Rosencof: una vida que supera la ficción

miércoles, 23 de diciembre de 2015 · 21:27
MONTEVIDEO (apro).- Mauricio Rosencof pasó 13 años en prisión, incomunicado y en las peores condiciones durante la dictadura militar uruguaya, de 1972 a 1985, junto con otros ocho dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros), que fueron tomados como rehenes por el gobierno de facto. Pero de manera similar a lo que ocurrió con el sudafricano Nelson Mandela –que estuvo 20 años preso para luego ser el primer presidente de un país sin apartheid—estos rehenes pasaron de las cárceles y las torturas a lo más alto: José Mujica fue presidente de Uruguay (2010-2015) y Eleuterio Fernández Huidobro es el actual ministro de Defensa. Ambos fueron los compañeros de prisión de Rosencof y con ellos se comprometió, si sobrevivía, a dejar testimonio de su historia. A eso se dedicó los últimos 30 años. En Memorias del Calabozo, escrito junto con Eleuterio Fernández Huidobro, Rosencof relata las experiencias de esos 13 años. La vida de Rosencof tiene otras dramáticas coincidencias: nació en 1933 en Florida, Uruguay, pero sus padres eran judíos polacos que emigraron al país dejando al resto de la familia atrás. Mauricio se crió oyendo leer las cartas de sus familiares en la mesa del comedor hasta que un día las cartas dejaron de llegar y entonces tuvieron que releer las viejas. Todos habían fallecido en los campos de concentración nazis a donde Rosencof volvió de visita muchos años después para establecer el paralelo entre ese destino y el suyo, como lo hizo en su libro Las cartas que no llegaron. Sus obras han sido traducidas a muchas lenguas y publicadas en muchos países. El camino de la libertad Rosencof habla con Apro en su departamento de Montevideo. --Es inevitable empezar la entrevista hablando de la espectacular fuga de 111 guerrilleros del penal de Punta Carretas en pleno centro montevideano, en septiembre de 1972, que usted ayudó a organizar. --Ese año hubo dos grandes fugas, la de los 111 compañeros del penal de Punta Carretas, y unos meses antes la de 38 compañeras por túneles y cloacas. No había preocupación política que se antepusiera a la necesidad de encontrar la liberación de las compañeras. “La fuga de Punta Carretas fue una hazaña de los compañeros que cavaron desde adentro, porque nosotros estábamos preparando la fuga desde el exterior, haciendo un túnel que conectaba con las cloacas. Había que atravesar tuberías y caños de 52 centímetros de diámetro, y para eso ingeniamos unos carritos con rulemanes pero se produjo el estallido de una bomba de agua. Los compañeros que cavaban sintieron el ruido y tuvieron tiempo de salir. El agua arrastró todos los equipos, que aparecieron flotando al otro día en la costa. Entonces los que estaban presos tuvieron que cavar desde adentro. “Hay algo muy anecdótico porque en los años treinta los anarquistas habían perforado un túnel para escapar y tiraban la tierra a una carbonería que se llamaba El Buen Trato. En 1972, cuando los compañeros estaban cavando, sintieron que entraba una corriente de aire y encontraron ese túnel, que estaba tapado con arena. El Ñato (Eleuterio Fernández Huidobro, actual ministro de Defensa), bautizó ese cruce como el de dos caminos, dos ideologías: a uno lo bautizó Lenin y a otro Kropotkin, pero ambos caminos conducían a una sola meta, la libertad. “Las autoridades del penal solo se enteraron de la fuga al otro día. Por nuestra parte teníamos que trasladar con seguridad a los 111 compañeros, tener infraestructura, casas, hacerles documentos, reintegrarlos, darles un lugar dentro de la organización. Fue un momento muy especial donde había una gran adhesión a la organización que se mantuvo con el tiempo, como se pudo ver con la llegada de Pepe Mujica a la presidencia en 2010. --¿Cómo se hizo tupamaro? --Yo pertenecía a la Juventud Comunista, estuve en el diario El Popular y participé en el Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en Moscú, después de la destitución de Nikita Jrushev en 1964, en el cual participaban la española Dolores Ibárruri, el Che Guevara, el vietnamita Chou En Lai, para ver cómo se encausaba aquello. Vi cosas que no me funcionaban. Las escribí. Luego estuve en Grecia y en Italia donde Palmiro Togliatti había dejado un testamento con pensamientos críticos. Yo tenía mucha proximidad con ellos porque jugaron un papel muy importante en la lucha contra el fascismo y fueron los primeros en apuntalar las Brigadas Internacionales en España. “Mi generación está tocada por la Guerra Civil española, las canciones de mi infancia tienen que ver con el Ejército del Ebro, mis primeras imágenes son viendo a mi vieja tejer calcetines para las brigadas y a mi viejo discutiendo en yiddish con otros bolcheviques en Montevideo. El poder del humor --La experiencia de ustedes, de pasar de 13 años presos en la dictadura y luego llegar a la Presidencia, rebasa la imaginación de cualquier escritor. --Trece años presos bajo tierra, a media ración, solían no darnos agua, teníamos que reciclar nuestros propios orines, no vimos un rostro humano en ese periodo, salvo algunas visitas, encapuchados, en calabozos bajo tierra de 1.80 metros por 60 centímetros de ancho. Los nueve dirigentes del MLN fuimos clasificados como rehenes. El primer día nos dijeron que si pasaba algo afuera, éramos 'boleta' e iban a simular una fuga. Y de pronto, de los tres que hicimos el recorrido juntos por todo el país, el Pepe Mujica es presidente y el 'Ñato' (Eleuterio Fernández Huidobro) es ministro de Defensa. Es de ciencia ficción. Ray Bradbury se convierte en un escrito naturalista de un pueblo perdido de Polonia. El realismo mágico, comparado con esto, es un naturalismo silvestre. “Conversábamos a través de golpes de nudillo en la pared, reinventamos el Morse. En diálogo con el Ñato nos prometimos que si alguno salía en condiciones, íbamos a dar testimonio de esta peripecia. Salimos y escribimos Memorias del Calabozo, sin adjetivos, sin condenas, dando testimonio de lo que pasó. Otro compromiso, después de una discusión política a través del muro, era cuál sería nuestra actitud. Sabíamos que afuera había movilizaciones, que se luchaba, y lo nuestro era resistir con dignidad y mantenernos en las mejores condiciones posibles. Esa era nuestra tarea política. Entonces entramos a comer moscas, nos hicimos insectívoros, las moscas son como pasas de uva que vuelan. --¿Cómo puede tener ese sentido del humor? --No hay premio Nobel para el humor. Si alguna objeción literaria se le puede hacer a la Biblia, es la falta de humor. A Dios no le caía bien una civilización, una cultura, y les mandaba un diluvio. “A nosotros el humor nos ayudó mucho, porque desdramatiza situaciones muy intensas. Siempre teníamos un mecanismo que permitiera traducir lo que estábamos viviendo, a algo que provocaba risa. Una vez jugábamos ajedrez a través del muro, pasándonos las posiciones de las piezas a golpes de nudillo. Yo había hecho un tablero en un papel de cigarrillo que tenía escondido en el zapato y el Ñato lo había dibujado en la pared. Teníamos el tiempo del mundo para pensar el movimiento de una ficha. El Ñato me decía dónde colocaba la pieza. Una vez moví un alfil y se lo pasé, pero él contestó que ese alfil no estaba en esa posición. Empezamos a discutir, con violencia, con toda la carga que teníamos, a golpes de nudillo, se oía, nos habíamos concentrado demasiado y lo hice callar con un golpe que significaba alarma, quieto, y empecé a decirle: “a veces pienso que discutir contigo es como hablar con la pared”. Se oyó del otro lado una carcajada descomunal, el guardia fue a ver qué pasaba y el Ñato le contestó que era un acceso de tos. El humor ayuda mucho. Por algo en los velorios, cuando la gente se cansa y ya tomó el café, empiezan a aparecer los cuentos. La zanahoria de la utopía --Usted siempre recuerda la historia de su familia. Visitó Auschwitz, donde estuvieron sus familiares. ¿Cómo establece ese paralelo con su experiencia? --A veces no nos damos cuenta pero uno está relacionado con su infancia, sus padres, todo eso está en alguna célula, en alguna neurona. Somos nuestra historia, la memoria de un individuo y de un pueblo, tenemos en este mismo recipiente integrado todo lo que fuimos. Yo tengo muy presente mi infancia, mi adolescencia, mis amores, mis padres, hay un diálogo permanente. --¿Encuentra similitud entre la historia de ustedes con la de Nelson Mandela en Sudáfrica? --Yo no me animo, no hago paralelos en esa materia. La grandeza de Mandela es impresionante, su talento, su capacidad, las cosas que logró, su sabiduría. Es una figura como Gandhi. Ambos están por encima. Mandela estuvo en el Congreso Nacional Africano organizando la resistencia armada contra la segregación. Fue boxeador, abogado, estuvo 20 años picando piedra y salió con altura, colocando los intereses del pueblo y de la nación por encima de sentimientos de venganza, de revancha, de odio. En ese sentido, uno siente una proximidad muy grande, porque fue el espíritu que reinó en nuestra organización después de que salimos en libertad. --¿Usted piensa que se equivocaron en el MLN? --El arrepentimiento es un problema filosófico. Se han cometido errores que han costado muy caro pero están dentro de las leyes de enfrentamientos que fueron generados por una situación de represión, de prohibiciones. De alguna manera estábamos en ese túnel y queríamos salir a la superficie. Ese fue el análisis autocrítico que hicimos cuando salimos. ¿Quién tiene el barómetro para medir esa intensidad? “Cuando salimos, fuimos a un convento franciscano donde nos acogieron. Allí reorganizamos el movimiento, entre los que veníamos de la cárcel y los que venían del exterior, con distintos pensamientos. Seguimos detrás de esa zanahoria que llaman utopía que es como el horizonte, uno camina dos metros y el horizonte se aleja otros dos. En el balance de los hechos y deshechos que hemos cometido, la respuesta de la gente ha sido y sigue siendo de respeto, de adhesión llegado el caso, y de respaldo. --¿Qué reflexión le merece el proceso de paz en Colombia, donde las FARC negocian la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos? --Esa lucha armada tiene medio siglo. La primera base de adiestramiento que tuvimos nosotros en el MLN aquí en Uruguay se llamaba Marquetalia, como la base de las FARC. En Colombia hace falta mucho coraje, y el aporte de América Latina. Militarmente nadie derrota a nadie. La única alternativa es la negociación. Se negocia con los enemigos, no con los amigos. --¿Cómo ve usted la América Latina de hoy, en comparación con la de los años sesenta? --América Latina es un ser vivo. Por algo nosotros nos llamamos tupamaros, hijos del inca José Gabriel Condorcanqui que tuvo un ejército de liberación contra el colonialismo en el siglo XVIII, y a partir de entonces las guerras no han cesado. Durante la guerra de independencia, José Gervasio Artigas, libertador de estos territorios, era un revolucionario por la justicia social que creó un proyecto agrario de repartición de tierras. A los que se alzaban contra los españoles les decían “Tupac amarus” de manera despectiva, y por eso tomamos ese nombre. “Ahora hay un camino lleno de piedras, hay dificultades, se avanza, se retrocede, hay cambios, pero América Latina ya no es el patio trasero de Estados Unidos, con dictadores como Rafael Trujillo en República Dominicana, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Augusto Pinochet en Chile, los dictadores argentinos. Ahora hay que desafiar otro tipo de dificultades, ya no comparables con aquellas, cada país va por distintos caminos, pero sigue siendo un continente con perspectivas de avance.

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