Con la ayuda de un pirata sueco
WikiLeaks, el más conocido de los sitios de internet especializados en filtraciones de asuntos secretos, está siendo sometido a un golpeteo brutal. La divulgación que hizo de los Diarios de la guerra de Afganistán puso de cabeza al Pentágono, que le ha exigido en todos los tonos que retire esa información de la red. Pero nada hace cambiar de opinión a Julian Assange, director del portal, ni las amenazas ni las campañas de difamación en su contra… y ahora un pequeño partido le abre una puerta hacia la seguridad del Parlamento sueco.
PARÍS, 2 de septiembre (Proceso).- Al Pentágono le urge callar a Julian Assange, fundador y vocero de WikiLeaks. “Va a ser una guerra sin cuartel”, advierte a la corresponsal Rick Falkvinge, líder del pequeño Piratpartiet (Partido Pirata) de Suecia, que el pasado 16 de agosto firmó una alianza estratégica con ese sitio de internet para ofrecerle la protección de la ley sueca.
Hace años que los partidarios de la libertad total de información en la red luchan por defender y ampliar sus derechos. Unas batallas se dan en internet, otras en tribunales y unas más acaban con la encarcelación de los ciberactivistas. La guerra que ahora sostienen WikiLeaks y Washington se inscribe en ese contexto y se ha vuelto un rompecabezas jurídico y político.
El problema comenzó el pasado 5 de abril, cuando el portal especializado en filtraciones de documentos secretos difundió un video de 2007 en el que soldados estadunidenses disparan desde un helicóptero contra civiles en calles de Bagdad y matan a 12 de ellos (Proceso 1761).
Tres meses después, el 26 de julio, WikiLeaks provocó otro escándalo internacional al aliarse con The New York Times, The Guardian y Der Spiegel para filtrar archivos internos (2004-2009) de Estados Unidos sobre la guerra de Afganistán.
Esos medios publicaron sólo una mínima parte de los documentos, mientras que Assange puso 75 mil de ellos a disposición de los internautas en WikiLeaks y anunció que pronto subiría los 15 mil restantes.
Washington reaccionó de inmediato. Robert Gates, secretario de Defensa, acusó a Assange de haber publicado datos personales de colaboradores civiles afganos de las tropas estadunidenses y de la OTAN. Sintetizó sus acusaciones diciendo que WikiLeaks había “regalado a los líderes talibanes y de Al Qaeda una lista completa de personas a eliminar”. Aunque afirmó que Assange ya “tenía sangre en las manos”, no ha podido citar ni un caso de represalias ejercidas contra colaboradores afganos a raíz de esas filtraciones.
Gates exigió a Assange que devolviera los 15 mil expedientes que seguía sin divulgar y que borrara definitivamente de su portal y de sus archivos los 75 mil que ya estaban a la vista de todos.
Assange se negó. Reveló que había pedido asesoría al Pentágono para “limpiar” los documentos antes de ponerlos en línea, pero que no tuvo respuesta. Voceros de la Casa Blanca y del Pentágono no lo desmintieron y se volvieron más amenazantes.
Todavía más: el miércoles 25 Assange respondió a las crecientes presiones de Washington en su contra filtrando un documento interno de la CIA elaborado por una enigmática “Célula Roja” de esa agencia y cuyo título es insólito: ¿Qué pasaría si los extranjeros ven a Estados Unidos como exportador de terrorismo? Ese memorando analiza el impacto que puede tener el hecho de que los terroristas recluten a ciudadanos de Estados Unidos que usen el territorio de ese país como base para lanzar operativos en otras naciones.
El seguro de Assange
El sábado 7, Cryptome, otra página especializada en filtración de documentos, dijo que había detectado un fichero electrónico llamado Insurance en las páginas de WikiLeaks dedicadas a la guerra en Afganistán.
Según los expertos de Cryptome, el fichero Insurance (seguro) es gigantesco –de 1.4 gigaoctets– y podría haber sido encriptado con el sistema Aescrypt (advanced encryption standard), sumamente sofisticado y usado, entre otros, por el más secreto de los servicios de inteligencia estadunidenses, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés).
Sobre Insurance Assange se limitó a comentar: “Uno puede imaginar fácilmente que alguien que se encuentre en una situación parecida a la nuestra busque asegurarse de que los documentos históricos no desaparezcan”.
Insurance genera debates en la red y alarma en el Pentágono y los estados mayores de las fuerzas de la OTAN en Afganistán que se preguntan si ese fichero podría contener videos tanto o más demoledores que el difundido en abril o si fue creado para guardar los 90 mil documentos de los Diarios de la guerra.
Sea como sea, desde hace un mes el fichero misterioso no ha dejado de ser copiado por los ciberactivistas. En caso de un ataque para aniquilar WikiLeaks o de una acción legal para cerrar la página, a Assange le bastará revelar el código de Insurance a “quien corresponda” y su contenido circulará de inmediato por el ciberespacio.
Según la página web de Wired, revista estadunidense especializada en nuevas tecnologías, WikiLeaks es uno de los portales más copiados del planeta. El archivo de los Diarios de la guerra de Afganistán ya tiene 61 semilleros (páginas que multiplican su difusión) en el mundo.
No se puede descartar, sin embargo, que Insurance sea una trampa y que esté vacío. Pero la reacción virulenta del Pentágono hace pensar que los documentos de ese archivo podrían ser mucho más recientes y devastadores.
Por lo pronto, Julian Assange se mantiene firme. Asegura que equipos de expertos están expurgando los 15 mil documentos restantes de la guerra de Afganistán y que se publicarán en colaboración con grandes medios internacionales a finales de septiembre.
A salto de mata
El fundador de WikiLeaks ya no pisa Estados Unidos. Sus abogados estadunidenses le advirtieron que podía ser detenido bajo cargos de espionaje o complicidad en espionaje.
Nadie sabe dónde está. Sólo se comunica vía Twitter o en videoconferencias. A veces chatea con lectores de uno que otro medio. Aparece en una capital europea y luego se esfuma para reaparecer en otra.
Su actual y prolongada estadía en Estocolmo es excepcional. El fundador de WikiLeaks tenía razones de sobra para romper sus estrictas medidas de seguridad.
En entrevista telefónica con la reportera, Rick Falkvinge explica: “Desde abril, pero sobre todo desde la publicación de los Diarios de la guerra de Afganistán, se empezó a desatar una campaña internacional de difamación muy dura contra Julian Assange. Sus acciones molestan a muchos poderes. Urge desacreditarlo para callarlo. Además Assange es víctima de amenazas y presiones de todo tipo. WikiLeaks es blanco de fuertes ataques cibernéticos.
Recalca: “Entendimos que Julian Assange necesitaba ayuda. Todo fue muy rápido. El 13 de agosto le enviamos un mensaje diciéndole simplemente: ‘Si necesitas ayuda, aquí estamos’. Nos contestó de inmediato. Llegó a Estocolmo. Platicamos. El 17 de agosto firmamos públicamente un acuerdo que estipula que el portal de Piratpartiet alberga varios servidores de WikiLeaks”.
Precisa: “Sin ser perfecta, la legislación sueca sobre libertad de expresión es bastante protectora, especialmente en lo que concierne a las fuentes de información de los periodistas.
“En todas las democracias el periodista puede proteger a su fuente. En cambio en Suecia y en Bélgica el periodista debe proteger a su fuente y corre el riesgo de ser enjuiciado y encarcelado si revela el nombre de su informante. Es la razón por la que Assange tiene algunos de sus servidores en nuestro país.”
El fundador de WikiLeaks, sin embargo, no los había registrado debidamente en Suecia y Washington pensaba sacar provecho de esa falla. El Piratpartiet se adelantó y tomó por sorpresa a la Casa Blanca y al gobierno de Suecia. WikiLeaks queda legalmente a salvo ahora en ese país, pero podría estar más protegido en las próximas semanas. Todo depende de las próximas elecciones parlamentarias.
El Piratpartiet fue fundado en 2006, al igual que WikiLeaks, y, como él, lucha contra la vigilancia creciente en internet. Aboga por todas las “libertades digitales”, la protección de la privacidad electrónica y el libre acceso a los bienes culturales en la red.
Sus seguidores pertenecen esencialmente a las nuevas generaciones. De hecho fue gracias el electorado juvenil sueco que el Piratpartiet pudo obtener dos escaños en el Parlamento Europeo en 2009.
“Ahora nuestro objetivo es entrar al Parlamento sueco”, afirma Rick Falkvinge. Si obtenemos 4% de los votos en las elecciones del 19 de septiembre tendremos 14 diputados”. Según cuenta, los sondeos son favorables a su partido, y la hazaña de WikiLeaks despertó mucha simpatía entre la juventud.
“Con 14 diputados en el Parlamento podríamos avanzar mucho en la defensa de la libertad de expresión en la red”, asegura. Para empezar podríamos brindar inmunidad parlamentaria a WikiLeaks, ya que la constitución sueca impide que se demande judicialmente a diputados por las acciones políticas que realizan en su mandato.”
Agrega: “En caso de ser electos pensamos, además, mover parte de nuestras computadoras a la sede misma del Parlamento, por supuesto con todo y servidores de WikiLeaks. De esa forma Julian Assange y su portal estarían protegidos a la vez por la ley sueca sobre la prensa y por nuestro estatus parlamentario”.
La iniciativa islandesa
Otra batalla del Piratpartiet es apoyar al Parlamento islandés en sus esfuerzos por volver realidad la IMMI, la Iniciativa Islandesa para Medios de Comunicación Modernos (Proceso 1763), un cuerpo de leyes sin igual en el mundo que garantizará protección máxima a periodistas profesionales y blogueros de investigación de todo el orbe.
“Sabemos que todos los gobiernos observan con lupa lo que está pasando en Islandia y Suecia en este momento. También les preocupa la brecha que están abriendo WikiLeaks y otros sitios de filtraciones. Si juntos logramos nuestro cometido, el concepto de secreto de Estado, entre otros, se volverá caduco. También quedará trastornada la censura. Desafortunadamente no se acabarán las presiones sobre los medios y los reporteros ni los asesinatos de periodistas, pero por lo menos se podrán preservar y divulgar sus investigaciones.”
Falkvinge reconoce que hospedar a WikiLeaks es arriesgado para él y su partido. “No tememos al gobierno sueco. Nuestras leyes, por incompletas que sean, nos protegen. Además estamos en campaña electoral y atacar a nuestro partido porque brega en defensa de WikiLeaks y de la libertad de prensa tendría un costo político demasiado alto. No descartamos ataques cibernéticos contra nuestra infraestructura.
“Pero contamos con el apoyo de un número creciente de especialistas en criptología. Además, quienes tendrían la tentación de destruirnos para aniquilar los archivos de WikiLeaks saben que Assange tiene servidores esparcidos en el mundo y que respaldó todos sus documentos.
“En realidad”, sigue el dirigente del Piratpartiet, “sabemos que la guerra contra WikiLeaks tomará formas mucho más perversas. De hecho ya empezó. Prueba de ello es la confusión que se creó a raíz de una carta abierta enviada a Assange por Reporteros sin Fronteras (RSF). En un tiempo récord la mayoría de los medios masivos occidentales afirmaron casi al unísono que grandes ONG de fama mundial expresaban las mismas críticas que el Pentágono contra WikiLeaks. Pero no fue así”.
Mentiras y difamaciones
Al igual que el Piratpartiet, Proceso investigó la noticia según la cual cuatro grandes ONG –Amnistía Internacional (AI), Open Society Foundation (OSF), Campaign for Incocent Victims in Conflict (Civic) y RSF, así como el centro de investigación International Crisis Group– condenaron a WikiLeaks en una carta abierta dirigida a Assange.
La reportera contactó uno por uno a los voceros de esos organismos. Percibió su enojo ante la utilización de su nombre contra WikiLeaks y su voluntad de no fomentar polémica con la prensa.
Sólo RSF envió una carta condenatoria a Julian Assange el pasado 12 de agosto y la dio a conocer públicamente el mismo día. Los portavoces de Civic, AI y OSF explicaron que nada tenían que ver con esa carta y que se habían limitado a intercambiar correos electrónicos privados con el fundador de WikiLeaks.
“Sólo quisimos saber qué medidas de protección se tomaban para con los civiles afganos mencionados en los documentos”, aclaró una vocera de AI. Lo mismo aseguraron OSF y Civic. Todos reiteraron su respeto por el trabajo realizado por WikiLeaks en los cuatro últimos años, señalando con particular énfasis el video de las acciones de los militares estadunidenses grabado en 2007 y que corroboró sus denuncias.
El International Crisis Group declinó contestar, pero extraoficialmente uno de sus representantes confió a Proceso que no había enviado carta alguna a Assange.
Impresionado por el impacto internacional negativo de su carta, Jean-François Julliard, secretario general de RSF, decidió publicar el 17 de agosto un amplio comunicado en el que denunció el uso político de sus críticas a WikiLeaks.
En entrevista con Proceso, Gilles Loret, uno de los altos responsables de la organización, reconoció que la expresión “increíble irresponsabilidad” –usada el 12 de agosto para calificar al portal– había sido demasiado fuerte.
“La atención internacional sólo se centró en esas dos palabras”, deploró Loret. Eso creó malentendidos. Ciertamente consideramos que es peligroso lanzar nombres, apellidos y datos personales de civiles en la red, pero eso no nos impide apoyar todos los combates de Assange a favor de la libertad de expresión.
En su comunicado RSF subrayó: “Reafirmamos aquí nuestro apoyo a WikiLeaks en las acciones y los principios que la fundan. Es gracias a WikiLeaks que se dio a conocer el naufragio de las guerras dirigidas por Estados Unidos en Irak y Afganistán. Es también gracias a WikiLeaks que supimos cómo el ejército estadunidense había tomado deliberadamente como blanco a un equipo de la agencia Reuters en julio de 2007 en Bagdad”.
Falkvinge comenta: “Los grandes medios, como Fox News por ejemplo, que habían destacado la carta del 12 de agosto, apenas mencionaron el comunicado del 17”.
Al cierre de la edición Julian Assange estaba envuelto en una nueva polémica. El viernes 20 de agosto dos jóvenes suecas acudieron por separado a dos distintas delegaciones de policía de Estocolmo para denunciar una violación, la primera, y acoso sexual, la segunda, de parte de Assange.
El mismo viernes Maria Haljebo Kjellstrand, juez de guardia, lanzó una orden de investigación contra el fundador de WikiLeaks, quien se enteró de que era perseguido por la justicia sueca leyendo el periódico Expressen el pasado día 21. Entrevistada por la prensa sueca la juez confesó que había puesto en marcha la maquinaria judicial basándose sólo en llamadas telefónicas de los policías.
La procuradora Eva Finné retomó rápidamente el caso y anunció que la denuncia por violación no tenía fundamento pero recalcó que seguía vigente la denuncia por acoso sexual. En su página web Assange habló de un complot en su contra y confió al diario Aftonbladet, del que es colaborador:
“No sé quién está detrás de esto, pero ya nos habían avisado que el Pentágono estaba tramando golpes bajos para destruirnos. También me habían advertido que me estaban preparando trampas con asuntos sexuales.”
El miércoles 25 Assange anunció que había contratado a Leif Silbersky, uno de los abogados más renombrados de Suecia, para enfrentar esa nueva tempestad. l