Religión

Compañía de Jesús en el noroeste: una azarosa travesía

Los primeros jesuitas enviados a la Nueva España llegaron el 9 de septiembre de 1572 a Veracruz. Actualmente están a cargo de las parroquias de Wawachiki, Cerocahui y la Clínica Santa Teresita en Creel, Chihuahua. la expansión de las misiones al noroeste no se realizó sin problemas.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los primeros jesuitas enviados a la Nueva España llegaron el 9 de septiembre de 1572 a Veracruz. Para entonces franciscanos, agustinos y dominicos se habían establecido en la parte central y en el sur de México, desde el Istmo de Tehuantepec hasta una línea marcada entre Tepic, Guanajuato y Tuxpan. Más hacia el norte la tierra se encontraba habitada por diferentes grupos de indios (gentilicio de los habitantes de las Indias, utilizado en los escritos de la época) y todavía no era conocida por los españoles. Los franciscanos tomaron la parte oriental hacia el Golfo de México; los jesuitas, la parte occidental. 

De los actuales estados de la República Mexicana los jesuitas se extendieron hacia el norte de Nayarit, gran parte de Durango, que incluía Parras (Coahuila), la sierra de Chihuahua, Sinaloa, Sonora y la península de California. Cabe notar que la expansión de las misiones al noroeste no se realizó sin problemas, pues a lo largo de los años hubo varias rebeliones contra los españoles y los misioneros, e incluso algunos murieron a manos de tepehuanes, tarahumaras y californios; así que el crecimiento de las misiones fue gradual y se hizo mediante incursiones a zonas limítrofes desde un lugar fijo, para considerar si existían condiciones para establecer una cabecera y desde ahí realizar visitas a poblados circundantes o pueblos de visita. Fue así que la Orden extendió su presencia misionera en gran parte del noroeste del actual México. 

En la región de la Sierra Tarahumara de Chihuahua la presencia de la Compañía de Jesús se puede dividir en dos grandes épocas: la novohispana y la contemporánea. Ambas etapas son muy diferentes históricamente hablando; sin embargo, llama la atención que los métodos jesuitas de evangelización posean fuertes puntos en común, como es el caso de la transliteración de las lenguas indígenas; por ejemplo: Gramática sobre el idioma tarahumar y el de guazarapes de Tomás de Guadalaxara (1683); Gramática rarámuri (1953) y Diccionario rarámuri-castellano (1976) de David Brambila, en colaboración con José Vergara Bianchi, todos ellos jesuitas.

El periodo novohispano

Los jesuitas Gonzalo de Tapia y Martín Pérez fueron enviados a Sinaloa en 1591 por el provincial Pedro Díaz. La primera incursión a la región de Tarahumara se realizó en 1601, año en que el padre Pedro Mendes llegó a Chínipas; en 1607 Juan de Fonte entró al territorio Tarahumara por el valle de San Pablo (al oeste de la actual Santa Bárbara, Chihuahua); en 1639 José Pascual y Jerónimo Figueroa fundan San Felipe de Conchos; en 1680 Juan María de Salvatierra llega a Cerocahui, sólo por mencionar algunos datos. Se suele hacer la distinción entre las misiones de la Baja Tarahumara o Antigua, establecidas de 1604 a 1753; y la Alta Tarahumara o Nueva, que tuvo su expansión y crecimiento a partir de 1673. En total, en ambas regiones los misioneros fundaron 24 cabeceras con 79 pueblos de visita, un total de 103 misiones. 

Para las primeras décadas del siglo XVIII el sistema misional jesuita estaba completamente organizado. En sus estudios, Luis González Rodríguez calculó que en aquellas misiones transitaron alrededor de 300 jesuitas de diferentes nacionalidades procedentes de Alemania, Austria, Bohemia, Croacia, España, Francia, Hungría, entre otros; y los misioneros originarios de América procedían de México, Colombia, Guatemala, Nicaragua y Venezuela.

Durante el periodo novohispano, los datos de registro de las misiones jesuitas en la Tarahumara muestran que, con sus altas y sus bajas, permanecieron 166 años en la mayor parte de esta región. Esta organización misionera fue suprimida abruptamente a partir de 1767, cuando la Corona española expulsó a los jesuitas de todos sus territorios. A partir de ese año se entregaron 15 pueblos (cabeceras) de misiones de la Tarahumara a los franciscanos del colegio apostólico de Guadalupe Zacatecas; otros tantos pueblos se entregaron a sacerdotes seculares de Durango y algunos más quedaron sin atención pastoral.

Después de la consumación de la Independencia fue disminuyendo la presencia franciscana en la zona y fue retomada en menor medida por sacerdotes del clero de Durango. La diócesis de Chihuahua, erigida en 1891, tuvo muy poca presencia en la Sierra Tarahumara; sin embargo, en 1895 los Misioneros Josefinos atendieron la Tarahumara por un lustro.

La labor misionera en la Sierra

El 12 de octubre de 1900 se establece la misión jesuita de Sisoguichi, y cinco años después se fundan internados para niños; los dedicados a niñas eran atendidos por las religiosas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres. La parroquia del Dulce Nombre de María se erige en 1921, con un párroco jesuita residente y, al mismo tiempo, ejerce como superior de la misión. Los misioneros se fueron extendiendo paulatinamente hasta refundar otras cabeceras de misión.

Para 1950 se atendían, además de Sisoguichi, las poblaciones de Cerocahui, Chinatú, Guadalupe y Calvo, y Norogachi. Ese mismo año, con motivo de los 50 años de presencia jesuita en la Tarahumara, la misión se hizo independiente de la diócesis de Chihuahua. En 1951 se nombró como primer superior eclesiástico de la misión al jesuita Salvador Martínez Aguirre, quien en 1958 fue nombrado primer obispo de la región, cuando toda esa misión se constituyó como Vicariato Apostólico de la Tarahumara. 

Con el fin de promover vocaciones diocesanas para la región, en 1954 se funda en Carichí el seminario menor. A partir de la década de los cincuenta se invitó a otras congregaciones religiosas a la misión: Hijas Mínimas de María Inmaculada, al hospital de Sisoguichi; Hijas de la Caridad, al hospital de Guadalupe y Calvo; Adoratrices de la Santísima Trinidad, a Sisoguichi, entre otras. Son de especial mención las escuelas radiofónicas, dirigidas por los jesuitas, para la alfabetización de tarahumaras y mestizos, establecidas de 1956 a 1974. 

En 1975 es consagrado como segundo obispo del Vicariato Apostólico de la Tarahumara el jesuita José Llaguno Farías, quien junto con jesuitas, religiosas, religiosos y algunos diocesanos, retoma las invitaciones y cuestionamientos del Concilio Vaticano II; con ello nacen las experiencias de inserción de los misioneros entre los tarahumaras y los tepehuanes. La renovación del Vaticano II culminó en la zona en 1989 con una planeación apostólica, fruto del sínodo del Vicariato, que enuncia como objetivo: “Fortificar en el pueblo serrano, preferentemente los pobres y los indígenas, el proceso de evangelización encarnada liberadora para que surja y madure la Iglesia autóctona como signo del Reino”. A la muerte de José Llaguno, en 1992, el obispo de Chihuahua, José Fernández Arteaga, fungió como administrador apostólico del Vicariato.

La Tarahumara, como diócesis, se erigió en 1994; el tercer obispo, ahora diocesano, José Luis Dibildox, continuó las líneas pastorales del sínodo del vicariato. Los jesuitas fueron entregando paulatinamente diferentes zonas de la misión que ya se habían constituido en parroquias. Estos religiosos se concentraron en cuatro pueblos: Sisoguichi, Wawachiki, Cerocahui y Chínipas. En 2005 se nombra segundo obispo de la diócesis a Rafael Sandoval Sandoval, integrante de los Misioneros de la Natividad de María (MNM), congregación religiosa mexicana fundada en 1934. El actual obispo es Juan Manuel González Sandoval, también de MNM, nombrado en 2017. Los jesuitas actualmente están a cargo de las parroquias de Wawachiki, Cerocahui y la Clínica Santa Teresita en Creel, Chihuahua. 

*Jesuíta integrante de la Consulta de la
Compañía de Jesús en México.

@Jesuitas_México 

Texto publicado en el número 2383 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 3 de julio de 2022.

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