Mullor a Vera: jamás te perdonaron Sevilla

sábado, 31 de diciembre de 2016 · 14:49
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- “Jamás te perdonaron Sevilla”, le dijo el nuncio apostólico Justo Mullor a fray Raúl Vera López en 1999, al notificarle que ya no sería el sucesor de Samuel Ruiz en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas Chiapas, donde era obispo coadjutor. Fallecido ayer, 30 de diciembre, Justo Mullor fue nuncio apostólico en México entre 1997 y 2000. Su paso por el país, en años de crisis económica, convulsiones sociales y sangrienta represión, lo convirtieron en un actor relevante en la historia reciente. El encuentro en el que se le notificó el traslado fue contado por el obispo de Saltillo Raúl Vera en 2006 (Proceso 1481) y, ampliada en mayo de 2011, en una entrevista con el reportero realizada en la Parroquia Universitaria, en la Ciudad de México. Durante el tiempo que estuvo en México, Justo Mullor terminó confrontado con los jerarcas conservadores. El reportero Rodrigo Vera recordó ayer, en este portal informativo, que Mullor fue quien denunció al superior de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, por abusos sexuales y alianzas con el poder, cuyos incondicionales, los cardenales Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Íñiguez, así como a los poderosos obispos Onésimo Cepeda y Emilio Berlié… hasta que finalmente, dejó México. Los jerarcas mencionados, intentaron provocar la salida de Samuel Ruiz y Raúl Vera de Chiapas, pero Justo Mullor no habría cedido a la presión, hasta que se ordenó, desde el Vaticano, el traslado de Raúl Vera a Coahuila en 1999. Un año y medio después de la masacre de Acteal, perpetrada por paramilitares el 22 de diciembre de 1997 y en la que murieron 45 tsotsiles que rezaban en un templo, la denuncia pública que Raúl Vera hizo en Sevilla acusando al gobierno de Ernesto Zedillo de ser autor de la paramilitarización en Chiapas, resultó en su retiro de la zona del conflicto zapatista. La historia se remonta al 22 de diciembre de 1997, Raúl Vera estaba por abordar un vuelo a Sevilla, España, para integrar el expediente de beatificación de fray Bartolomé de las Casas que en esa ciudad hizo sus votos sacerdotales. Se enteró en el aeropuerto de la Ciudad de México de la matanza y, al llegar a Europa, reporteros de numerosos medios de comunicación le pedían una declaración sobre lo ocurrido, pero los evitó. El entonces coadjutor quería allegarse más elementos sobre los hechos y observar el avance de las investigaciones oficiales, pero días después, el 28 de diciembre, vio una entrevista del entonces procurador general de la República, Jorge Madrazo Cuéllar, asegurando que lo ocurrido en Acteal fue un pleito de familias indígenas. Fue hasta entonces que convocó a una conferencia de prensa en la que desmintió la versión oficial: denunció que en Chiapas operaban grupos paramilitares apoyados por el Ejército Mexicano y la policía estatal, que expulsaban a los indígenas de sus comunidades, incendiaban sus viviendas y luego, tendían cercos armados para evitar que les llegaran alimentos y servicios médicos. “Es una estrategia de muerte”, expresó al acusar una guerra de baja intensidad. Así, denunciaba que el gobierno de Ernesto Zedillo declaraba una tregua en su postura pública, pero se valía de los paramilitares para combatir a la sociedad civil en su afán por destruir las bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La declaración se reprodujo en un comunicado que fue traducido a varios idiomas, motivando una presión internacional sobre el gobierno de Ernesto Zedillo. Cuando Vera López llegó a México el 30 de diciembre, un nutrido grupo de reporteros lo esperaba en el aeropuerto. Se habían enterado de su hora de arribo por las misma “fuente” que les dijo algo que el propio Raúl Vera desconocía: estaba citado a declarar en un ministerio público federal el 2 de enero de 1998. Lo que de Roma viene… El traslado de Raúl Vera a Saltillo Coahuila fue el epílogo de un largo periodo en el que cardenales, obispos y altos funcionarios gubernamentales, operaron para hacer llegar al Vaticano información deformada sobre el trabajo pastoral del obispo Samuel Ruiz y su coadjutor Vera en Chiapas. Pese a la confidencia de Justo Mullor, para Raúl Vera otros factores influyeron en su salida de San Cristóbal: “Nosotros decimos: lo que de Roma viene a Roma va. Y lo que venía era mucha desinformación sobre lo que estaba pasando en Chiapas”. Desde un año y medio antes, de la masacre de Acteal, había presiones para evitar la continuidad del proceso de integración como lo llevaba a cabo Samuel Ruiz, quien era acusado por otros obispos de tener orientación marxista o asumir la teología de la liberación. A decir de Vera, Samuel Ruiz siempre se justificó en el Evangelio y negó seguir aquellas tendencias “En la Iglesia se sabía lo que los ricos y los políticos decían. Lo que estaba ocurriendo es que había una oposición firme hacia una Iglesia en la que se crearon sujetos que le dieron la vuelta a su situación social y se salieron de la esclavitud, pero el proceso estaba tiernito”. Lo que no se comprendía, según Raúl Vera, era el “proceso de inculturación”. Por ejemplo, que los pueblos indígenas rechazan jefes que no sean casados y, para resolver un problema pastoral en las comunidades, Samuel Ruiz creó diaconados permanentes con indígenas casados, que llegaron a un número mayor que los sacerdotes radicados en la zona. Al interior de la Iglesia, ese tipo de acciones no se entendían y, aun cuando estaban autorizadas por el Concilio Vaticano II, se seguía pidiendo que los diáconos fueran célibes. Raúl Vera, nunca ha dicho quiénes eran los obispos que estaban contra Samuel Ruiz, que iban a Roma y lanzaban acusaciones en su contra. Prefiere decir que lo apoyaban los obispos de Oaxaca, Tehuantepec, la sierra Tarahumara y Cuautla. ¿Has visto paramilitares? A la impugnación eclesiástica se sumaron las agresiones que sufrieron Samuel Ruiz, algunos sacerdotes y el propio Vera en la zona de conflicto: “Nosotros como Iglesia éramos un enemigo a vencer, primero porque éramos un obstáculo, porque procurábamos que la solución fuera por la vía del arreglo social; a través de los paramilitares, nos cerraban Iglesias, teníamos como 40 iglesias cerradas, empezando por la parroquia de Chenalhó, iglesias y capillas, casas parroquiales, curiales y sacristías fueron tomadas por el Ejército y la policía del estado”. Cuando Vera apenas había llegado como obispo coadjutor, su casa fue rodeada en varias ocasiones por hombres armados. En 1996, en el municipio de Chilón, el grupo paramilitar de los Chinchulines intentó lincharlo: “Había un comando de la policía estatal a dos kilómetros del poblado de Bachajón, pero no intervinieron a pesar de que durante la noche habían linchado a un profesor; lo amarraron con alambre de púas y lo arrastraron por todo el pueblo, lo colgaron, le echaron gasolina y lo quemaron. Toda la noche hubo disturbios y casas incendiadas”, relata. En aquella ocasión, el comando paramilitar rodeó su camioneta, pensando que era Samuel Ruiz; querían conseguir gasolina para quemarlo Un hombre de aspecto distinto a los revoltosos les dio la orden de dejarlo en paz y así salió bien librado del ataque. Pero el incidente más conocido es el atentado que sufrieron Ruiz y Vera en Jolnopa Guadalupe, semanas antes de la masacre de Acteal, el 4 de noviembre de 1997, donde tres personas resultaron heridas. “El Ejército nos enfocaba para quitar un símbolo, porque para los indígenas la Iglesia lo era. Era la que inspiraba una resistencia pacífica. Atacar a la Iglesia, desprestigiarla y quitarle su capacidad de interlocución, de vínculo con la sociedad civil internacional y con otras religiones aquí en México, era la estrategia”. Con todo y lo anterior, el papa Juan Pablo II le preguntó a Raúl Vera, si él había visto a los paramilitares que denunciaba. Entonces entendió que al papa lo estaban desinformando, que había quienes enviaban información falsa o tergiversada, favorable al gobierno. “Jamás te perdonaron tus declaraciones de Sevilla”, reiteró el nuncio apostólico Justo Mullor, un año y medio después de la masacre, refiriéndose al gobierno zedillista, que estaba detrás de la decisión del Vaticano que sacó a Raúl Vera de Chiapas.

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