Evo Morales, un presidente herido
En el referéndum del pasado domingo 21, la mayoría de la ciudadanía boliviana le asestó un fuerte revés a Evo Morales, quien pretendía reelegirse una vez más en 2020. Si bien el gobierno atribuyó la derrota de sus aspiraciones reeleccionistas, sobre todo en los mayores centros urbanos de Bolivia, a las redes sociales, posiblemente el rechazo obedezca a los recientes escándalos de corrupción que han implicado a legisladores, líderes sindicales y hasta a exintegrantes del gabinete presidencial.
LA PAZ (Proceso).- Ser presidente de Bolivia en 2025 era la mayor ambición política de Evo Morales, no sólo porque eso habría significado gobernar 19 años seguidos, sino porque hubiera encabezado en esa fecha los festejos del bicentenario de la independencia del país.
El electorado boliviano evaporó el sueño de Morales al rechazar –mediante referéndum– una reforma constitucional que pretendía permitir una segunda reelección presidencial consecutiva, por lo que el también líder cocalero deberá retirarse del poder en enero de 2020, al concluir su actual mandato.
El revés electoral no es menor. Acostumbrado desde 2005 a contar con un leal apoyo de la mayoría de los votantes en elecciones nacionales e incluso en un referéndum que planteó la revocación de su mandato, Morales sintió en carne viva, por primera vez en 10 años, cómo la mayoría de los bolivianos le da la espalda y clausura su proyecto continuista.
En el referéndum del domingo 21 los bolivianos debían responder a la siguiente pregunta: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?”.
El 51.29% del electorado marcó el “no” en la papeleta que contenía la pregunta, mientras 48.71% se volcó por el “sí”. La propuesta de reforma a la Constitución, que tiene apenas nueve años de vigencia, había sido aprobada por la Asamblea Legislativa, donde el partido de Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), cuenta con más de dos tercios de los votos.
Ganador de las elecciones generales de 2005 con 54% de los votos, de las de 2009 con 64%, de las de 2014 con 61% y del referéndum revocatorio de 2008 con 67%, Morales sufrió una significativa pérdida de respaldo en la propuesta de aprobar una segunda reelección consecutiva. En 2014 una polémica sentencia del Tribunal Constitucional consideró que el mandato obtenido por Morales en 2009 era el primero, al haberse aprobado ese año la nueva Constitución que transformó a Bolivia de República a Estado Plurinacional.
De todas maneras, cuando en enero de 2020 Morales entregue la Presidencia a su sucesor, será el mandatario que ha gobernado Bolivia más tiempo: 14 años ininterrumpidos (2006-2020), superando a Víctor Paz Estenssoro –12 años y medio, aunque de forma discontinua (1952-1956, 1960-1964, 1985-1989)– y a Andrés de Santa Cruz y Calahumana –10 años (1829-1839)–.
La opción del “no” se impuso en todas las capitales de los nueve departamentos de Bolivia. Sólo en la ciudad de El Alto, a 10 kilómetros de La Paz y considerada tradicionalmente un bastión del MAS, ganó el “sí”. Considerando los resultados totales por departamento, el “no” triunfó en seis de nueve. Esos números muestran un fuerte rechazo urbano al proyecto prorroguista de Morales, ganador, en cambio, en ciudades pequeñas y poblaciones rurales.
“El MAS ha vuelto a ser el partido campesino que era hace una década”, explica a Proceso el académico Rafael Archondo, mientras el analista Fernando Molina interpreta que el resultado “expresa un cambio de humor de las ciudades, y en particular de La Paz, que tarde o temprano habrá de seguir El Alto. Evo está herido de gravedad. Yo dudo que pueda recuperarse de esto”.
Morales, quien pensaba que ganaría el referéndum con 70% de respaldo, se limitó a comentar este panorama con una lacónica frase: “Evidentemente no nos quieren mucho (en las ciudades)”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas, 67.3% de los diez millones de bolivianos vive en áreas urbanas.
Síndrome de la corrupción
El MAS atribuyó la derrota a “la guerra sucia de la oposición”, a la cual identifica permanentemente como “derechista” y “respaldada” por el “imperio” –referencia a Estados Unidos–, y también a las denuncias de presunta corrupción en el manejo de recursos estatales.
Poco antes del referéndum, dos hechos sacudieron el panorama político boliviano e inevitablemente, coinciden oficialistas y opositores, tuvieron impacto en la percepción del electorado.
El primer caso se relaciona con una millonaria estafa en el liquidado Fondo Indígena Originario Campesino, institución estatal concebida para financiar proyectos de desarrollo económico en el área rural y que, sin embargo, se convirtió en una agencia para repartir carretadas de dinero a organizaciones sindicales afines al gobierno.
Aproximadamente 15 millones de dólares, según una investigación de la Contraloría, fueron destinados a decenas de proyectos fantasma, pues existían sólo en el papel, ya que cuando se intentó verificar las obras ejecutadas no se halló ningún rastro de ellas.
El escándalo llevó a la cárcel a 29 personas, entre ellas a una exministra de Morales, un senador oficialista y dirigentes sindicales afines al gobierno.
La exministra encarcelada es Julia Ramos Sánchez, extitular de la cartera de Desarrollo Rural y Tierras y antes, de Justicia. Al ser encarcelada era dirigente de la Federación de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa. Se le acusó de incumplimiento de deberes, incumplimiento de contratos y legitimación de ganancias con afectación al Estado por un monto cercano al millón de dólares, que habría recibido en cuentas particulares por nueve supuestos proyectos.
El senador del MAS con detención domiciliaria es Jorge Choque Salomé. Antes fue dirigente sindical de la Federación de Campesinos Tupac Katari, y gestionó siete proyectos, de los que también era representante legal. Recibió cerca de 1 millón de dólares.
Los dirigentes sindicales afines al gobierno que están en la cárcel son Melva Hurtado, presidenta de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia; y Teodosio Jumpire Poma, dirigente de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia.
Otras 4 mil 300 personas están procesadas por la fiscalía, la mayoría de ellos sindicalistas, asambleístas y exautoridades.
Y aunque el gobierno se esforzó en intentar demostrar que había frenado en seco la corrupción, el daño estaba hecho y había afectado severamente la imagen de los dirigentes del sector indígena, al que Morales repetidamente consideraba “la reserva moral de la humanidad”.
El segundo caso estalló cuando el periodista boliviano Carlos Valverde reveló que en 2005 Morales había mantenido una relación sentimental con una joven a la que le doblaba la edad: Gabriela Zapata Montaño, con quien tuvo un hijo dos años después, menor que luego falleció.
Según Valverde, no le interesaba inmiscuirse en la vida privada de Morales, pero sí denunciar un presunto caso de tráfico de influencias, pues Zapata Montaño es actualmente gerente comercial de la empresa china CAMC Engineering Co, que se adjudicó la construcción de megaproyectos en Bolivia por aproximadamente 566 millones de dólares.
Morales afirmó que la denuncia tenía “fines políticos”, descartó cualquier posibilidad de corrupción e impulsó, mediante la bancada del MAS en la Asamblea Legislativa, la formación de una comisión especial para investigar la adjudicación de contratos a la firma china.
“(El caso del) Fondo Indígena y CAMC son sólo la punta del iceberg que el gobierno revela con cuentagotas cuando está contra la pared. Hay mucho más que irá saliendo como pus de una herida infectada”, opinó el columnista Alfonso Gumucio Dagron, al explicar el voto por el “no”.
Redes sociales
Ambos casos de presunta corrupción, sobre todo el segundo, tuvieron un eco viral en las redes sociales, donde se cuestionó severamente la figura del presidente del Estado.
Tanto oficialistas como opositores reconocieron que las redes sociales tuvieron un significativo impacto en la decisión del electorado, principalmente entre jóvenes de las áreas urbanas.
La oposición boliviana, fragmentada en figuras que fracasaron repetidamente en las últimas tres elecciones y en nuevos actores regionales de limitada influencia nacional, generó una limitada campaña por el “no”, en comparación con el volumen propagandístico desarrollado en pro del “sí”.
Sin grandes manifestaciones ni multitudes en las calles para respaldar el voto en uno u otro sentido, parte de los debates ciudadanos se trasladaron a las redes sociales con expresiones de todo tipo, que incluían desde criterios propositivos hasta mensajes denigrantes.
“No sé si hemos sido expertos sobre las redes sociales –repito: redes sociales–; con las mentiras hicieron daño, estamos convencidos de ello. Tal vez en el futuro va a ser importante debatir ese tema de las redes sociales; en algunos países con mala información tumbaron gobiernos”, apuntó Morales un día después del referéndum.
Con este panorama, los analistas consideran que el voto por el “no” se decantó, más que por la influencia directa de líderes opositores, por un estado de ánimo de gran parte de la población boliviana que cuestiona la lógica gubernamental respecto a que quienes apoyan a Morales son “patriotas”, mientras los que no lo respaldan son “antipatriotas”.
“El resultado es un claro malestar de una parte importante de la ciudadanía (…) demuestra simplemente que hay un hartazgo. Es un signo muy fuerte de viraje en la manera de gobernar. Lo que necesitamos es un tipo de gobierno que sea menos confrontacional, más dedicado a una transparencia de gestión”, explicó el politólogo Gonzalo Rojas Ortuste el lunes 22 en las páginas del periódico capitalino Página Siete.
División y futuro
En cualquier caso, los analistas consultados por Proceso coinciden en que el referéndum ha dividido nuevamente, y de forma marcada, al país, poniendo en duda el argumento oficialista de que 10 años de gobierno de Evo Morales crearon una nueva mayoría identificada plenamente y casi sin condiciones con el denominado “proceso de cambio”.
“Tenemos nuevamente un país partido en dos, polarizado. Es terrible, esto quiere decir que el intento de construir durante 10 años un nuevo contrato social ha fracasado rotundamente. Los resultados del referendo certifican el fracaso del paradigma del ‘Estado Plurinacional’ que fundó el MAS”, opina el estratega político Ricardo Paz Ballivián.
En tanto, el sociólogo Renzo Abruzzese publicó el martes 23 en Página Siete que con el resultado del referéndum “se diluyeron las diferencias étnicas y raciales que le sirvieron a Morales como trampolín al poder. De ahora en adelante las contradicciones no serán de clase ni de etnia ni de raza, y no habrá una nación mestiza enfrentada a una originario-campesina; habrá aquella que se aferra a la legitimidad y el apego a la ley, y la que prefiere cambiarla a su medida con o sin legitimidad posible. O, lo que es lo mismo: los que entienden la democracia como el respeto a la ley, frente a los que creen que la ley está para incumplirla”.
Morales se demoró tres días en reconocer su derrota y, en una conferencia de prensa el miércoles 24, subestimó la victoria del “sí”. “Hemos perdido una batalla, pero no la guerra”, afirmó.
“Una batalla, pequeña batalla, la modificación (parcial de la Constitución Política del Estado) hemos perdido. ¿Acaso hemos perdido a Evo? Con eso (con la derrota del “sí”), ¿acaso Evo está enterrado? (Logramos) el 50% de apoyo (al “sí”), con semejante campaña sucia”, explicó.
El actual mandato de Morales concluirá en enero de 2020, cuando deberá entregar el gobierno al ganador de unas elecciones en las cuales, por mandato del referéndum del domingo 21, no podrá participar.
Su ausencia en el próximo y aún distante proceso electoral boliviano abre más interrogantes que certezas. Sin otro caudillo de su talla, el MAS se verá obligado a impulsar nuevos liderazgos, mientras la oposición, distante de la simpatía popular en las tres últimas elecciones, tendrá también que reinventarse a sí misma.
Un mes antes del referéndum, el vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera, advirtió en una concentración popular sobre las consecuencias de un país sin Evo Morales como presidente. “(…) si (Evo Morales) no tiene apoyo, regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los asesinos, y a las wawas (niños) les van a quitar todo y no va a haber destino. Va a haber llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros, no se olviden”.
Tras el referéndum en el cual una mayoría de bolivianos le dijo “no” a la reforma para una segunda reelección presidencial consecutiva, ni el sol se escondió ni la luna escapó. Pero sí se abrió un horizonte político de dudas sobre quién y cómo será capaz, en 2020, de articular un renovado proyecto de país.