Subir en calzones al Metro, ¿cuestión de pantalones?

domingo, 13 de enero de 2013 · 20:06
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Viajar en Metro es un testimonio de coraje. Hacerlo sin pantalones sorteando las miradas lúbricas de los pervertidos es un singular arriesgue. ¿Es posible viajar por el subsuelo en un vagón naranja donde muchos desconocidos se quedan en ropa interior al mismo tiempo? 1 En Metro Mixcoac una marabunta de cuerpos camina junto a Guadalupe, una señora que se dedica a limpiar departamentos. ?¿Sabe por qué no traen pantalones? ?Es un desfile gay ¿no? Mira, ya en esta vida es normal, ya nos acostumbramos a verlos. Mira, yo no quiero hablar mal de ellos. Mira, el cuerpo es una envoltura, hay envolturas elegantes y envolturas feas, eso es lo que veo. 2 Existen en el Metro dos tipos de hombres: los mirones y los ciegos. Mario Juárez tiene 74 años y un bastón para invidentes en la mano. De su cuello cuelga una lata con monedas. Mario no es un viajero más, es un habitante del subsuelo. Enfrente de él transitan decenas de piernas sin vergüenza. ?¿Qué pasaría si todos anduvieran sin pantalones?? se le pregunta. ?¡Ah caray!, pues como ni veo, no me importa. Solamente tocando a las personas me doy cuenta cómo son. Necesito oír la voz. No me imagino a la gente sin pantalones. Un montón de figuras fantasmagóricas entran y salen de los vagones. Mario cuenta sus monedas como un cajero experto. En el caos subterráneo se inscribe el secreto de su serenidad. Sus pasos son aletargados y tambaleantes como los de cualquier persona ciega. Pasear sin pantalones y sin rumbo es un acto incomprensible para él. “Te recordamos el paisaje que hace mucho no ves por ir viendo el reloj”, dice un anuncio publicitario como a modo de bienvenida. [gallery type="square" columns="9" ids="330558,330557,330556,330555,330554,330553,330541,330540,330539,330538,330537"] 3 En el vagón una señora con cuerpo de cetáceo se quita los pantalones. “Es como estar en una playa nudista”, le dice a unos jóvenes con orejas de conejo y trusas multicolores. ?¿Le gusta viajar sin pantalones? ?Viajamos más cómodo así. ?¿Y no le tiene miedo a la celulitis? ?Ay mijo, si te contara, yo de joven era menudita, como las muchachas, pero la vida…?dice Hermelinda, de 60 años, mientras mira a los demás. Tiene la certeza de que alguien se fijará en sus piernas de nuevo, algún día. 4 Tacubaya es un manjar para los acosadores. Mujeres de todos tamaños que pasean en los andenes como en su habitación. Cámaras indiscretas apuntan a las partes íntimas de las mujeres. Hombres que se tocan la entrepierna. ?¡Shtt, Shtt, güerita, shtt, shtt!? murmuran un par de hombres. Ellos completan lo que tapa la ropa interior con los pocos dones de su imaginación. “Hoy es un día sin pudor, en el Metro espanta más la ropa interior que la sangre del periódico”, comenta Gabriela ante la mirada perversa de los pasajeros. Sus calzones dicen Love me. 5 En uno de los vagones de la línea rosa un grupo tan hierático como desafinado le canta al Espíritu Santo: “Aquí se siente la presencia de Dios”. Media docena de manos extienden botes mientras un par de desconocidos se quitan los pantalones. “Deja que te toque y siente el Espíritu Santo”, resuena como un conjuro en el vagón. Los soldados de Dios en el subterráneo cambian su sonrisa por una mueca de desaprobación. Dejan de cantar y abandonan el tren. Eduardo cavila en el andén con el ceño fruncido. Si el Metro viaja en horizontal sus ideas son una cascada pesada: “Es una vergüenza, ponen en vergüenza al país, es gente sin principios”. ?¿Y cuándo tu novia te ve en ropa interior? ?El cuerpo es algo que se debe respetar, no debe ser público. Es muy personal? dice mientras apunta con su teléfono celular. Entonces, como quien cambia de piel, dos mujeres se quitan los pantalones y muestran sus trusas de encaje amarillo. Las puertas se cierran. 6 La estación Hidalgo tiene mal aliento. El cebo y el drenaje y las tortas de milanesa hacen pensar que uno está en la cueva de un ogro gigantesco que almacena víveres para resistir una catástrofe inminente. Torsos desnudos caminan junto al bafle del vendedor de discos. Ni el calor subterráneo le hace ahorrar palabras. “Maravilloso jazz te vale diez pesos setentas, ochentas y noventas te vale diez, diez pesos te vale una gran combinación de ritmos del mundo te vale diez pesos, diez pesos”. Quitarse los pantalones en el Metro es un paréntesis en lo que otro vendedor entra al vagón. A la una de la tarde, la desnudez es un fluido que se desparrama por los pasillos y escaleras. “Inténtalo”, gritan a los pasajeros. Unos agachan la mirada, otros les gritan “payasos”. 8 ?Yo ando recitando poesía, orita ando con Benedetti? platica un hombre con chamarra de piel y perforación en la ceja. ?Quítate la ropa? le gritan. El poeta se ríe. ?Yo no uso ropa interior. Imagínate que va a decir la prensa: poeta sin calzones o degenerado en el Metro. No, mejor así, los poetas no usamos calzones… 9 Subirse al Metro puede ser el consuelo de un solitario, pero también de personas que prefieren socializar en ropa interior.

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