Procol Harum, espíritu memorial

lunes, 30 de enero de 2006 · 01:00
México, D F, 30 de enero (apro)- Es una fresca mañana de 1975 en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y el avión de British Airways ha aterrizado Minutos más tarde, veo a los integrantes de Procol Harum descender y el policía me permite correr a su encuentro Me siento afortunado: a mis 20 años de edad soy el único periodista que los recibe en las escaleras del edificio, saco mi grabadora y la enciendo a bocajarro bajo los bigotes de Gary Brooker, quien me avienta su acento cockney que entiendo a medias, pues, además, las palabras se le resbalan con rapidez por los whiskys que bebió en vuelo atlántico El sexteto se carga una borrachera cotorrona y le pregunto a Gary cómo escribió A Salty Dog ("Un perro salado") Me mira suspicaz, pero responde con claridad: "Es un reposo marino que quise ambientar con tres notas disonantes en el piano e inicié con una grabación de chillidos de gaviotas Imaginaba la nostalgia de un capitán tras largo tiempo en el altamar" ¿Hace cuántas lunas, hace cuántos junios que hicimos el amor? El letrista de Procol, Keith Reid me interrumpe, echando pesado relajo por lo que es objeto inmediato de mi curiosidad: ¿Por qué incluyó una metáfora sarcástica de un burro mexicano en Memorial Drive ("Camino al cementerio") del disco Broken Barricades ("Barricadas rotas"), de 1971? Contesta entre carcajadas y me guiña un ojo bobo tras sus espejuelos redondos: --No lo sé, es sólo un rock, nunca he visto a ninguno hasta ahora? El resto de la banda acompaña con risas la indirecta hacia mí Veloz como un burro mexicano? * * * En 1975 Procol Harum llenó dos conciertos en el viejo Auditorio Nacional súper vigilado, que posteriormente pasaron, reducidos a media hora, en un programa por televisión El grupo inglés era conocido entre la chaviza sólo por la enorme canción que los lanzó a la fama en todo el mundo hacia 1967, "Una pálida sombra" (A Whiter Shade of Pale, que en realidad significa "Una sombra más blanca de palidez"), con la célebre introducción de órgano al estilo de Bach por Matthew Fisher, quien dejaría al conjunto para hacer carrera solista; así que el éxito de aquella visita a México sólo se explicaba por el ayuno de rock impuesto desde el gobierno, luego del Festival Avándaro 1971 Éramos muy pocos los fans de Procol Harum que teníamos sus nueve discos que llevaban el sello de los poemas decadentes de Reid, musicalizados y cantados por la negroide voz del caballero Gary Brooker (quien junto a Stevie Winwood, de Traffic, representaba en Gran Bretaña el "soul de los ojos azules") y yo era uno de esa estela de admiración; de hecho, me preparé para hacerles una buena entrevista a la mancuerna Brooker-Reid; incluso, la noche anterior a su aterrizaje debí lanzarme a la tienda de discos importados "Hip?70", que abrió Armando Blanco en Satélite, para comprar la grabación que me faltaba, pues no encontré en su "Hip?70" de San Ángel, ni en "El gran disco", de Balderas, el LP: Exotic Birds and Fruti ("Pájaros y fruta exótica"), de 1974, con su portada de naturaleza tenebrista Recuerdo que el reportero David Siller me dio la noticia en Excélsior, pues el coordinador de las páginas culturales Eduardo Deschamps le había pedido cubrir esas tocadas de Gary y sus "chicos mariposa" --¿Conoces a los de "Una pálida sombra"? Vienen a México y El loco ?como apodaban a Deschamps-- quiere que les haga una nota Tú estudias literatura inglesa, ¿verdad? Los quiero entrevistar? Y me mostró el reciente registro, Procol?s Ninth ("La novena de Procol") que le había entregado la disquera para difundir, con una hoja explicativa de las rolas donde venía un rock de Leiber y Stroller (I Keep Forgettin?, "Sigo olvidando"), así como un tango "equis" Siller se puso contento cuando al otro día llevé tres de mis álbumes favoritos: el citado A Salty Dog (1969), Live With the Edmonton Symphony Orchestra (grabado en vivo en 1971) y Grand Hotel (1973); fue alegre testigo de que los abordara en el aeropuerto y, finalmente, al ver que antes de hospedarse me firmaban los discos en el hotel del Prado y había hecho migas con ellos, decidió invitarme a escribir la crónica del concierto Al día siguiente salió publicada y afuera de Bucareli 18, Deschamps nos invitó a comer al Del Prado, por lo que abordamos su convertible y al parar en un alto, frente a la estatua de "El caballito", entonces ahí "cabalgando" supe por qué le llamaban "El loco": tres chavos también se detuvieron en el semáforo junto a nosotros en su "vochito" rojo, de donde salía a todo volumen una rola de los Creedence Deschamps soltó el volante y presto, se puso a tronar los dedos como Elvis, contoneándose cual víbora y meneando el cuello sin ton ni son Siller y yo soltamos una risotada, la cual sería para mí la última de aquella tarde En el restauran del hotel engullían sus hamburguesas los de Procol, con excepción de Reid Me paré a saludar y Gary Brooker me convidó a sentarme; olvidé a Siller y al jefe Deschamps o ellos me olvidaron allí, porque al voltear, su mesa era sacudida por un mesero que alzaba los manteles amarillos Terminado el plato encendí la grabadora para entrevistar al pianista, luego tocó el turno al guitarrista Mick Grabham, siguió el bajo Alan Cartwright para concluir con Chris Copping, el güerejo organista No consideré necesario hablar más con B J Wilson, pues conmigo había sido bastante afable y parlanchín el día anterior, sólo pedí que autografiaran otros discos; y en eso llegó Keith Reid, como un manojo de nervios, prendí de vuelta el aparato y apenas me vio, se puso a dar de ladridos hasta enlaciar sus rizos negros: que cómo yo nuevamente estaba allí persiguiéndolo en la sopa, no lo dejaba respirar, que apagara la "fucking" grabadora Acerté a replicar en inglés demótico: "Pues entonces sus seguidores mexicanos se quedarán con el silencio del poeta de Procol Harum, un desprecio para ellos y un insulto al mejor diario mexicano, señor Reid" Lo saqué de quicio, me tiró una mirada asesina y creí que me lanzaría un manotazo, aunque Gary calló, B J Wilson se interpuso y me llamó aparte, dejando al furibundo mascullando unas palabrejas que desvió a los demás, apurándolos para irse pronto al Auditorio para el segundo recital Todos se esfumaron menos el baterista, quien se quedó conmigo tomando café amargo un buen rato --No lo peles, Roberto ?me dijo suavemente--, es una vieja roñosa y flemática, tiene muchas broncas en su cabeza; pero aparte le cuesta trabajo adaptarse a la sensibilidad latina El gentil B J Wilson, sin duda, uno de los mejores bateristas de su época, tocaría con Procol hasta su muerte, ocurrida en 1991 Pero en 1975, aquel desplante de Reid en el hotel del Prado no me desanimó del todo para ser periodista y fue B J quien, a un paso de subir al avión de la British, chacoteó con el bajista Cartwright acerca del mal genio demencial de Reid, al grado que lo hicieron sonrojarse, obligándolo a firmarme un disco y masticar las palabras: --I?m sorry, you know? * * * Cómo da vueltas la vida Un gélido atardecer del 15 de diciembre del año 2001 me encontraba en Copenhague, Dinamarca, cuando vi el cartel de un teatro donde se anunciaba la actuación, para esa noche, de Procol Harum Compré mi boleto y presencié un gran concierto con la excelsa voz de un canoso Gary Brooker al piano, interpretando sus éxitos de siempre, acompañado del organista original de "Una pálida sombra", Matthew Fisher; Matt Pegg, bajista de Jethro Tull y Fairport Convention; Geoff Whitehorn en la poderosa eléctrica y Mark Brzezicl en las percusiones, ninguno de éstos últimos en México aquel verano del 75 Fue una hora de música maravillosa y al terminar decidí aventurarme al camerino, donde pude entrar luego de un rato, sin pelo de dificultad Estreché la mano de Gary, lo felicité y me presenté como aquel periodista mexicano que en 1975? etcétera? evocando su presencia en el Auditorio Nacional 26 años atrás Me miró con sus ojos azules de soul suspicaz y pareció recordar o fingió, pues rascó su bigote plateado para rápido, cambiarme tema Dijo que desde entonces no había grabado mucho, su último disco era de 1995, The Long Goodbye ("El largo adiós", número 13) y se justificó con humildad, esa fue su palabra: humble, puesto que aunque prácticamente repetía su show, el público danés le era fiel y particularmente esa noche en Copenhague resultó significativa por la tocada, la había gozado a plena satisfacción y fue grabada por la televisión danesa para un DVD Terminaba cortés con el cliché acerca de volver a mi país porque le encantaba tomar nuestro so hot tequila con "chela", cuando llegó el soplido de una pálida sombra a apurarlo escandalosamente, dos lentejuelas apelando al movimiento, pues ciertas chicas danesas los aguardaban "con besos de cerveza, pellizcos y trancazos en un bar del Tívoli, allá afuera" Reconocí el acento mamón del flaco Keith Reid y aproveché su gesto de molino para burlarme: --Señor Reid, mi poeta predilecto, qué agradable sorpresa Es increíble que siga escribiendo de manera tan extraordinaria y feliz, usted quien emitiera su primer grito poético el 19 de octubre de 1946 pero, my dear friend, no me lo tome a mal, honestamente dígame si acaso usted no cree que son demasiados 55 años como para continuar quemando su garganta y permítame citarlo, sonar tan sabroso como un "veloz burro mexicano"? Me voy, caballeros, que Dios los bendiga a todos con su amable permiso? Silencio y risitas graciosas que no quise compartir Gary estaba de buen talante y largó un "hasta la vista, amigo" en español, mientras yo escapaba raudo rumbo a la oscuridad Sin embargo, es imposible huir de la buena música y hace un año arrinconado en un puesto de chácharas rock a las afueras del Palacio de los Deportes, cerca de dos horas previas al concierto de Sting, cierto tipo vendía el CD de Procol Harum que contenía sesiones radiofónicas grabadas por la BBC de Londres en 1975 y no pude resistir: lo compré Era la misma banda que tocó en México y para nada sonaban mal La semana pasada, buscando en Mix-Up el nuevo DVD de Moenia di con el de Procol en Copenhague y la memoria me jaló para entregar este "canto rodado" Brooker y su banda son endemoniadamente recomendables, por lo que si alguna vez mis lectores se topan con Procol Harum Live (Classic Pictures DVD6027X) atrápenlo, ya no por nostalgia, sino con la certeza de hallar una prueba viviente en torno al sabido refrán: el buen vino se añeja en viejas barricas Hablo de un DVD clásico que se paladea como el mejor néctar y destila ese bouquet lánguido de la bebida espirituosa denominada "perro salado", o sea: el alma de Gary Brooker y sus "chavos mariposa" Reid incluido

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