A tan sólo cuatro horas

lunes, 12 de julio de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 7 de julio (apro).- El precio de un boleto de avión a Cancún, Quintana Roo, cuesta aproximadamente 750 dólares; a Hermosillo, Sonora, alrededor de 600; a Mexicali y Tijuana, Baja California, hasta 800, pero viajar a Nueva York cuesta 350 dólares. Si se toma la opción por esta ciudad --cuatro horas de viaje--, se puede ver la mejor danza del mundo.

La Brooklyn Academy of Arts tiene su Next Wave Festival, que incluye desde artistas emergentes que avanzan hacia las nuevas tendencias del arte mundial, hasta figuras de talla internacional que han marcado de forma indeleble la danza, en particular la danza-teatro.

La temporada, que iniciará en unas cuantas semanas, incluye Vollmond (“Luna llena”), de Pina Bausch, interpretada por su legendaria compañía Tanztheter Wuppertal. Y hay que señalar que si bien en todo el mundo se hicieron homenajes, programas de corte internacional, misas y todo tipo de actividades por Michael Jackson, poco se dijo de la conmemoración de la muerte de la notable coreógrafa de origen alemán, acaecida el año pasado, víctima de un cáncer fulminante. Con su fallecimiento, Pina Bausch dejó huérfanos a sus admiradores que siguieron, imitaron y siguen venerando su obra hasta el día de hoy.

Con una enorme roca en el escenario, en Vollmond la lluvia lo inunda todo, cae en cataratas y fluye suavemente para convertirse en una resbaladilla. La escena prevalece como una provocación sensual y casi deportiva para que los cuerpos de los bailarines muestren un control demencial que se mezcla con un cierto abandono, lo que hace inolvidable la pieza.                      

         A la compañía de Pina le sigue otro monstruo de la escena alemana: Sasha Waltz. Gezeiten (“Olas”) es la vertiginosa obra con la que la artista da un paso hacia adelante para mostrar por qué se le considera la más importante de las coreógrafas de la actualidad.

En su obra sucede todo: En un ambiente de profunda desolación, todo el foro se destruye, literalmente, pared por pared, ladrillo por ladrillo, duela por duela. El fuego quema una parte. Es francamente una de las obras más apocalípticas posibles de apreciarse hoy. Waltz y el cataclismo son sinónimos en este caso. Se trata de un montaje de tal perfección, que se considera fundamental que la vea cualquier persona que admire la corriente del teatro-danza alemán.

Y, la verdad, en lugar de irse a perder en las absurdas megainstalaciones hoteleras de la Riviera Maya, que cuestan 600 dólares el día; nadar en cuevas artificiales o piscinas, y convivir con delfines a precios imposibles de pagar, nada mejor que tomar un avión a Nueva York, conseguir un buen hotel de 100 dólares, comer hot dogs callejeros y ver la mejor danza del mundo que, paradójicamente, está a cuatro horas de la Ciudad de México.

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