“En ocasiones la Iglesia se desfigura por las divisiones de su cuerpo eclesial”, dijo el Papa Benedicto XVI el miércoles 13 en la que fue su última homilía. La frase apuntaló la hipótesis que lanzaron los vaticanistas: que las intrigas palaciegas y los juegos de poder en la Curia Romana influyeron en la renuncia del sumo pontífice. Al menos tres grupos habrían protagonizado las pugnas intestinas: los liderados por los cardenales Tarcisio Bertone, secretario de Estado, Ángelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Ángelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Y los tres se aprestan para una nueva batalla: influir en la elección del nuevo Papa.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Presionado. Acorralado. A veces decidido, a veces titubeante.
Esa es la imagen del Papa Benedicto XVI que transmiten los llamados Vatileaks, los documentos internos del Vaticano revelados en 2012 por el periodista italiano Gianluigi Nuzzi en su programa televisivo Los intocables.
El alemán Joseph Ratzinger, de 85 años y quien asumió en abril de 2005 tras de la muerte del polaco Karol Wojtyla, Juan Pablo II, ha lidiado con asuntos como la reestructura financiera de la Santa Sede, las intrigas palaciegas entre grupos de poder, los escándalos de pederastia clerical y la crisis global del catolicismo.
En su libro Las cartas secretas de Benedicto XVI (2012), Nuzzi afirma que Ratzinger “está dolido por las rupturas que se están consumando en la curia romana, en la comunidad de purpurados que sale cada vez más lastimada de los últimos consistorios”.
El germano es “víctima de los compromisos y de una ‘razón de Estado’ que hipoteca cualquier cambio”.
Los Vatileaks, bautizados así por el vocero papal Federico Lombardi por su similitud con los Wikileaks –el conjunto de cables secretos de Estados Unidos difundidos por el australiano Julian Assange–, son los informes privados que Benedicto XVI y sus secretarios, el teutón Georg Gänswein y el maltés Alfred Xuereb, han recibido en los años más turbulentos del papado que concluirá el 28 de febrero, procedentes de la Secretaría de Estado, de las nunciaturas, de los distintos cardenales y de todos los rincones del planeta.
Los documentos, dice Nuzzi, “revelan la cotidiana precariedad de la Iglesia, entre verdades sumergidas, emergencias resueltas, dificultades permanentes y secretos celosamente guardados”.
Los papeles permiten dimensionar “los secretos sobre el dinero, los negocios y las conjuras reveladas” que llegan al despacho de la jerarquía vaticana”.
En los documentos se hallan “historias dolorosas, escándalos del Vaticano, intereses, camarillas, juegos de poder y de corrupción, intentos de injerencia de este Estado e intervenciones en la política y en la economía” de naciones como España, Italia y Alemania”.
En su edición del jueves 14, la revista italiana Panorama reveló que el informe sobre los Vatileaks elaborado por una comisión de tres cardenales y entregado al pontífice en diciembre de 2012 motivó la decisión de renuncia anunciada el lunes 11.
Para la estructuración del expediente, los cardenales Julián Herranz, Salvatore de Giorgi y Josef Tomko se entrevistaron con prelados, laicos y religiosos para esclarecer la filtración masiva de documentos, atribuida al exmayordomo papal Paolo Gabriele, el ingeniero en sistemas Claudio Sciarpelletti y a una fuente colectiva apodada María por Nuzzi.
“Las denuncias recíprocas, los ataques, los episodios que permanecieron cubiertos por años y nunca develados son una chocante y dramática revelación” para Ratzinger, indicó la publicación.
El Papa “sale duramente probado del coloquio con la comisión investigadora. Encuentra la fuerza de hablar sólo con el hermano Georg. Se confiesa admitiendo, quizás, haber descubierto un rostro de la curia vaticana que no había jamás imaginado”, prosigue el reportaje de la revista.
Roberto Velázquez Nieto, investigador del Archivo Secreto del Vaticano, identifica tres bandos, liderados por los cardenales Tarcisio Bertone, secretario de Estado desde 2005; su predecesor y decano del Colegio Cardenalicio, Ángelo Sodano –muy cercano a Juan Pablo II–, y Ángelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI).
“Bertone es cercano a Benedicto XVI, es más abierto y menos conservador en algunos temas, Sodano encabeza un grupo conservador, tradicionalista, cercano a Juan Pablo II, y Bagnasco representa al ala italiana”, muy poderosa, explica el también investigador huésped del Centro de Estudios Mexicanos.
A su modo las tres facciones buscan incidir en los destinos del Vaticano, mediante el ordenamiento de cardenales, nombramiento de funcionarios y derecho de picaporte en el despacho papal.
En una carta dirigida al pontífice el miércoles 13, el arzobispo Norberto Rivera señala que “deja a la Iglesia de Jesucristo en paz, después de sortear tempestades, incomprensiones y hasta traiciones”.
En su última homilía de ese mismo día, Benedicto XVI manifestó que “en ocasiones la Iglesia se desfigura por las divisiones dentro del cuerpo eclesiástico” y pidió superar “el individualismo y las rivalidades”.
“Hay muchos intereses en pugna. Pero Benedicto XVI no se vio limitado por las divisiones. Quiso renovar la Santa Sede y quiso quitar el velo hacia el interior”, señala Velázquez.
El portugués José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, reconoció ante el vaticanista Andrea Tornielli, en una entrevista publicada el miércoles 13 en el diario italiano La Stampa, que las fugas de información “creo que habrán tenido alguna influencia”.
Pulsos de poder
Bertone es una de las figuras más poderosas del Vaticano, cuya influencia ha generado incordias en los pasillos eclesiales.
Ratzinger lo conoce desde hace tiempo, pues fue secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe entre 1995 y 2003, que el teutón presidió de 1981 a 2005.
“A diferencia de sus predecesores, Bertone no proviene de la carrera diplomática: un riesgo que Ratzinger debe haber ponderado bien, previendo que la elección suscitara desconfianzas y reacciones”, escribe Nuzzi.
Poco después de su llegada, Bertone trata de imponer sus preferencias en la elección de la cúpula de la CEI, para impedir que Bagnasco suceda al presidente saliente, Camillo Ruini. Pero su gestión no tuvo éxito, pues Benedicto XVI confirmó al actual jerarca italiano.
Por eso, el secretario de Estado ha abierto una confrontación con la CEI, que resguarda el peso de los clérigos italianos en el Vaticano.
El 5 de febrero de 2009 el cardenal italiano Paolo Sardi, patrono de la Soberana Orden de Malta, dirige una misiva a Ratzinger, en la cual imputa a Bertone “la desorganización en la curia romana”, un sentimiento de malestar entre los prelados diplomáticos.
La temperatura en los corrillos vaticanos sube al grado de que los cardenales Bagnasco, Camillo Ruini, Ángelo Scola y el austriaco Christoph Schönborn se reúnen en abril de 2009 con el Papa en su residencia de descanso de Castel Gandolfo para pedirle el despido de Bertone. Pero Ratzinger no cede, Bertone permanece.
“El juego de poder se desarrolla en un clima de creciente tensión. Hay miedo a criticar a los superiores y a expresar la propia discrepancia. El riesgo es sufrir represalias o traslados. En el pequeño Estado se consuman luchas sin exclusión de golpes: celos, envidias, arribismo e intereses personales”, escribe Nuzzi.
Los juegos del dinero
Uno de los asuntos que Ratzinger debió enfrentar ha sido el de las finanzas vaticanas, sacudidas por escándalos en años recientes que han dejado marcadas huellas en la contabilidad.
En julio de 2009 Benedicto XVI nombró a Carlo María Vigano secretario general de la Gubernatura, el ente responsable de todas las adquisiciones, las contrataciones y las remodelaciones de los inmuebles vaticanos, para un periodo que concluye en 2014.
Vigano reorganizó la concesión de obras, recortó costos e intereses en la administración y pintó las cifras de la Santa Sede de rojas a azules, con lo cual se ganó enemigos poderosos que “al perder negocios y beneficios se han acercado entre sí para vengarse”, según Nuzzi.
El 22 de marzo de 2011, Bertone le comunica su remoción por “tensiones que se viven en el interior de la institución”.
Sacudido, Vigano, de 72 años, redacta una carta para Bertone y le pide que le aclare las razones de su remoción y otra para Ratzinger, para informarle de la situación. Además, se reúne con el Papa en una audiencia del 4 de abril.
En su escrito a Bertone, Vigano concluye que “los motivos que han inducido a su eminencia a cambiar tan radicalmente de juicio sobre mi persona son fruto de graves calumnias contra mí y mi actuación, no sólo gravemente lesivas de mi derecho a la buena fama, sino que representan, en el contexto estatal en que ejercito mi responsabilidad, un verdadero atentado contra el gobierno del Estado”.
Vigano redobla su apuesta y se dirige a Ratzinger en una carta fechada el 27 de marzo de 2011 y en la cual asegura: “Mi traslado de la Gubernatura en este momento provocaría un profundo desconcierto y desaliento en cuantos han creído que era posible sanear muchas situaciones de corrupción y prevaricación desde hace tiempo arraigadas en la gestión de las diversas direcciones”.
En su entrevista le entrega una nota que le alerta del significado de su salida de la Secretaría General: “Para la parte sana, que ama al santo padre, mi eventual destitución (…) sería considerada una derrota difícil de aceptar, que resquebrajaría la confianza en la misma persona del santo padre, a quien tanto interesa que se ponga orden y se haga limpieza en la Iglesia y en su casa en el Vaticano”.
Pero Ratzinger respalda a Bertone y nombra, el 2 de julio, nuncio apostólico en Estados Unidos a Vigano, traslado interpretado en el Vaticano como un castigo.
Uno de los dolores de cabeza del prelado alemán ha sido el Instituto para las Obras de Religión (IOR), una de las tres instituciones financieras del Vaticano y el cual ha tratado de limpiarlo de máculas, infructuosamente.
En 2009, Ettore Gotti Tedeschi fue nombrado presidente del Banco Vaticano y apenas un año después la justicia italiana inició una pesquisa en contra suya y del vicepresidente Paolo Cipriani, acusados de lavar dinero. En septiembre de 2010 la policía italiana incautó 30 millones de dólares del IOR.
El escándalo gira en torno a la transferencia de ese monto de una cuenta del IOR en el banco Crédito Artigiano a otras en la filial en Frankfurt del J.P. Morgan y en el Banco del Fucino en septiembre de 2010, considerados sospechosos por la Oficina de Cambios del Banco de Italia (central) y la fiscalía de la península.
En una nota a Gänswein, secretario privado de Ratzinger, Gotti Tedeschi denuncia “un ataque vehemente a la credibilidad de la Iglesia iniciado apenas seis meses después de la aparición de la encíclica Caritas en veritate, con los ataques a la persona del Papa, los hechos ligados a la pedofilia y que continúa ahora con los hechos en que me veo envuelto”.
El banquero se convirtió en un importante consejero económico del Papa, sea sobre cuestiones impositivas en Italia, sobre los activos vaticanos o sobre las inversiones realizadas por el pequeño Estado europeo.
Pero Gotti Tedeschi no pudo evitar la fuerza de gravedad de sus actos, pues en mayo de 2012 fue destituido de la presidencia del IOR.
Posiblemente el nuevo Papa, electo en el cónclave que ocurrirá en marzo, nombre al mandamás del IOR, como lo adelanta Tornielli.
El viernes 15 Federico Lombardi, vocero del Vaticano, informó que el abogado alemán Ernesto Von Freyberg, de 58 años, es el nuevo presidente del IOR. Von Freyberg pertenece a la Orden de Malta y preside a la naviera Blohm+Voss, que fabrica embarcaciones militares. Esta empresa paga todavía compensaciones por haber usado mano de obra esclava durante la Segunda Guerra Mundial.
Las divisiones marcarán la sucesión, según Velázquez. “Se viene una disputa muy encarnizada, muy politizada por los escándalos recientes. La lucha por la sucesión papal se verá reflejada de una u otra forma como nunca se vio en otro pontificado”, prevé el experto.