Fernández, maestro de maestros: Carmen Galindo y Gonzalo Celorio

sábado, 18 de enero de 2020 · 11:39
Dos de sus destacados discípulos en la Facultad de Filosofía y Letras, Carmen Galindo y Gonzalo Celorio, ofrecieron a este semanario su sentir y sus ideas sobre la muerte y la vida de Sergio Fernández. Ambos fueron sus adjuntos en la UNAM, donde la primera es profesora e investigadora, mientras el segundo preside la Academia Mexicana de la Lengua, de la cual Fernández era miembro honorario. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Periodista, profesora y discípula del sorjuanólogo y cervantista Sergio Fernández, Carmen Galindo se refirió sobre él como el “maestro de maestros”, un ferviente creyente del “amor”, temática que dejó plasmada a lo largo de toda su obra, que a decir de la profesora de literatura iberoamericana por la UNAM, debe rescatarse. Adelantó que la universidad le rendirá un homenaje. Galindo, quien también fue discípula de Salvador Novo, refirió sobre su maestro: “Como profesor le decíamos que era el ‘maestro de maestros’ porque él le dio clases a José Luis Ibáñez, Hernán Lara Zavala, Gonzálo Celorio, su discípulo predilecto, y ahora presidente la Academia Mexicana de la Lengua, de Raquel Serur Smeke (embajadora de México en Ecuador), Eugenia Revueltas, entre muchos otros. Como maestro era divertido, alegre, amoroso, un gran conversador, sus clases eran un performance, una improvisación casi teatral donde leía citas, daba matices. Siempre ponía su experiencia personal e involucraba a sus alumnos, nos fascinábamos con él. Recuerdo que a Juan García Ponce le admiraba cómo distaba conferencias sin textos de por medio". “Fui ayudante de profesor de Sergio en la UNAM, y fui alumna en Letras Hispánicas y el Seminario de Tesis que él inauguró, años después se orientó a la literatura latinoamericana cuando surgió el boom latinoamericano, dio clases de literatura iberoamericana clase que tengo a la fecha en la facultad". Galindo también refirió las obras que a su juicio debieran de rescatarse, reeditarse, y la favorita en palabras de Fernández: “Sergio consideraba de mayor importancia su novela Los peces, volumen de vanguardia, que cuenta sus experiencias de amores en Italia, donde él vivió e involucra una experiencia de tipo personal. Recuerdo que me tocó presentar su novela El segundo sueño, novela muy importante que involucra también asuntos personales cuando vivió en Alemania dando clases, y en donde aparece en personaje su mamá Lupita". “Por mi parte yo considero Los desfiguros de mi corazón, que involucra sus memorias, una de las más importantes. Entre los relatos que incluye está el famoso relato ‘La Narcisa’, que trata de una visita que tuvo Sergio de adolescente a un burdel homosexual que regenteó un travesti, y es un relato excepcional". “Asimismo Todo para los dioses, en donde habla de su relación con Pita Amor, una vez en una presentación un joven le preguntó que si Pita era así, como Sergio la pinta, y él respondió –‘bueno, es mi Pita’–, con ello quiso decir que le dio un tratamiento literario, la convirtió en un personaje. Todo para los dioses narra su retrato de relaciones con sus amigos, está el relato de “El frasco de Nescafé y la cama de plata” sobre María Félix y enrique Álvarez Felix, y en ese libro también hay un relato que no le quisieron publicar sobre Elena Garro por exigencias de la editorial". Galindo también explicó que entre los trabajos póstumos de Fernández está uno en el que trabaja su hermana, Magdalena Galindo, profesora de la Facultad de Economía de la UNAM, en un volumen inédito de Fernández que le prologó: Aventuras y desventuras de la picaresca española, sobre relatos del siglo XVI y XVII, libro por publicarse. También que el asistente de Sergio Fernández, Rodolfo Contreras, tiene en sus manos las memorias del sorjuanólogo. Por lo pronto tanto Galindo en compañía de Eugenia Revueltas impulsan un homenaje póstumo en la UNAM. * * * En entrevista telefónica con César Anaya, el escritor y académico Gonzalo Celorio evalúa así a quien fuera su profesor: “Durante muchos años llegó a tener el más alto reconocimiento que otorga la Universidad Nacional Autónoma de México, que es el de Profesor Emérito, formó a muchas generaciones y yo tuve el enorme privilegio de ser discípulo suyo durante varios años”. En efecto, Celorio cursó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas y el posgrado en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde es profesor desde 1974. Fue director general del Fondo de Cultura Económica (2000 a 2002), director de la Facultad de Filosofía y Letras (1998 a 2000), y coordinador de Difusión Cultural de la universidad (1989 a 1998). “Él era sobre todo especialista en la literatura española en los Siglos de Oro, pero después en el posgrado de Letras dirigía un seminario del que yo fui su adjunto durante cerca de diez años, en el que tocaba temas diversos de la literatura de lengua española y de otras lenguas; quiero decir que su labor docente fue muy importante porque realmente tenía un gusto muy apasionado por la literatura, y ese gusto tan apasionado lo transmitía con una gran vivacidad y con una gran energía". “Era un profesor muy estimulante y, además, más allá de la erudición, relacionaba de manera extraordinaria la vida con la literatura, y tenía por otra parte un bagaje cultural realmente muy amplio, pero lo más sobresaliente era su capacidad lectora, tenía una agudeza crítica y una extraordinaria sensibilidad que no siempre van  de la mano, y que él realmente reunía en sus cátedras con una gran solvencia". “Además de haber sido su alumno y adjunto tuve una relación de amistad muy cercana con él, era un hombre muy temperamental, esto es cierto, muy vigoroso, muy demandante también de la relación amistosa, pero era un maestro también fuera del aula, porque era un hombre de una gran cultura y una gran sensibilidad. Por ejemplo, tenía una gran capacidad de apreciación estética, sobre todo en el terreno de las artes plásticas. Fue un hombre que tenía esta vocación magisterial que no se limitaba al aula, sino que la ejercía de manera permanente en la conversación y en el trato cotidiano". Ofrece Celorio su visión como narrador: “También me gustaría destacar que fue un escritor muy importante, no suficientemente conocido, ni reconocido, aunque obtuvo el Premio Nacional de Lingüística y Literatura hace algunos años (2007). Pero hay que valorar su obra literaria, fundamentalmente una novela que se llama Los peces, que en mi opinión se ubica dentro de la narrativa del neobarroco, yo creo que fue uno de los grandes exponentes de la literatura neobarroca que se cultivó en varios países, muy particularmente en Cuba con escritores como Alejo Carpentier, José Lezama Lima o Guillermo Cabrera Infante". “Tiene también otro libro de relatos que a mí me parece quizás, junto con Los Peces, su mejor obra, se titula Los desfiguros de mi corazón, en donde hace una serie de narraciones vivas, algunas biográficas, otras autobiográficas con una gran sensibilidad, y como ensayista tiene un libro publicado por el Fondo de Cultura Económica muy notable, Retratos del fuego y la ceniza, donde hace lecturas sensibles, críticas, imaginativas de grandes escritores particularmente de los Siglos de Oro, incluida Sor Juana Inés de la Cruz". –¿Cómo podría definirlo como humano? –Bueno, lo que digo es que era un hombre temperamental, muy demandante de la relación amistosa, y bueno eso tenía siempre sus pros y sus contras, porque era muy dadivoso, muy generoso, no tenía ningún empacho en enseñar permanentemente, en presentar su gran cultura y en formar a sus discípulos. “También quiero decir que ahora que soy director de La Academia Mexicana de La Lengua estamos de luto porque él también fue miembro honorario de esta institución. Lamentablemente en los últimos años no estuvo muy presente, se retiró un poco de la vida pública. La mejor obra que dejó fue la formación de una enorme cantidad de alumnos que lo reconocemos como nuestro maestro". Este texto se publicó el 12 de enero de 2020 en la edición 2254 de la revista Proceso 

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