Ana Mendoza hizo del pacifismo feminista su forma de vida.
“El hecho de estar con otras mujeres alimenta el espíritu. Ver la apuesta política de toda esa fuerza de las mujeres es un hecho transformador para la vida de las feministas, pacifistas, antimilitaristas, que no es un título, es un modo de ver, sentir, pensar el mundo. Significa un cambio radical cuando empiezas a entender que ser pacifista no es quedarse quieta ante la violencia, sino actuar para cambiar las cosas pero sin dañar a otros”, dice sonriente y con el entusiasmo de una enamorada.
Aunque ella no es víctima directa del conflicto armado que azota Colombia, dice que todas las colombianas sufren de alguna manera por éste: “Nuestros impuestos son usados para comprar armas, el ambiente de nuestro país y la vida de las mujeres están militarizados, nuestras amigas han sido víctimas directas de la violencia, algunas han sido violadas”.
Las mujeres dela Ruta Pacífica no son sólo de palabra, también de acción: van a las zonas de conflicto cuando nadie, ni siquiera los periodistas, van.
“Fuimos 3 mil mujeres al Putumayo cuando era la época fuerte de los rocíos (de veneno) contra los cultivos, fumigaciones que estaban afectando la vida y el ambiente de las mujeres. Hemos ido a la frontera con Ecuador para hacer evidente que las mujeres han tenido que huir para refugiarse en otro país porque la situación es insoportable. En estos 15 años hemos logrado evidenciar que esta guerra impacta a las mujeres, que han sido víctimas de la violencia también sexual y hemos recorrido el país de sur a norte y de oriente a occidente”.
Gracias a la articulación de todas las organizaciones que forman la Ruta Pacífica, lograron que la Corte Constitucional ordenara al gobierno colombiano diseñar 13 programas específicos para atender a las personas en situación de desplazamiento, con diferencias para las mujeres.
Este año son las anfitrionas de las otras mujeres que, vestidas de negro, salen a la calle a repudiar las guerras y a pedir: “No en nuestro nombre”.
Por un mundo en paz
Estados Unidos.
“Que las víctimas sepan que no están solas.”
Margaret Kuhlen, trabajadora social voluntaria.
“A raíz de la invasión de mi país a Irak empecé a participar en el movimiento porque yo —y mucha más gente— me sentía desesperada, estaba en contra pero no sabía qué hacer hasta que me dije: ‘Esto (manifestarme) sí lo puedo hacer’. Y empezamos a salir a la plaza pública de Santa Fe, Nuevo México, en manifestaciones de media hora cada viernes, donde escribimos carteles en los que señalamos ‘Estamos por la paz’, ‘Lloramos a todas las víctimas de la guerra’ y ‘Mujeres de Negro’.”
Kuhlen hace lo que haría cualquier mamá, siempre cuida a los demás, reza por ellos.
“Cuando me manifiesto en silencio, rezo por los civiles inocentes muertos en todas las guerras por el mundo, por los soldados heridos, por la gente que trabaja por la paz y por todas las mujeres que están dando a luz para que sus bebés puedan crecer en un mundo en paz y que no perdamos las esperanzas ante noticias tan decepcionantes.”
Aunque muchas veces ella y sus compañeras son incomprendidas por los transeúntes que pasan frente a las manifestaciones, se sabe afortunada porque no recibe ataques, como ocurre con las mujeres de otros países, donde se considera traición manifestarse contra las políticas gubernamentales.
“Esto ya se hacía antes en otras ciudades de Estados Unidos. Lo que queremos es hacerle saber a las familias de los que han muerto que sus seres amados no están olvidados, que otra gente se preocupa de trabajar por la paz. Esta es una red que se enfoca en recordar las cosas que otra gente trata de olvidar por dolorosas, y para hacerles sentir que no están solas.”
“La ocupación es patriarcal”
Israel.
“Mi libertad está ligada ?con la de los palestinos.”
Ivonne Deutsch, feminista y trabajadora social.
“En 1988, cuando empezó la intifada, un grupo de mujeres salió a las calles a pedir el fin de la ocupación. Empezó con siete, ocho judías en Jerusalén que hicieron una vigilia de las Mujeres de Negro y en dos meses su ejemplo ya se había expandido. Así nació en todo el mundo el movimiento. Se formó cuando en las noticias se vio que salieron a las calles mujeres y niños palestinos a manifestarse y muchas mujeres (judías) entendieron que sus soldados estaban oprimiéndolos, que eso no estaba bien. Por eso empezamos a salir.”
Desde antes de 1988 Deutsch era una veterana activista por la paz. Se autodenomina “resistente contra la ocupación” porque asume que pertenece al país ocupante, por eso dice que su libertad está conectada con la de los palestinos.
Para ella lo novedoso de las primeras manifestaciones es que no fueron los pacifistas de siempre los únicos que salieron a las calles.
“Para mí manifestarme no era nuevo. Yo siempre he estado contra la ocupación y es una forma de expresarme políticamente contra la guerra y expresar a la sociedad israelí que no está bien esa política, que hay que cambiarla, y para recordarle a la sociedad que hay una ocupación. Pero lo que pasó en 1988 es que por primera vez, además de las mujeres de la izquierda radical, salieron a las calles mujeres que nunca habían sido militantes y que pedían también parar la guerra.”
Cada viernes a mediodía, en diferentes partes del país, las mujeres salían a las plazas vestidas de negro para manifestar su desacuerdo y solidarizarse con las palestinas. Así durante años. En 1991, por el acercamiento de Palestina e Irak durante la guerra del Golfo y posteriormente por los Acuerdos de Oslo —que hacían ver cercana la paz—, dejaron de manifestarse públicamente para actuar con cautela. Pero a partir de 1993 el movimiento resurgió y ahora se marcha en 30 lugares.
Las palestinas que viven en Israel se manifestaron y también comenzaron a trabajar con otras organizaciones en los territorios ocupados. Hicieron visible que, contrario a lo dicho en Oslo, en los territorios ocupados no hay paz y se vive una guerra de distintas intensidades.
“Dejamos de trabajar juntas porque tuvimos la sensación de que si trabajábamos juntas la gente iba a decir que todo está bien, que ya hay paz, que todo está arreglado y ese no era el mensaje que queríamos dar.”
Actualmente, en grupos mixtos en los que participan hombres, protestan cada semana contra el muro que divide a Israel y Palestina y contra los barrios construidos sobre asentamientos palestinos a costa de desplazar gente.
“Creo que mujeres y hombres tenemos diferentes experiencias en la vida: las relaciones de poder de los hombres son patriarcales, la ocupación es patriarcal; en cambio, si las mujeres se juntan su discurso es diferente, su nivel de escucha es distinto, son más concretas, son menos teóricas, están más conectadas a la vida diaria.”
Problemas ancestrales
India.
“Estamos contra el militarismo y la guerra.”
Celina, coordinadora de un centro ?de intervención en crisis y activista de ?un colectivo feminista.
Vimochana significa liberación. Así se llama el centro fundado por la activista Corine Kumar, en Bangalore, India, con el que intentó responder a problemas comunitarios ancestrales, como el de la dote que las familias de las mujeres tienen que entregar a la del futuro marido si desean casarse.
“El problema de la dote es de propiedad, oro, tierras, posesión. Los gastos millonarios de las bodas los paga la familia de la mujer que se humilla para agradar a la del esposo. En India hay muchos abusos: matrimonios arreglados, hostigamientos a la esposa para que se vaya si el esposo se enamora de otra, suicidios de las viudas o la quema de las esposas por sus maridos, casos que son tratados y aceptados como accidentes.”
La información de las Mujeres de Negro llegó hasta la fundadora de esta organización que peleaba por relaciones más equitativas entre géneros y que en sus viajes había conocido a las Madres de la Plaza de Mayo, a algunas madres de desaparecidos de Sri Lanka y las manifestaciones por la paz de las mujeres de Medio Oriente. Kumar pensó entonces que el esfuerzo de estas mujeres podría ser aplicable a India, donde los intentos por separar el país entre musulmanes e hindúes ha costado miles de vidas.
“En 1993 empezamos Mujeres de Negro en India y nos manifestamos contra los conflictos, la guerra, la violencia, las disputas por agua, tierra, lenguaje, religión o castas. Nosotras respondemos a todo eso porque estamos contra el militarismo y la guerra”, explica Celina, colaboradora de Kumar.
Las mujeres de India también han realizado actos en solidaridad con otras mujeres del planeta que luchan por sus mismos ideales, para globalizar la solidaridad.
“De Bangalore viajó un grupo a Srebrenica y no encontró ningún hombre, ningún niño, por eso empezó la solidaridad con ellos, y difundimos lo que ocurría para que India sepa lo que pasó ahí y lo que está pasando en Afganistán, Irak o Sri Lanka. Y ahora estamos conociendo lo que ocurre en Colombia, lo que han hecho estas mujeres que han sido revolucionarias, para tomar su ejemplo y apoyarlas.”