Menonitas: Fuera de la tierra prometida
Llegaron a Trinidad, en Bolivia, hace cinco años para trabajar la tierra. Le dieron la pelea a la selva y la ganaron, a pesar de que los predios en los que laboran no son realmente suyos: los estafaron en la compra. Ahora enfrentan otro enemigo: la maraña burocrática que amenaza con expulsar de su paraíso a medio millar de menonitas mexicanos y bolivianos. Sin embargo, en el fondo del problema, en el que ya interviene la diplomacia mexicana, parece haber intereses políticos del gobierno de Evo Morales.
TRINIDAD, BOLIVIA.- En 1969, a los 17 años, Franz Wieler viajó miles de kilómetros desde su natal Chihuahua hasta Santa Cruz, en Bolivia, donde apenas 12 años antes los menonitas fundaron sus primeras colonias. Y ahí se instaló.
Después de 36 años, el menonita Franz Wieler decidió emprender un nuevo viaje, ahora de Santa Cruz al Beni, también en Bolivia, para crear una colonia que él mismo dirigiría.
Entonces nada le hacía pensar que en 2010 podría iniciar otra travesía pero sin destino cierto: él, su esposa Ana, sus cuatro hijos y otros 600 menonitas están a punto de ser expulsados de lo que concibieron como la tierra prometida.
Desde 2005, Franz Wieler vive en la colonia menonita Río Negro, a 120 kilómetros de la ciudad de Trinidad, capital de la gobernación del Beni. Cuando llegó a la zona, junto a decenas de mexicanos y bolivianos que lo acompañaban, comenzó una lucha desigual contra la naturaleza a la que, sin embargo, venció. En cinco años esos menonitas transformaron un bosque inhóspito en una próspera región agrícola donde los varones producen arroz, maíz, soya, sorgo, girasol y frijol, mientras las mujeres se dedican a la lechería y al cuidado de la casa y los hijos.
Proceso llegó a Río Negro. Al cruzar la cerca que separa la colonia de un camino polvoriento poco transitado es inevitable sentirse en un mundo distinto al de la tradicional Bolivia rural: sus habitantes, caucásicos, parecen haber surgido de algún paraje holandés o alemán. La tranquilidad apenas es alterada por el ruido de la maquinaria agrícola o el paso de un buggie –rudimentaria calesa tirada por un caballo– que transporta a sus apurados pasajeros a sus casas antes de que la luz natural se extinga. Los menonitas no usan energía eléctrica.
El Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA) de Bolivia, entidad responsable de distribuir tierras y certificar su propiedad, decidió echar de su colonia a los menonitas, a quienes acusa de estar asentados ilegalmente.
“Estamos haciendo el esfuerzo, no de ahora, sino desde el inicio, para que ellos salgan voluntariamente. Pero si no encontramos ninguna respuesta en ese sentido, vamos a tener que proceder con el auxilio de la fuerza pública”, dijo a este semanario el director nacional del INRA, Juan Carlos Rojas.
El tema, de por sí complejo, tiene una arista internacional ya que, según el embajador de México en Bolivia, Rafael Cervantes –quien respondió por escrito a un cuestionario de Proceso–, en la colonia Río Negro viven cerca de 70 ciudadanos mexicanos y aproximadamente 500 de sus descendientes. “Si bien tienen la nacionalidad boliviana, ya que nacieron en Bolivia, de acuerdo con nuestra legislación podrían optar por solicitar la mexicana, ya que son descendientes de ciudadanos mexicanos”, afirma Cervantes.
Por ello la actividad diplomática mexicana ha sido intensa en este tema. La embajada en Bolivia, que considera el asunto como un “grave problema”, se ha reunido con los más altos representantes de la cancillería boliviana y presentó el caso al Defensor del Pueblo (ombudsman) y al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, además de contratar a dos firmas de abogados bolivianos para analizar el conflicto.
El sábado 14 y el domingo 15 de agosto estuvieron en Bolivia el subsecretario para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Salvador Beltrán del Río, y el director general de Protección para los Mexicanos en el Exterior, Daniel Hernández Joseph, y se reunieron con las autoridades agrarias y de la cancillería boliviana, entre quienes encontraron “una instancia de comprensión y apoyo ante la problemática que se enfrenta”, según el embajador Cervantes.
El mismo sábado 14, Beltrán del Río, Hernández Joseph y Cervantes viajaron a Río Negro y se reunieron con los menonitas para “determinar una estrategia jurídica adecuada, tanto a escala interna como en el plano internacional, para defender los intereses y los derechos de los ciudadanos mexicanos miembros de la colonia Río Negro”, explicó el embajador.
Engañados
El problema se remonta a 2005, cuando “comerciantes inescrupulosos de tierras” –dice Cervantes– o “ingenieros y abogados” –según Franz Wieler– visitaron a los menonitas radicados en Santa Cruz para ofrecerles tierras en el Beni.
En su casa de Río Negro, Wieler y su cuñado David Peters –nacido en Chihuahua hace 52 años– cuentan a este semanario la negociación. Es fácil percibir en ambos un aire de desaliento y temor ante el futuro. Sus argumentos fluyen en un castellano algo trabado, ya que el idioma que usan los menonitas es el plattdeutsch o alemán bajo.
Según Wieler, un abogado cruceño de apellido Soliz llegó a la colonia menonita de Santa Cruz y les ofreció 25 mil hectáreas en el Beni a 35 dólares por hectárea. Los menonitas aceptaron la propuesta y entregaron una suma no revelada por Wieler, “una cantidad equis”, dice. Pero a cambio sólo recibieron la ubicación geográfica de las tierras, documentos que no acreditaban posesión legal y la promesa de que los papeles de propiedad serían entregados “pronto”.
Con esas promesas, mientras esperaban los papeles que nunca llegaron, decenas de menonitas viajaron de Santa Cruz a Río Negro, donde fueron bien recibidos por los campesinos. Rápidamente obtuvieron su afiliación a la Central Campesina 16 de Julio, organización que agrupa a las comunidades productivas de la zona, y se convirtieron en su duodécima integrante. A cada familia menonita se le asignaron 50 hectáreas, la cantidad máxima de tierra permitida por sus costumbres.
Pero el tiempo pasó y los documentos de propiedad jamás llegaron. ¨El tipo que nos vendió los terrenos dijo ‘he perdido un papel, un expediente que me han perdido en La Paz, me lo están buscando, y una vez que lo consigan les vamos a entregar todo y hacemos la transferencia a su nombre’. Pero nunca nos entregó nada y luego desapareció”, cuenta Wieler.
El INRA en acción
Con la llegada de Evo Morales Ayma a la Presidencia de Bolivia, en enero de 2006, el INRA inició un proceso radical llamado “saneamiento de tierras”, mediante el que comenzó a verificar los títulos de propiedad de miles de hectáreas y, en algunos casos, a revertir al Estado terrenos que no cumplían una “utilidad social”, es decir una función productiva.
Con esa orientación, en 2009 el INRA determinó que la zona ocupada por los menonitas en Río Negro no pertenecía a ningún particular y, por lo tanto, era de carácter fiscal. El único propietario resultaba ser entonces el Estado boliviano. Los menonitas de Río Negro habían solicitado poco antes que se tramitara su derecho sobre los terrenos que ocupan, pero la respuesta del INRA fue concluyente: emitió una orden de desalojo por ocupación ilegal de tierras.
“En la resolución de desalojo e incluso antes, cuando hicimos el saneamiento (en Río Negro), hemos establecido que (los menonitas) no deberían hacer ninguna innovación, es decir no deberían hacer inversiones ni trabajos. Lamentablemente, estas familias y sus representantes han estado incumpliendo las resoluciones emitidas por la autoridad competente y cometiendo delitos, en este caso ambientales, y además están resistiendo a la autoridad”, sostiene el director ejecutivo del INRA.
Siguiendo ese criterio, la estatal Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) acusó a los menonitas de Río Negro también de desmonte y quema de pastizales.
El director ejecutivo de esa instancia, Cliver Rocha, según nota publicada el 12 de agosto en un periódico de Trinidad, aseguró que los menonitas “peligrosamente están devastando grandes áreas de bosques y en algunos casos pastizales”.
Un día antes, el 11 de agosto, Rocha rechazó una entrevista con este semanario. El Departamento de Comunicación de la ABT en Santa Cruz, su sede principal, tampoco dio respuesta a un cuestionario que se le hizo llegar sobre las acusaciones de Rocha a los menonitas; éstos sostienen por su parte que en una oportunidad pagaron una multa por quema y desmonte, mientras otro proceso similar está en trámite de impugnación.
Pero mientras la disputa legal sigue, los menonitas prestan ayuda social a las otras 11 comunidades de la zona, ganándose su respaldo, que hoy se ha convertido en un factor más que los bandos en conflicto están obligados a considerar antes de aplicar medidas radicales.
Para estas comunidades el Estado boliviano es un desconocido en su rutina diaria, ya que en cuestiones de educación, salud, servicios básicos e infraestructura vial están prácticamente abandonadas por las autoridades, que suelen aparecer por la región sólo cuando necesitan votos.
De allí que la ayuda gratuita de los menonitas –construcción de caminos, dotación de maquinaria agrícola, orientación técnica para la producción, equipamiento de escuelas y postas sanitarias, construcción de letrinas– sea un bálsamo ante el olvido estatal crónico.
Los “menonos”
En 1536 un sacerdote de Frisia (provincia de Holanda), Menno Simons, rompió con la Iglesia católica e inició el recorrido para fundar un grupo evangélico que, entre otras prácticas, permitía el bautismo de los adultos y cuestionaba los vínculos de la religión con el poder; sus adversarios comenzaron a insultar a sus seguidores con el mote de “menonitas”.
Hoy esa actitud despectiva de hace casi cinco siglos se ha transformado en aprecio y gratitud en Río Negro, donde las comunidades campesinas llaman, sin malicia, “menonos” a los menonitas.
Proceso se entrevistó con varios dirigentes campesinos de la región y encontró un gesto común de solidaridad hacia los “menonos”. Maria Lila Majaya, dirigente de la comunidad Curva Río Negro, dice: “Defenderemos a ellos como bolivianos que son, no vamos a permitir que sean desalojados porque ellos nos dan mucha ayuda a nosotros”.
El profesor Genaro Cahua Peña afirma que los menonitas colaboran “más que el propio municipio, ya que han dado pupitres y material pedagógico a varias comunidades”, mientras el vecino Boris Vaca pide “que el gobierno deje trabajar (a los menonitas) y envíe una comisión a ver lo que hacen por la comunidad”.
El máximo dirigente campesino de la zona y de la Central Campesina 16 de Julio, Roger Alberto Estrueber Araguchi, recuerda que, a principios de 2009, cuando el INRA anunció el desalojo, se reunió con Rocha, a quien le comunicó que los agricultores de la zona respaldaban a los menonitas.
La respuesta fue sorprendente: “Me dijo que nosotros (los dirigentes y productores de la zona) estábamos vendidos a los menonitas y que me iba a meter preso”, recuerda. “Le respondí que si los menonitas nos hubieran querido comprar, que no era así, se hubieran quedado pobres, ya que tendrían que haber pagado a todas las bases que reconocían su ayuda y respaldaban su permanencia en la zona.
“No los respalden y nosotros los vamos a apoyar con obras”, habría respondido Rocha, según el relato de Estrueber, quien dice haber sugerido entonces al director ejecutivo de la ABT “que se hagan obras primero y se hable después”.
Javier Chávez Velasco, secretario departamental de Medio Ambiente y Cambio Climático de la Gobernación del Beni, es una referencia para el análisis del caso de los menonitas de Río Grande, pues estudia desde 1998 el problema agrario, además de que ha desempeñado altos cargos en el INRA.
En principio, Chávez coincide con el dictamen del INRA. “La ley no debe ser negociada; la ley se aplica pese a quien le pese. Es posible que estas familias menonitas, lamentablemente, hayan sido engañadas, pero la ley debe aplicarse, la ley debe cumplirse, y en este caso, si existe un asentamiento ilegal, lógicamente que van a ser sacados y desalojados del área”, afirma.
A Chávez le llama la atención, sin embargo, la celeridad del gobierno de Evo Morales para identificar tierras fiscales, actitud que asocia con la intención de ejecutar nuevos asentamientos humanos “que posiblemente lo que buscan es traer familias del interior y no acomodar familias que viven en el departamento del Beni”.
–¿Habrá como trasfondo un interés gubernamental para asentar gente de otras regiones del país en la zona de Río Negro? –pregunta este semanario.
–No sólo en esa zona, en todas donde identifiquen tierras fiscales y verifiquen la existencia de tierras libres. Creemos que siempre van a intentar efectuar asentamientos humanos con familias del interior. Ellos quieren planificar los asentamientos desde la Dirección Nacional del INRA. Mi autoridad está convencida de que existe el trasfondo; aspecto que, lógicamente, mediante los conductos y los parámetros legales, vamos a resistir –contesta Chávez.
Este punto de vista coincide con criterios de los partidos opositores al gobierno del Movimiento al Socialismo, quienes han dicho muchas veces que el oficialismo promueve la migración interna de familias campesinas del altiplano al oriente del país con un fin político de largo plazo: tener simpatizantes que reviertan las derrotas que en las elecciones nacionales y referendos locales ha sufrido Evo Morales en los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando.
La amenaza del éxodo
Los menonitas están dispuestos a aceptar cualquier solución que les permita seguir trabajando en Río Negro. “Hemos buscado la forma de que nos adjudiquen la tierra a un precio razonable y estaríamos dispuestos a comprarla siempre que haya un plazo para el pago. Nunca hemos querido hacer un mal al Estado. Cuando entramos no sabíamos que era tierra fiscal. Nuestros hijos son bolivianos y van a trabajar la tierra como el resto de los campesinos bolivianos. No me explico cuál es el problema con nosotros, no sé si nos ven con mucha plata, pero eso es falso. Nosotros somos netamente campesinos. Y aunque ustedes vean mi casa más o menos bonita, es lo único que tenemos”, afirma Franz Wieler.
El embajador de México en Bolivia dice que “ha solicitado que se ofrezca una solución humanamente aceptable y justa” al problema, y agrega que “la reubicación de la colonia en otras zonas de Bolivia podría ser una alternativa”, aunque “las condiciones de esa reubicación serían discutidas y consideradas una vez que esta opción haya sido aceptada por las autoridades bolivianas y por la colonia de Río Negro”.
“Yo no veo eso como solución”, dice Franz Wieler, a propósito de una hipotética reubicación, mientras que David Peters apunta: “Creemos que Dios no nos va a dejar. Y creemos que el gobierno tendrá el buen corazón de no botarnos”.
Otro menonita, Cornelio Martins, boliviano de 43 años y padre de ocho hijos, sostiene: “Creemos que podemos vivir aquí porque nosotros no pensamos dejar esta tierra, queremos seguir trabajando normalmente”.
Distinto es el criterio del director nacional del INRA, para quien los menonitas “no son pobres” y, por lo tanto, “no son familias que necesiten el auxilio del Estado, precisamente”, por lo que el desalojo con el uso de la fuerza pública “procederá en cualquier momento”.
Los menonitas con los que se entrevistó Proceso dicen sentirse enfermos, “muy enfermos”, por la amenaza que pende sobre ellos, ya que creen que en Río Negro su mundo está fracturado tras el resultado negativo de su batalla legal. Por ello la oración se ha convertido en su último e íntimo recurso para pedir la protección de Dios.
Franz Wieler cuenta que si algún menonita comete una falta grave, el máximo castigo consiste en su expulsión de la colonia, ya que ese acto, irremediablemente, le cierra las puertas del cielo. Hoy, aún sin haber cometido un pecado colectivo, todos los menonitas de Río Negro están a punto de ser echados de la zona. Quizás esa posibilidad no los aleje del cielo prometido por su fe, pero sí, con seguridad, los llevará muy lejos de las tierras en las que quisieron fundar su propio paraíso.