Urge mantenimiento al monasterio de Oaxtepec

lunes, 2 de agosto de 2010 · 01:00

OAXTEPEC, Mor., 28 de julio (apro).- Da pena --en sus acepciones de tristeza y vergüenza-- visitar el monasterio de Santo Domingo de Guzmán de esta población morelense, fundado en 1535 por la orden dominica que llegó a la entonces Nueva España en 1526 con el propósito de evangelizar a la población indígena.

Este monumento histórico es uno de los 14 monasterios ubicados en las laderas del volcán Popocatépetl, declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1994 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), no sólo por tratarse de los primeros edificios construidos por los misioneros franciscanos, dominicos y agustinos, sino por su estado de conservación y porque el modelo arquitectónico que utilizaron los evangelizadores tuvo influencia en México y el extranjero.

Tres de los monasterios se encuentran en el estado de Puebla: San Francisco de Asís, en San Andrés Calpan; San Miguel Arcángel, en Huejotzingo; y La Asunción de Nuestra Señora, en Tochimilco.

Los otros once están en el estado de Morelos: San Mateo Apóstol, en Atlatlahucan; La Asunción, que es la Catedral en Cuernavaca; Santo Domingo de Guzmán, en Hueyapan; Santiago Apóstol, en Ocuituco; La Natividad o La Anunciación, en Tepoztlán; Santo Domingo de Guzmán, en Tetela del Volcán; San Juan Bautista, en Tlayacapan; San Guillermo, en Totolapan; San Juan Bautista, en Yecapixtla; La Inmaculada Concepción, en Zacualpan de Amilpas; y Santo Domingo de Guzmán, en Oaxtepec.

Según información de la página web del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), los 14 monasterios “se encuentran en excelente estado de conservación y son buenos ejemplos del estilo arquitectónico adoptado por los primeros misioneros --franciscanos, dominicos y agustinos--, quienes convirtieron a las poblaciones indígenas al cristianismo en los inicios del siglo XVI”.

En varios sitios de internet donde se promueve el “turismo cultural”, se menciona como una buena alternativa este conjunto de conventos, por su belleza, por su ubicación cercana a la Ciudad de México y a otras entidades del país; por su entorno natural y la combinación con un paseo de montaña. El propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), responsable de la conservación de estos monumentos, le llama Ruta del Volcán.

En un comunicado difundido el 17 de agosto de 2009, el instituto informó que 11 de los 14 exconventos serían objeto de trabajos de “dignificación”, con una inversión total de 10 millones de pesos. Una cifra que representaría nada si se considera que este año se había solicitado un presupuesto de 25 millones para la Basílica de Guadalupe, y la misma cantidad para la restauración de la Casa del Marqués del Apartado, ubicada frente al Templo Mayor en la Ciudad de México.

Los trabajos se centraron en los atrios, en la recuperación de corredores procesionales, mantenimiento de las cruces y las fachadas de las capillas posas, donde existen. Además, se fumigaría y eliminaría la vegetación parásita, y se rehabilitarían las puntas de las almenas para conducir el agua de lluvia.

El boletín destacó, sobre todo, que estos trabajos se traducirían “en la creación de más de 600 ocupaciones eventuales”, como parte del Programa de Empleo Temporal que con bombo y platillo anunció el Ejecutivo el año pasado y al cual se sumó inmediatamente el INAH, empleando --temporalmente-- a gente de las comunidades cercanas a zonas arqueológicas y sitios históricos.

Se ha destacado que los monasterios no tienen daños estructurales. El de Oaxtepec, ciertamente se ve firme en su construcción, pero basta recorrerlo para ver que necesita de mantenimiento y de cuidado continuo. Hasta hace unos años sus murales sorprendían no sólo por su antigüedad y belleza, sino por su buen estado de conservación.

En los pilares del claustro se plasmaron santos, y en las bóvedas, todas de cañón, diferentes y repetitivos motivos, entre ellos la flor de lis, característica de esta orden religiosa. Se distinguen aún restos de color azul, aunque la mayoría de los murales han perdido su gama cromática.

Lamentablemente algunos de estos murales ya presentan faltantes, no sólo por el tiempo, sino por la humedad, que denota la falta de conservación y de limpieza de los canales de desagüe de las azoteas. Hay manchas de humedad en bóvedas y paredes del segundo piso, y fauna nociva en las paredes y pilastras que dan al claustro.

No sólo se ven los efectos de la naturaleza. El convento tiene malas instalaciones eléctricas, cuarteaduras en los muros donde están las pinturas, así como suciedad. En sus salas superiores, donde se presentan exposiciones temporales, puede observarse que los cuadros no están colgados en mamparas, sino recargados en las paredes.

El monasterio se habilitó como museo, aunque con apenas tres salas abiertas en la parte inferior y un par en el primer piso. La primera de abajo exhibe una modesta colección de piezas prehispánicas, que ni siquiera está catalogada por el INAH, por lo cual carece de cedulas de identificación.

La siguiente sala es también sede de una pequeña colección de insectos y animales. Y la tercera muestra algunas hierbas, todo de la región y reunido por los propios habitantes de Oaxtepec.

No es un monasterio de grandes dimensiones, y no se requiere más de una tarde o mañana para recorrerlo, pero necesita que realmente se invierta tiempo y recursos en su mantenimiento y restauración.

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