Chile y Brasil, en el centro de un eje derechista sudamericano

sábado, 6 de abril de 2019 · 09:39
Con sus pifias y contradicciones, el presidente Sebastián Piñera ha desvirtuado a la diplomacia chilena, que se había caracterizado por buscar soluciones pacíficas a los diferendos y por respetar la autonomía de las naciones. Un ejemplo: su ofrecimiento –y posterior retractación– de que Chile sea sede de la próxima cumbre sobre cambio climático, un tema en el que el mandatario no cree. Pero la más reciente es alarmante: de visita en Santiago, Jair Bolsonaro y el jefe de Estado chileno firmaron una declaración conjunta entre cuyos puntos señalan su compromiso de “restaurar la democracia” en Venezuela. SANTIAGO (Proceso).- De los temas que han marcado el vuelco de la política exterior chilena, el que más revuelo y críticas ha originado es el del rol jugado por el presidente Sebastián Piñera y la Cancillería en la creación del Foro para el Progreso de América del Sur: Prosur. La convocatoria a la creación de ese organismo fue realizada por Piñera el 19 de febrero: “Unasur ha fracasado. La mejor prueba de ello es que por su exceso de ideologismo y su exceso de burocracia está prácticamente inactiva hace ya casi tres años y no ha logrado ningún resultado”. Haciendo el contraste, afirmó que Prosur “es una instancia nueva sin ideologismos ni burocracia”, abierta a los países de América del Sur “que cumplan con dos requisitos esenciales: primero, vigencia plena de la democracia y del estado de derecho, y, segundo, respeto pleno a las libertades y a los derechos humanos de sus habitantes”. Piñera se ocupó de dejar en claro que el único país que no cumplía con esas condiciones era Venezuela. Este anuncio lo hizo tres días antes de viajar a Cúcuta, Colombia, para participar en una operación conjunta con el presidente de Colombia, Iván Duque, que tenía por fin declarado “entregar ayuda humanitaria” a Venezuela, pero que en los hechos pretendía desatar el derrumbe del régimen encabezado por Nicolás Maduro. No obstante los malos augurios de los críticos de la política exterior chilena, la Reunión de Presidentes Suramericanos que daría forma a Prosur fue relativamente exitosa, al menos desde la perspectiva de sus organizadores: asistieron siete mandatarios y ocho fueron los países que firmantes de la Declaración de Santiago que sentó las bases de la nueva organización. Los mandatarios que acudieron a la cita fueron el argentino Mauricio Macri, el colombiano Iván Duque, el ecuatoriano Lenin Moreno, el paraguayo Mario Abdo, el brasileño Jair Bolsonaro, el peruano Martín Vizcarra, además del anfitrión. También rubricó el documento fundacional de Prosur el embajador de Guyana en Chile, George Talbot. Bolivia, Surinam y Uruguay enviaron delegados a esta cumbre presidencial, pero no se incorporaron a la nueva organización, aunque sí participarán en calidad de observadores. La cita tuvo lugar el viernes 22. No derivó en mayores acuerdos, siendo lo más destacado de ella la foto que se tomaron los presidentes y la citada declaración conjunta. En ésta, los firmantes manifestaron su compromiso de “construir y consolidar un espacio regional de coordinación y cooperación”, con el objetivo de “avanzar hacia una integración más efectiva que permita contribuir al crecimiento, progreso y desarrollo de los países de América del Sur”. En entrevista, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de Chile, Pablo Vidal, expresa que “llama la atención el rol expectante que han tomado países como Bolivia y Uruguay, que han dicho que quieren observar para ver qué posición definitiva tomar al respecto, porque probablemente tienen el mismo temor que tenemos algunos: que esta instancia tenga un sesgo ideológico que creemos no es bueno para una organización multilateral como Sudamérica necesita”. Por su parte los excancilleres chilenos Mariano Fernández, Carlos Figueroa, José Miguel Insulza, Heraldo Muñoz, Juan Gabriel Valdés e Ignacio Walker señalaron –en relación con la creación del nuevo ente regional– que “parece errada la noción de que cada vez que exista un determinado alineamiento político-ideológico sea necesario crear un organismo regional”. El experto en defensa y relaciones internacionales, Raúl Sohr, deslizó una crítica más radical a este nuevo ente: “Prosur es algo especulativo, ambiguo, que nace del aunamiento de algunos países frente a Venezuela; no tiene una identidad regional”, como declaró al diario español Público el sábado 23. “Hablamos de Prosur”, prosiguió, “pero en realidad los países que participan en el evento son más ‘pronorte’: buscan alianzas con Estados Unidos”, sentenció el especialista. En efecto, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, previo a su viaje a Chile, estuvo en Washington el martes 19, donde se reunió con Donald Trump. Tras la cita anunció que con Estados Unidos se dio inicio a la “consolidación del nuevo camino de fuerte amistad”, como declaró aquel en su cuenta de Twitter. Tras dar forma a Prosur, Bolsonaro se quedó en Santiago en visita oficial que sirvió para estrechar aún más los lazos con el gobierno de Piñera. No obstante, la presencia de Bolsonaro despertó “un rechazo que no se veía desde noviembre de 2004 cuando, en la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), George W. Bush visitó el país”, reseñó el diario Interferencia el sábado­ 23. Muestra de lo anterior es que tanto el presidente del Senado, Jaime Quintana, como su par de la Cámara de Diputados, Iván Flores, se negaron a participar en las actividades oficiales de recepción al jefe de Estado brasileño, el sábado 23. Incluso los voceros de la Mesa Nacional de la izquierdista coalición Frente Amplio entregaron el viernes 22 una carta a Piñera, solicitándole que Bolsonaro fuese declarado persona non grata y que se cancelaran los actos en su honor. En Chile se tiene muy presente que Bolsonaro declaró –en 1998 a la revista Veja, de Brasil– que el gran error de Pinochet fue no “haber matado a más gente”. Pero nada de este rechazo le importó a Piñera, quien brindó a su huésped una gran acogida: “Presidente Bolsonaro, sin duda nuestras relaciones atraviesan por un buen momento. Pero quiero decir que eso no es excusa para no esforzarnos para que podamos construir las páginas más luminosas e inspiradoras en esta larga, hermosa y noble amistad que ha unido siempre a los pueblos de Brasil y Chile”. Ambos mandatarios suscribieron –el sábado 23– una declaración conjunta de 10 puntos en la que anuncian que promoverán el perfeccionamiento de la integración económica “con miras a establecer un área de libre comercio de nueva generación entre los Estados parte del Mercosur y los países miembros de la Alianza del Pacífico”. En lo político se comprometieron a bregar para “restaurar la democracia” en Venezuela, proceso que –según ambos– requiere de la “celebración de elecciones presidenciales libres y justas, conforme a los estándares internacionales, bajo observación internacional independiente”. Diplomacia disminuida “Era una tradición republicana de la política internacional chilena no estar sujeta al color político del gobierno de turno. (…) Chile se había instalado entre los países que siempre estaban buscando instancias de paz en las diversas contingencias de nuestra región. “Pero el último año, especialmente en los últimos meses, hemos visto que nuestro país se ha comprometido con acciones que no conducen al diálogo ni a la paz duradera de nuestra región. Esto nos llama mucho la atención y nos preocupa, porque creemos que la intención del presidente Sebastián Piñera es utilizar la política exterior para obtener réditos internos”. Esto señala Vidal en la entrevista con Proceso. Este giro de la política exterior –que está provocando críticas de un amplio arco de actores políticos y de analistas internacionales– se caracteriza por considerar alianzas con los más reaccionarios gobiernos de Sudamérica. Vidal, como han hecho los principales líderes de la oposición chilena, critica entre otros puntos la decisión de Piñera de no firmar el Acuerdo de Escazú, del que forman parte la mayoría de países de América Latina y el Caribe. Por medio de este, los Estados firmantes se comprometen a realizar cambios legales e institucionales para promover la protección del medio ambiente. Esta autoexclusión fue informada el 25 de septiembre de 2018 por la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, en medio de una sesión de la Comisión de Medio Ambiente del Senado. “La cancillería ha solicitado que por razones internacionales se postergue su firma y vamos a entregar información cuando la tengamos”. Esta definición generó sorpresa y malestar, tanto a nivel local como en los organismos internacionales, toda vez que Chile había sido –en el segundo mandato de Michelle Bachelet– uno de los principales promotores de ese tratado. También se ha reprochado a la administración Piñera haberse excluido (otra vez con un aviso de última hora, no discutido con nadie) del Pacto Mundial sobre Migración, suscrito por 164 países en la conferencia de la ONU celebrada en Marruecos los días 10 y 11 de diciembre de 2018. “(Esto dejó a Chile) en el club de los ocho Estados que se abstuvieron y al lado de cinco países que votaron en contra”, tal como lamentaron los seis excancilleres chilenos en declaración emitida el lunes 25, en la que critican en términos insólitamente duros el viraje de la política exterior bajo la actual administración. Los exfuncionarios acusaron que todos los anteriores son “ejemplos de una lógica” en la que “predominan la improvisación y la politización de la política exterior”. Además protestaron porque, a su juicio, “en ninguno de esos casos ha habido los niveles de consulta e información que se requieren, como ha sido tradicional en la política exterior chilena”. A mayor abundamiento, sostuvieron: “el Consejo de Política Exterior, del que formamos parte, no ha funcionado en el presente año y desde hace muchos meses”. Esto pese a que hay una ley que lo ampara. COP 25: El bochorno Hay un hecho que deja en evidencia las falencias de la política exterior chilena. Se trata del ya bochornoso devenir de la organización de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático COP 25, que deberá realizarse entre el 2 y el 13 de diciembre de este año en Santiago. La adjudicación de esta cita a Chile se verificó en el transcurso de la COP 24, en Katowice, Polonia, en diciembre pasado. Cuando esta cumbre ya terminaba no había país organizador, puesto que Brasil, que tenía dicha responsabilidad, renunció a organizarla ante las dudas expresadas por Jair Bolsonaro, tras vencer en la contienda electoral de octubre de 2018. Sólo Costa Rica y Chile expresaron, luego de esta renuncia, su disposición a organizar este evento, pero en medio del COP24 el país centroamericano retiró su postulación. Por lo mismo, y ante la ausencia de otro candidato, el 13 de diciembre funcionarios de la ONU plantearon a Schmidt que Chile se hiciera cargo de la cita. Schmidt se comunicó con la cancillería. Ésta, por conducto de la vicecanciller Carolina Valdivia, le sugirió rechazar dicho ofrecimiento por las dificultades logísticas que implicaba organizar el evento de dos semanas de duración y que considera una participación de más de 25 mil delegados extranjeros. Pero como Chile ya se había ofrecido, Schmidt preguntó directamente a Piñera. Éste, fiel a su estilo y sin mediar mayor análisis, le pidió que ratificara la disposición de Chile a ser la sede de tal cumbre. El pasado 14 de diciembre, tras la ratificación de Chile como sede, Piñera dio a conocer lo que a su parecer era una buena nueva: “En noviembre del próximo año (2019) Chile será el país sede de la Cumbre de APEC, y en enero de 2020 (sic) seremos sede de la COP25”. Sin embargo, a pocas semanas de hecho el anuncio, el gobierno se fue percatando de los problemas que implicaba realizar con tan poco tiempo de por medio un evento de esa magnitud, considerado el más grande a organizar por Chile desde el Mundial de Futbol de 1962. Se suma a estas complicaciones que, sólo dos semanas antes del COP 25, Santiago será sede del APEC. Considerando estos y otros factores, la ministra Schmidt escribió en febrero una carta a la ONU solicitando la postergación del evento medioambiental para enero de 2020. Sin embargo, este planteamiento fue denegado aduciéndose problemas de agenda de las delegaciones participantes. Esta situación tiene en estado de máximo estrés al Ejecutivo, que está pidiendo todo tipo de ayudas para resolver el entuerto en que se involucró, bajo la guía del presidente Piñera y ante las omisiones y falta de carácter del canciller Roberto Ampuero. Este reportaje se publicó el 31 de marzo de 2019 en la edición 2213 de la revista Proceso

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