De supersticiones populares

miércoles, 11 de enero de 2017 · 20:50
La sexualidad de Cristo en el arte del Renacimiento y en el olvido moderno Leo Steinberg También la xilografía de Hans Baldung Grien, Sagrada Familia, puede causar una impresión ingrata que se supera con la explicación de que “son cosas que a veces hacen las abuelas”. Puede que así sea, pero ¿cómo es que el único niño al que se da ese trato en todo el arte occidental es precisamente Cristo? La xilografía de Baldung Grien nos muestra a Cristo niño sometido a una manipulación de sus genitales. ¿Cómo hemos de ver esta curiosidad? ¿Habremos de apresurarnos a pasar de largo con una risita sofocada o condenarla por escandalosa? Sea cual fuere la respuesta, sentimos que el gesto de santa Ana al acariciar o tantear el pene de su nieto supone una libertad sin paralelo en el arte cristiano. Pero resulta que ese gesto se escenifica con toda solemnidad, como tema central de una obra que no parece entrañar intención lúbrica alguna. Nos quedamos sin alternativas, faltos de un contexto adecuado. Necesitamos una explicación o al menos una solución del tipo que sea. Ya se ha intentado dar una solución. Hasta la exposición de Baldung Grien celebrada en Nueva York y New Haven en 1981, éste fue el recurso de Carl Koch, destacado investigador de la obra de Baldung. Koch interpretaba el gesto de santa Ana a la luz del conocido interés que el artista mostró siempre hacía las supersticiones populares, de que es testimonio claro la fascinación que sobre él ejercían las brujas. En este caso, prosigue Koch, Baldung demuestra poseer “una visión aún más profunda de las misteriosas costumbres populares a las que se atribuyen unos poderes mágicos. Así, con el pretexto de representar la piadosa reunión de la Sagrada Familia, se atreve a tomar el conjuro milagroso pronunciado sobre un niño como tema de la composición de su xilografía”. …Se nos insta en lugar de ello a admirar las indagaciones del artista en torno a las creencias secretas de los campesinos, su anticipación de las modernas posturas antropológicas. En su xilografía, el gesto de la abuela no resulta ni lúbrico ni frívolo, sino que ha de entenderse como resultado de las observaciones directas de Baldung acerca de las costumbres populares. Pero de este modo, el tema decididamente cristiano de la xilografía queda reducido a un mero pretexto. Aparentemente, el gesto retratado hubiera resultado excesivamente grosero en una escena de campesino, atribuido a un niño anónimo. Pero todo vale tratándose de Cristo niño. Otra forma de evasión plantea el caso a la inversa. La conducta de santa Ana, desde esta nueva perspectiva, no es un misterio oculto en la superstición popular, sino un simple motivo de género. Y no hay más explicación que dar. Se nos recuerda que la práctica de admirar y manosear los genitales de los niños pequeños era antes muy común en numerosas culturas, de modo que Baldung se habría limitado a representar un episodio rutinario en cualquier hogar típico. De hecho, Philippe Ariès cita esta xilografía de Baldung para documentar lo que califica de “tradición difundida” de juguetear con las partes pudendas de los niños. El pájaro de los niños Informante: Víctor Cata Los zapotecos tienen una manera metafórica para nombrar al pene de los niños, lo conocen como: biuu (pulga) o guugu (tortolita). También le llaman biguini, que son aquellos pajaritos muy chiquitos, de picos largos conocidos como picaflor o chuparrosa. Y este pajarito disecado dicen que es muy bueno para hacer conjuros y brebajes para el amor. Hay una costumbre entre los zapotecos del Istmo que tiene que ver con los testículos de los recién nacidos. Cuando alguien visita una casa donde hay un recién nacido, la madre le dice al visitante, ya sea hombre, mujer o infante: guda’ gueu’ ti dxita huiini’ xti’ xiiñe’ (Ven a beber un huevito de mi hijo). La persona se acerca, toca los testículos y se besa la mano, haciendo la finta de estar bebiendo los huevos. A los niños zapotecos, cuando van creciendo, como a los seis años, sus familiares les dicen: –Hazme una mascada, hazme una mascada y te doy cinco pesos. La mascada significa retraer el prepucio. Cuando los niños entran a la etapa de la adolescencia sus penes cambian de nombre, lo llaman yaga yooxho’ (árbol viejo). Y se preocupan porque el tamaño sea grande, buscan peces para agigantarlo. Toman a los peces y se los frotan en el pene. Algunos van a los ríos a buscar al pez cuatro ojos, y otros van a la orilla del mar a esperar a los pescadores y ver si en sus atarrayas está el pez sapo, el pez gordo.

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