"Soneto para dos almas en vilo"

jueves, 1 de octubre de 2015 · 18:56
MÉXICO, D.F. (proceso).- ¿Quién habita en mí cuando estoy dormida?, ¿será mi cuerpo sólo mío o hay otros que lo visitan?, ¿quién está cuando no estoy yo?; ¿es posible compartirlo? Soneto para dos almas en vilo provoca en el espectador diversas preguntas, y seguramente son distintas para cada quien, pues el tema de la obra es sólo un disparador. La historia es sencilla y sin grandes recovecos o trasfondos, con una propuesta ingeniosa y divertida de Martín Zapata, autor y director: dos actores se han reunido en una casa de Guanajuato para hacer una obra de teatro sobre una sesión espiritista donde se llama a seres del más allá. Uno de ellos la escribe y dos la representan, pero al hacer la invocación dos espíritus irrumpen y sus cuerpos tienen que ser compartidos con ellos. No son los que invocaron, sino dos enamorados del siglo XIX, recién casados y trágicamente muertos. El reencuentro de Carlota y Raymundo abre la puerta para develar secretos y tener una segunda oportunidad. Pero el actor y la actriz –interpretados por Manuel Domínguez y Diana Sedano– también viven en esos cuerpos y quieren seguir viviéndolos. Así, la obra transcurre en este juego de entrar y salir, dialogar a cuatro voces, intercambiar posiciones de épocas distintas y formular estrategias para resolver la situación del presente. Las sorpresas que desarrolla el autor dan dinamismo a la obra. La problemática cambia constantemente, las sorpresas mantienen expectante al espectador, y ello, con lo insólito de la situación, crean una atmósfera inquietante. Si bien en el arranque de la obra los textos de los actores que se preparan para iniciar el ensayo resultan un tanto acartonados, las escenas siguientes toman vuelo y los personajes se van volviendo cada vez más verosímiles a pesar de la situación no realista. Los que practican el espiritismo podrán sostener su realismo, y dada la manera en que está planteada esta historia y la vivencia de los actores, el espectador entra absolutamente en la convención. El reto actoral al que se enfrentan Diana Sedano y Manuel Domínguez es ambicioso y ambos consiguen jugar con sus dos personalidades. Es brillante su naturalidad en el comportamiento, el ritmo interno que manejan y la caracterización del movimiento corporal. El director ayuda a este juego proporcionando a los personajes del siglo XIX un tono de habitantes de un pueblo con un cantadito marcado al hablar, lo cual permite que fluya una conversación a dos voces dicha por el mismo actor y se pueda diferenciar más fácilmente las dos épocas y los dos contextos culturales. Mientras que los hombres se mantienen distantes, ellas se vuelven cómplices frente a la falta que cometió el minero siglos atrás. En su dramaturgia, Martín Zapata apuesta por construir la estructura de la obra a partir de los giros dramáticos. Los elementos del espacio escénico son mínimos: una mesa, dos sillas, una grabadora y un par de utensilios más. La ambientación, apoyada por la iluminación en claroscuros de Eduardo Mier y Laura Elena Mier, es enriquecida por el diseño sonoro de Joaquín López Chapman. Sonata para dos almas en vilo se presenta hasta este domingo 4 de octubre en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional). Los horarios son: jueves y viernes 20 horas; sábado, a las 19 y domingo a las 18.

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