Doctrinas salvadoras

viernes, 5 de noviembre de 2010 · 01:00

MEXICO, D.F., 3 de noviembre (apro).- Admirados congéneres: admirados por su persistente capacidad para crear y creer en un mundo mejor y su incansable disposición para sobrevivir al fracaso de esas creencias y volver a empezar a dar vueltas, como los burros, para de nuevo poner en movimiento la noria de las ilusiones de un mundo mejor; esto es, un mundo menos injusto, más equitativo, para tantos que parecen que han sido programados para recibir patadas en la rabadilla desde la cuna a la tumba.

Créanme, pues sé lo dice un hombre que en su largo caminar sobre la Tierra ha visto el nacimiento, auge, declive y fracaso de algunas de esas doctrinas de salvación, y no de las menos importantes, al contrario, como son: la religiosa, la de la razón y el derecho, la científico-técnica y, en esos sus días, asiste, junto con ustedes, a su última ilusión liberadora y de mejor: la del libre mercado global, que con su mano invisible suponen capaz, de recomponer, de arreglar, equilibrar y sostener todo.

Fui testigo privilegiado del nacimiento, auge, apogeo y declinación del cristianismo, el cual, por cierto conté (¿y sigue contando?) con la larga oportunidad de unos mil años para hacer realidad su credo. Sí, fui testigo de cómo su prédica la igualdad de todos los humanos ante Dios, de su prédica de amor al prójimo y de caridad para todos transformó las sociedades donde fue apareciendo y generó una sorpresiva, loca y conmovedora fraternidad en sus primeros seguidores. ¡Ay! Eso duró poco, pues, con estupor y tristeza, pude ver e ir comprobando cómo al instituirse en Iglesia triunfante, campante y rampante, fue tomando partido por los poderosos y sabiéndose ella misma poder, y como poder, ver y comprobar como pidió e incluso impuso resignación a los más jodidos; esto es, los esclavos y los pobres y castigaba a los que no se sometían a sus mandatos; como fue haciéndose intolerante, perseguidora y verdugo de los que no pensaban como ella.

Otra vuelta importante de la noria de sus deseos de más libertad y progreso fue el llamado Renacimiento, que comprende poco más o menos los años que van del 1420 al 1600, en el cual el hombre se vuelca cada vez más hacia sí mismo, va dejando de lado la verdad revelada y confiando más y más en las verdades descubiertas e investigadas por él, con lo que fue despojando de las autoridad del saber a los eclesiásticos, que hasta entonces le habían tenido en sus manos, hecho que fue preparando, con el aumento de los saberes, el racionalismo posterior; racionalismo que llevó a la Ilustración, tiempo histórico en el que ya no fueron aceptados sin más las tradiciones religiosas, las prescripciones morales, las leyes y las instituciones políticas, sino que fueron sometidas al juicio de la razón, y en nombre de la razón se proclamó la libertad del individuo y la igualdad de todos los mismos ante la ley, como lo hizo en su momento la Revolución Francesa en 1789, por cierto, una de las vueltas más significativas y determinantes de la rueda de la noria de sus ilusiones de un mundo mejor para todos. ¡Más ay de los ayes! Esas buenas intenciones pronto se decantaron también a favor de los fuertes, de los poderosos, de los poseedores del dinero, de la llamada gran burguesía, de los capitalistas, como lo demostraron las revoluciones en Europa de los años 1830 y 1848. Ojo: no lo digo yo únicamente. Libros tienen que los ilustrarán ampliamente sobre todos estos hechos.

Después del fracaso de otras dos de sus últimas utopías, la del comunismo, considerada por unas décadas, y por muchos, como la panacea de todas sus penurias y de todos sus problemas, y la del descenso notable de su fe en la ciencia y la técnica, que amenazan con convertirlos en seres obsoletos, en seres de más en este mundo con eso de la tecnología de punta, veo con asombro que su capacidad de soñar no se ha agotado y que de nuevo están dando una nueva vuelta a la noria de su ilusión en el intento de alcanzar un mejor mundo para ustedes. Hablo de esa globalidad en la que se mueven en la actualidad, que tiene como ideología básica el libre mercado competitivo y que publicita y afirma que más importante que la igualdad de los humanos ante Dios, que la igualdad de todos ante la ley proclamada por la razón y la igualdad de origen, investigada por la ciencia, es la igualdad de oportunidades, pues es la única, a través de la libre competencia y el éxito, de dar rango, status al individuo. ¿Será? ¿Qué dicen?

Espero que así sea, y sea pronto, para que no tengan que esperar mil años para descubrir que se equivocaron.

Sí algún lector se pregunta el por qué de que haya dado sólo ejemplos de la cultura europea, que se pregunte: ¿Qué cultura ha sido la mayormente conformadora de esa su llamada globalidad en la que vive y quién es la que corta el bacalao en la misma?

Sin más y con mis mejores deseos para todos.

El Judío Errante.

 

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