Evalúan científicos de la UNAM presencia de mercurio en el medio ambiente

miércoles, 30 de marzo de 2016 · 11:37
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Luego de detectar que la exposición a altos niveles de mercurio metálico puede ocasionar efectos graves en las personas, un equipo del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se dio a la tarea de realizar un estudio permanente en aerosoles atmosféricos en zonas mineras del Centro de México. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los límites permisibles de ese elemento son de una parte por millón (1 ppm), no obstante, el equipo encabezado por la científica Rocío García Martínez encontró que los mineros mexicanos pueden registrar valores hasta tres veces mayores. Y, más grave aún, la gente que no está cerca de la fuente de contaminación también presenta problemas. En un comunicado, la UNAM precisa que el mercurio (Hg) es considerado uno de los seis contaminantes más importantes del planeta, por lo que debe ser monitoreado día a día. Este elemento, que puede ocasionar efectos graves en las personas, como temblores, disminución de la habilidad cognitiva, daños renales y neurológicos, entre otros, se encuentra presente en tres matrices ambientales (aire, agua y suelo), y en el país son pocas las investigaciones para determinar su presencia, las fuentes emisoras y su transporte, apunta el texto. Por ello, el equipo de García Martínez lleva a cabo un estudio permanente y de largo plazo desde hace siete años, en el que mide aerosoles atmosféricos y precipitación pluvial para precisar su distribución y migración en sitios mineros. El contacto con ese elemento se da a través de diferentes mecanismos, como el consumo de pescado o vegetales regados con agua contaminada proveniente de la minería, subraya el comunicado. Además, no debe tratarse como "contaminante emergente", porque es un candidato a regulación futura, dependiendo de las investigaciones sobre sus efectos potenciales en la salud y basados en los datos de monitoreo con respecto a su incidencia, sostiene García Martínez. El texto señala que la enfermedad de Minamata, causada por la exposición a altos niveles de metilmercurio, es grave y a menudo mortal. Se asocia con daños al sistema nervioso central y provoca irritabilidad, temblores, alteraciones de la vista, de la audición y en huesos, así como debilidad y parálisis. Las poblaciones más vulnerables son los niños, ancianos y mujeres en etapa de gestación, pues este elemento es capaz de atravesar la membrana de la placenta, con resultados graves. Ese padecimiento, diagnosticado por primera vez en 1956, se denomina así en memoria de los sucesos ocurridos en torno a la bahía de Minamata, Japón, centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio. Ante la preocupación de muchos países, y promovido por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se estableció un instrumento internacional: la Convención de Minamata sobre el Mercurio, adoptado formalmente en octubre de 2013. El Convenio fue creado después de cinco años de trabajo y ha sido signado ya por 128 países. Ahora esas firmas deben traducirse en ratificaciones con la firma de gran parte de los países de América Latina y el Caribe. México lo ratificó el año pasado. Con ello, se busca controlar los efectos nocivos de la contaminación por Hg. En este contexto, la investigadora y su equipo realizaron un proyecto con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a través del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), en el que le correspondió el estudio del mercurio atmosférico. Dedicada al análisis de los metales pesados, ha indagado el problema en la región minera de San Joaquín, en la Sierra Gorda de Querétaro, uno de los sitios más perturbados por la contaminación por ese elemento en el país. Ahí se han realizado mediciones de aerosoles atmosféricos y de precipitación pluvial. También, a través de la modelación se ha identificado el transporte del contaminante a zonas que no han sido impactadas por la minería, pues “podemos encontrar concentraciones altas en otros sitios, favorecidas por las masas de aire”, señala la científica.

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