El Alegre Apocalipsis

domingo, 11 de septiembre de 2016 · 11:49
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Domingo 4.- Habitan en un país que se terminó hace tiempo, pero que flota como un barco tras el naufragio: todo mundo sabe que ya es fantasmal, aun el sonido de sus propias carcajadas, el chocar de las copas, las anécdotas de cómo todos sus robos jamás fueron castigados. Pero actúan como si el barco siguiera su curso y presienten que, en un golpe de suerte, a lo mejor llegan a un puerto seguro. Mientras todo acaba de terminarse, vengan más risas, más copas, bájale los pantalones al mesero. Con incredulidad los vemos pensando que quizás tienen una estrategia tan perversa que, a simple vista, nos engaña a todos. No puede ser que “las reformas estructurales” sean para vender porciones de la nación a los amigos que conocieron en su pueblito, Atlacomulco. No puede ser que a los maestros del país los metan a toletazos a una evaluación cuando ellos plagiaron su propia tesis de licenciados. No puede ser que inviten a la residencia oficial al candidato de los Estados Unidos que peor ha hablado de los mexicanos. Y sí, la incredulidad es que, en el país del Alegre Apocalipsis, las cosas siempre son más burdas, toscas, obtusas: hay una fotografía del plagiario, con su título de licenciado, al lado de su mamá; la llegada del candidato anti-mexicano fue con una invitación de la propia Presidencia porque “pensamos que no vendría”. Hablan un lenguaje tangencial: no se pide perdón por incurrir en un conflicto de interés al aceptar una mansión como regalo a cambio de contratos de obra pública, sino de “percepción”. No hablan de indignación, sino de “mal humor social”. Tampoco aceptan plagiar una tesis, sino, si acaso, un “error de estilo” o una “falla metodológica”. Los insultos de Donald Trump a los mexicanos son “malos entendidos” (probablemente porque los insultos racistas estaban en su idioma original: el alemán que se hablaba en el Múnich de 1934). Por eso, el lema del IV Informe del Presidente es: “las cosas buenas no se cuentan”. Las cosas buenas no se cuentan porque sólo benefician a los que las pactan. Las cosas no se cuentan porque suceden en reuniones privadas en las que se reparten concesiones, contratos, candidaturas y, si se aceptó o no que se levante un nuevo muro fronterizo con Estados Unidos, tampoco se cuenta. Cada quien da su versión de la construcción del Muro del Burrito en la privacidad de sus tuits: Peña: Le dije que no lo aceptábamos. Trump: Le dije que lo construiríamos. Peña: Le dije que no lo pagaríamos. Trump: Lo van a pagar, aunque todavía ni se enteran. El que remata es el Secretario de Gobernación: “Lo trajimos para sensibilizarlo”, como si una caricia pudiera ser enfática. Tres días antes… Ya como sea, vámonos al IV Informe del Presidente del País del Alegre Apocalipsis. Juntamos a 25 jóvenes beneficiarios de mi programa “Prospera”, 17 cadetes del ejército –lo acusaríamos de traición si se atreven a insultarnos–, 36 “emprendedores”, y 10 atletas paraolímpicos. Trescientos sesenta y siete jóvenes, entre 15 y 29 años. ¿Qué puede fallar? Sólo la verosimilitud, pero de esa me echo un taco y la aderezo con alacranes para que me pique. Quizás la “narrativa” nos puede llegar a fallar, pero esa, desde “la verdad histórica” sobre los desaparecidos de Ayotzinapa, no pasa de ser un malentendido-basado-en-una-percepción-malhumorada-de-un-error-metrodológico. –Fui un meticuloso vigilante de la legalidad, pero me disculpo si les di la impresión equivocada. Así que llegan los “jóvenes” al Palacio Nacional y se trata de una charla entre amigos, en mangas de camisa –veremos qué opinan mis vestuaristas–, como si fuera tipo “nos reunimos en el recibidor del ayuntamiento de Nueva Inglaterra, wey. Nada más, wey, que no llegan como señoras con gorritos de pionera ni agricultores con pipa y azadones, sino chavos, puros chavos”. Se dispone de los cuerpos juveniles como escenografía: los que usan sillas de ruedas, un medallista olímpico, un militar, dos de pelo largo, en la primera fila. Tener a alguien que niegue con la cabeza lo que diga el Presidente. Una es pluralidad. Dos ya es subversión. Que las preguntas más “fuertes” vengan del Facebook, para que se vea la violencia de las redes sociales. La juventud convidada de palo –son para verlos, jamás para escucharlos– no cuestiona, sólo pregunta. El primero es un muchacho de Campeche: –Le agradezco todo lo que ha hecho. Señor Presidente, (ardo en deseos) de preguntarle: ¿Qué más buenas noticias tiene para nosotros? Y así se siguen los que agradecen, los que se sienten honrados de estar “ante una persona importante”, los que piden becas para ser futbolistas profesionales o financiamientos para sus empresas. –Ni que fueras el Grupo Higa, mijo. Se suceden los jóvenes, entre los que hay seis “representantes de la gendarmería”, que van abordando temas tan candentes como las Pymes. Suelto, el Presidente confunde al que saca las papeletas como si fuera el azar del INE con el que pregunta –Ezra, Javier, Ezra–, dice frases para el mármol: –Los que se preguntan en qué pensaba el Presidente cuando invitó a Donald Trump, les digo: estaba pensando en México.(O sea, perdón, pero el tal Presidente estaba distraído). En algún momento se pone involuntariamente en la posición del izquierdista Bernie Sanders y crea al monstruo bipartista: “Hilary Trump”. Se hace el digno: –No gobierno para la popularidad. Da ejemplos de errores metodológicos: –Los aumentos que mensualmente se daban mes con mes (…) Dije que se habían acabado los gasolinazos, no que ya no fueran a aumentar las gasolinas. Y, ya como sea, que ahí termine el IV Informe de Gobierno: “Hay cuentos que no cuestan”. Y no, a nosotros jamás nos cuestan. –Música, maestro. ¡Que siga la fiesta de lo que ya se desmoronó! Cuéntelo bien, para que se sepa.

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