Guerra de palabras por las Malvinas

jueves, 15 de marzo de 2012 · 18:51
LONDRES (Proceso).- A menos de un mes de cumplirse 30 años de la guerra de las Malvinas –el conflicto que enfrentó a Argentina y Gran Bretaña por la soberanía del archipiélago del sur del Atlántico–, una escalada militarista amenaza con desequilibrar la situación política y diplomática de la región. Entre tanto, la cúpula castrense británica advierte que Londres no podría defender las Falkland (como las llaman en Inglaterra) en caso de una “invasión argentina”. El lunes 5, en una entrevista con el periódico inglés The Times, el comandante a cargo de las fuerzas británicas durante la guerra de 1982, el general Julian Thompson, declaró que Gran Bretaña no podría proteger las islas porque no tiene un portaaviones, ya que el gobierno británico dispuso recortes en el área de defensa. “Los argentinos cuentan con una brigada marina. Tienen una de paracaidistas y algunas fuerzas especiales buenas”, afirmó al diario londinense. “Todo lo que tienen que hacer es poner a esos muchachos en las islas bastante tiempo para destruir a los cazas Typhoon (de la Real Fuerza Aérea) y ese es el final de la historia”, sentenció. Según Thompson, es necesario “contar con un apoyo aéreo propio y no se puede si no hay un portaaviones. Punto final”. Agregó que si las fuerzas argentinas destruyeran o se apoderaran de la base militar de las islas –la de Mount Pleasant, a unos 50 kilómetros de la capital– la única solución sería enviar una fuerza naval, como decidió hacer la entonces primera ministra Margaret Thatcher hace 30 años. En esta ocasión no habría un portaaviones, pues el último de la flota británica, el Ark Royal, fue retirado del servicio en diciembre de 2010, a la espera de la construcción de dos nuevos que estarán terminados hacia 2020. “Hay que llevar un apoyo aéreo propio y no se puede hacer sin un portaaviones”, afirmó Thompson. El tablero El profesor de geopolítica y escritor inglés Klaus Dodds sostuvo que Argentina busca poner fin a la presencia británica en todo el Atlántico sur y la Antártida, un hecho que Gran Bretaña “debe tener en cuenta” a la hora de tratar el tema de las Malvinas. El académico de la Universidad de Londres, autor de libros como Pink Ice: Britain and the South Atlantic Empire (Hielo rosa: Gran Bretaña y el imperio del Atlántico sur) y editor del influyente The Geographical Journal, criticó duramente las recientes declaraciones del actor estadunidense Sean Penn por mostrarse a favor de una negociación sobre el futuro de las Malvinas entre Londres y Buenos Aires. En respuesta, a finales de febrero Dodds publicó una carta en el periódico The Guardian titulada La posición simplista de Sean Penn sobre las Falkland (Malvinas) no es creíble, en la que pidió al actor “regresar a sus trabajos actorales” en lugar de hacer diplomacia. “Los últimos 30 años de relaciones anglo-argentinas-Falkland son mucho más complicados que lo que imagina Penn, y su brevísima introducción a las relaciones de Estados Unidos-Gran Bretaña-América Latina durante la Guerra Fría suena más como partes de la película de James Bond, Quantum of Solace”, escribió el profesor. “En las últimas tres décadas, además de la salida del brutal régimen militar en Argentina, el cambio más dramático ha ocurrido en la comunidad de las Falkland, que se ha transformado en una sociedad democrática. Las islas no son una colonia, son un territorio británico de ultramar. Me sorprendió cuán vigorosamente los isleños promueven su derecho a la autodeterminación sin que sean dirigidos por Argentina, Gran Bretaña ni incluso Sean Penn”, sentenció. Según Dodds, Argentina “quiere retirar la presencia británica de las Falkland, como parte de una estrategia más amplia para expulsar a los británicos de todo el Atlántico sur y la Antártida”. Penn, quien en febrero se reunió en Buenos Aires con la presidenta argentina, Cristina Fernández, propuso una negociación sobre el futuro de las Malvinas y dijo que las dos partes deberían iniciar conversaciones en torno a la inmigración a las islas y la distribución de los recursos naturales en el Atlántico sur, donde empresas británicas han llevado a cabo trabajos de exploración de crudo. Consultado por Proceso un portavoz de la Foreign Office (la cancillería británica) refiere que las medidas de Cristina Fernández sobre el particular “buscan desviar los problemas que tiene en Argentina”. “Las políticas de Cristina (Fernández de) Kirchner han sido cada vez más agresivas, tratando de aislar económica y políticamente a las islas, buscando desviar los problemas que ella tiene a escala nacional. Por el contrario, si se analiza la posición británica, ha sido siempre consistente sobre el tema de la autodeterminación de los kelpers (como llaman en Gran Bretaña a los malvinenses)”, agregó. “Tenemos una base militar en las islas para defender esos derechos, la cual instalamos después de que los argentinos invadieron ilegalmente ese territorio, violando resoluciones de la ONU. Pero ese bastión militar está allí desde 1982”, sostuvo el funcionario. El vocero se refirió además al boicot anunciado el pasado 28 de febrero por la ministra argentina de Industria, Débora Giorgi, quien pidió a unas 20 empresas nacionales no comprar productos británicos. “Nos sentimos profundamente decepcionados con Buenos Aires por haber puesto esas trabas comerciales, y que las relaciones comerciales de importancia entre ambos países se hayan visto afectadas. Es muy triste que Argentina siga con esa política de confrontación, en lugar de buscar cooperar o de buscar a una tercera parte en todo esto, que son los kelpers”, destacó. También consultada por Proceso, la kelper Sukey Cameron, representante de las Malvinas en Londres, va incluso más lejos y califica de “una locura” el anuncio hecho por la presidenta el pasado jueves 1 en el Congreso argentino sobre las negociaciones para la creación de una ruta aérea de Buenos Aires a Puerto Stanley (o Puerto Argentino, capital del archipiélago), que permita tres vuelos semanales a las islas. “Argentina destruyó acuerdos que teníamos en el pasado, así que para nosotros es un asunto de confianza. No podemos confiar en ellos”, afirmó Cameron, quien coincidió con el Foreign Office acerca de que el tema de las Malvinas “está siendo tratado ahora para desviar la atención de problemas internos argentinos (...) y aunque Cristina ganó las elecciones recientemente con una amplia mayoría, no es muy popular. La razón por la que ganó es porque la oposición está demasiado fragmentada. No hay oposición. “Hay enormes problemas en Argentina, entre ellos el económico. Y las Malvinas son siempre un buen tema para desviar la atención de la gente. Es un factor para hacerlos sentir bien. Si se quiere una audiencia que te aplauda y te vanaglorie constantemente, una buena forma de lograrlo es gritar: ‘Las Malvinas son argentinas’. Es una táctica de desviación”, sostuvo la funcionaria. La posición de los “kelpers” Argentina, que insiste en resolver la disputa de soberanía por la vía diplomática, denunció también recientemente ante la ONU la “militarización” del Atlántico sur por parte del Reino Unido tras el anuncio del inminente envío del moderno destructor Dauntless a la zona y el envío ahí mismo del príncipe Guillermo para una misión de entrenamiento como piloto de helicópteros de búsqueda y rescate. Las tensiones crecieron aún más cuando el exmiembro del grupo de rock Pink Floyd, el británico Roger Waters, dijo que el archipiélago “debería ser argentino”. En una entrevista transmitida por el canal chileno TVN días antes de su llegada a Argentina –donde dará una serie de conciertos– le preguntaron a Waters: “¿Falkland, Malvinas, cuál es su opinión al respecto? ¿Son británicas o argentinas?” El músico respondió: “Deberían ser argentinas”. “La tragedia de 1982 provocó la muerte de 900 jóvenes por la locura de dos líderes políticos, (Leopoldo) Galtieri y Thatcher, quienes estaban ambos perdiendo las riendas de sus reinos de poder y que utilizaron el conflicto como distracción”, dijo Waters. “No soy político ni diplomático, y no tengo una solución en las manos, pero estoy convencido de que es hora de hallar la paz y encontrar un acuerdo, no pelear por una victoria (...) A fin de cuentas lo que realmente importa es que no haya más derramamiento de sangre en el altar de aspiraciones imperialistas de reyes muertos hace mucho”, concluyó. Desde las Malvinas, los isleños pidieron por su parte “ser escuchados”, negaron ser una “colonia” de Gran Bretaña y reiteraron que la población del archipiélago no quiere ser argentina. En una carta abierta a The Guardian titulada Will no one listen to us Falkland islanders? (“¿Nadie nos escuchará a nosotros, los isleños de Falkland?”) publicada el martes 6, el kelper Roger Edwards dijo que las Malvinas “no contaban con población indígena previa al asentamiento británico” y agregó que es “falsa” la denuncia argentina acerca de que Gran Bretaña expulsó a población civil de las islas en 1833. “A quien sí expulsamos fue a un bastión militar argentino que había llegado tres meses antes”, continuó Edwards, al indicar que los isleños “no son una población implantada” sino una comunidad formada “por inmigración voluntaria y asentamientos en el curso de 200 años”. Destacó que gracias a la Carta Orgánica de la ONU “que defiende el derecho a la autodeterminación de los pueblos”, los isleños “decidimos mantener nuestros vínculos con el Reino Unido (...) Este derecho fundamental ha sido ignorado por el gobierno argentino que niega nuestro derecho a existir como pueblo y niega nuestro derecho a vivir en nuestro hogar”, agregó. “Nosotros no somos una colonia de Gran Bretaña, somos un territorio de ultramar británico por elección, que es algo totalmente diferente. No estamos gobernados por el Reino Unido, contamos con un gobierno propio, a excepción de temas de Defensa y Asuntos de Exterior. Democráticamente elegimos a nuestros miembros de la Asamblea Legislativa para representarnos, determinar y administrar nuestras políticas y legislación”, continuó. “Gracias a nuestra economía disfrutamos de servicios excelentes de salud, de una educación que les permite a los isleños estudiar sus exámenes secundarios y de universidad en el extranjero, pagados por el gobierno de las islas”, subrayó. El artículo finalizó con un pedido: “Que nos dejen en paz elegir nuestro propio futuro y nos dejen desarrollar responsablemente nuestro hogar para nuestros hijos y futuras generaciones”. En medio de esa guerra verbal, un influyente grupo de parlamentarios conservadores ingleses exhortó al primer ministro, David Cameron, a poner fin a la ayuda financiera de 27 millones de libras esterlinas (unos 43 millones de dólares) que Gran Bretaña “está bombeando” a Argentina a través de la Unión Europea (UE). Cifras oficiales de Bruselas muestran que el Reino Unido pagó 7 millones de libras a un paquete total de asistencia de la UE de 50 millones. El erario británico también está contribuyendo con entre 20 y 450 millones de libras a un préstamo del Fondo Monetario Internacional. La cercanía a las conmemoraciones de los 30 años de la guerra de las Malvinas parece haber exacerbado aún más la escalada de tensiones entre Londres y Buenos Aires, justo en momentos en que el gobierno británico enfrenta serios problemas económicos y políticos internos, y el de Argentina, un renacimiento de sentimientos nacionalistas y populares y una mayor unidad con América Latina.

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