Antes de hacer efectiva su renuncia Benedicto XVI tomó decisiones que trascienden su papado y recaerán en el próximo pontífice. Por ejemplo, dispuso que George Gänswein se mantenga como secretario particular al tiempo que fungirá como prefecto de la Casa Pontificia del nuevo Papa. También determinó que su compatriota Ernst von Freyberg se encargue del Banco Vaticano. En una institución donde los símbolos encierran mensajes, Ratzinger rechazó volver a ser llamado por su nombre de pila: Se mantendrá como “su santidad Benedicto XVI” y ostentará un título: “Papa emérito”.
MADRID/PARÍS (Proceso).- Desde que anunció su renuncia, todas sus decisiones parecían estar profundamente meditadas. De entrada, que Benedicto XVI no se convertiría en el cardenal Joseph Ratzinger, como lo anunciaron los medios: Una de sus últimas disposiciones fue que en lo subsiguiente se le llame “su santidad Benedicto XVI” o “Papa emérito”.
El pontífice encadenó así una serie de decisiones importantes para el futuro de la Santa Sede que contrastan con las 251 palabras del mensaje que pronunció en latín al anunciar su renuncia al papado, donde reconoció que para gobernar la Iglesia “es necesario el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.
En sus apariciones públicas en los 17 días antes de abandonar el cargo anunció que se dedicará a la oración, “oculto del mundo”, y prometió obediencia al próximo pontífice. Pero esta inédita situación convierte al Papa emérito en un testigo incómodo ante su sucesor y ante los grupos de interés dentro de la curia romana que protagonizaron luchas intestinas por el poder durante su pontificado.
Una de estas decisiones del Papa, que dista de ser un mero formulismo, fue la de reservar para el exclusivo conocimiento del futuro jefe de la Iglesia los informes que recibió entre marzo y diciembre de 2012 sobre los escándalos de corrupción en El Vaticano.
Estos informes son la conclusión de la investigación sobre la filtración masiva de documentos del despacho del Papa, entregados al periodista italiano Gianluigi Nuzzi –que publicó en su libro Las cartas secretas de Benedicto XVI (2012)– y a otros medios italianos, que el vocero papal, Federico Lombardi, bautizó como Vatileaks.
Estas filtraciones –entre ellas la carta de un religioso que advertía de un supuesto complot para matar al Papa– que causaron conmoción en El Vaticano concluyeron con el arresto y enjuiciamiento de Paolo Gabriele, el mayordomo papal y una de sus personas de más confianza, así como del informático Claudio Sciarpelletti, acusado de encubrimiento del primero.
El diario L’Osservatore Romano describió entonces a Benedicto XVI como “un pastor rodeado de lobos”.
En junio pasado el diario italiano La Repubblica publicó nuevos Vatileaks: Una serie de cartas que señalaban al secretario de Estado Vaticano, Tarcisio Bertone, y a Gänswein de estar detrás de las filtraciones. De Bertone decía que es un hombre ambicioso, cada vez más alejado de Benedicto XVI.
El pasado 21 de febrero este diario italiano publicó una información que tituló: “No fornicarás, ni robarás, los mandamientos violados en el informe que sacudió al Papa”, en la que ofrece detalles de la investigación que el pontífice encargó a los cardenales Salvatore de Giorgi, Julián Herranz y Jozef Tomko.
Señala el diario que se trata de un expediente de dos tomos con unas 300 páginas en los que se confirmaría que destacados miembros de la curia vaticana están implicados en luchas de poder, en abusos y malversación de dinero y la existencia de una supuesta red clandestina de homosexuales cuyas actividades los hacían propicios a los chantajes.
La publicación sostiene que los informes entregados al pontífice el 17 de diciembre fueron determinantes para que tomara la decisión de renunciar a fin de que un Papa más joven y enérgico llegue al Vaticano para encargarse de hacer una limpieza a fondo. Los primeros informes le habrían sido entregados a Benedicto XVI coincidiendo con su viaje a Cuba y México, en marzo del año pasado.
Añade que la investigación abre la realidad sobre los “peces podridos” en el interior de la Santa Sede y, según la fuente anónima que cita el diario, se refieren al “incumplimiento del sexto y séptimo mandamientos”, que se refieren a los “actos impuros” y al robo.
El artículo recuerda cómo en 2010 salió a la luz un escándalo de seminaristas que se prostituían y de un miembro de un coro del Vaticano que era proxeneta.
En este caso, el diario identifica a Angelo Balducci, miembro de una agrupación de laicos estrechamente vinculada con la curia romana y quien durante esa investigación también ocupaba un cargo en el gobierno de Silvio Berlusconi. Según esa referencia, Balducci mantenía constantes conversaciones telefónicas –intervenidas por la policía italiana– con el referido miembro del coro de la basílica de San Pedro, que era el intermediario para contratar servicios sexuales de hombres jóvenes.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1896 de la revista Proceso, ya en circulación.