Textos-Textiles (II)

miércoles, 3 de julio de 2019 · 12:30
A mi regreso de París en 1965 descubrí, cercano a la ciudad de Oaxaca, el pueblo de Teotitlán del Valle, una comunidad de tejedores. Había estado en Oslo donde mi amiga Sidsel Påske me había llevado a una exposición en la cual se mostraba el trabajo de un grupo de niños egipcios. Este taller lo creó el arquitecto egipcio Ramses Wissa Wassefy, quien le daba a los niños las facilidades para que tejieran tapices de manera espontánea; ellos estaban en una comunidad que no tenía tradición textilera, empezaron a hacerlo sin ningún conocimiento. En Teotitlán del Valle quise hacer lo mismo que él en Egipto, un taller en el cual se pudiera invitar a niños, darles material e hicieran lo que quisieran, pero no teníamos dinero. Empecé a trabajar en mis diseños que vendía en las galerías de la Ciudad de México. En esos años Teotitlán era un pueblo chico, no había tanta demanda de tapices, la carretera no estaba pavimentada y tampoco llegaban tantos camiones con turistas que compran todo, como sucede ahora. Económicamente yo no estaba preparado, no tenía lo suficiente para mantener un taller, mi idea era crear un taller donde además de hacer mi obra también vinieran artistas de otras partes y pudiéramos prestarles el servicio de tejer sus diseños. Pero cuando les pedimos diseños a los artistas, como no entendían muy bien el proceso del tejido, nos mandaron diseños muy complicados para tejer, lo mismo me sucedió a mí cuando estaba haciendo tapices, mi error fue que casi quería que reprodujeran una acuarela o una pintura. Mandamos a un artista de Oaxaca a la Ciudad de México donde el maestro Pedro Preux lo preparó en la Ciudadela, aprendió a tejer gobelinos y a su regreso adaptó a los telares de Teotitlán del Valle lo que había aprendido. Todos nos sacrificábamos un poco para este proyecto, los tejedores ayudaron dándonos de comer y un lugar para dormir. Trabajé en los talleres de don Isaac Vásquez, don Fortino Olivera, don Emiliano Mendoza y el de los hermanos Gutiérrez. Yo quería hacer un solo taller, pero ellos preferían trabajar cada uno en su casa, además de que tenían que seguir haciendo tapices comerciales. Gracias a ellos pudimos sobrevivir un tiempo, haciendo mis proyectos que eran los que más o menos se vendían. Uno de estos tejedores había estado trabajando como paletero en Chiapas, regresó a Teotitlán porque mataron a uno de sus clientes cuando estaba sacando una paleta del carrito, la sangre escurrió por los brazos y llenó el carrito, tiñiendo todas las paletas, se asustó mucho, además tenía que pagar todas las paletas, así que mejor volvió a Oaxaca. [caption id="attachment_590850" align="alignnone" width="438"]Pieza elaborada por los niños del taller impulsado por Ramses Wissa Wassefy Pieza elaborada por los niños del taller impulsado por Ramses Wissa Wassefy[/caption] Empezamos este proyecto y en ese entonces Ramón Xirau me aconsejó pedir la beca Guggenheim, como pedían firmas de recomendación Rufino Tamayo me dio la suya, también el fotógrafo David Douglas Duncan y Xirau. Todos esperamos ansiosamente los resultados y ansiosamente nos quedamos porque no me la dieron a pesar de tener tan buenos padrinos, se la dieron a Luis López Loza. Tamayo preguntó: ¿por qué no le dieron la beca? Entonces yo le contesté que tal vez los gringos creyeron que íbamos a implantar cooperativas socialistas en territorio oaxaqueño; porque mi proyecto era crear talleres para los tejedores en Teotitlán del Valle. Luego Tamayo dijo que a él tampoco se la habían dado cuando la pidió, en esa ocasión se la otorgaron a Carlos Orozco Romero. Todos nuestros proyectos se vinieron abajo porque pensábamos que con ese dinero podríamos comprar material, pagar mejor a los tejedores y tener un espacio en común, como una especie de escuela o de taller. A mí me impresionó el trabajo de los niños egipcios, porque de la nada hicieron maravillas, es extraordinario: la exposición de su trabajo que vi a inicios de la década de 1960 tenía mucho éxito y viajaba por toda Europa, gracias a eso los niños pudieron vivir bien, porque la gente compraba sus tapices, un poco esa idea me hizo acercarme al textil. Madre dolorosa En el sexenio de Luis Echeverría se creó la Casa de la Cultura de Juchitán, que tenía salas de exhibición de pintura, arqueología, fotografía y además una biblioteca para niños, la gente estaba muy contenta. Un día estando ahí recibimos la visita de una señora que iba vestida toda de negro, no sé quién la llevó, ella era Guadalupe Cervantes y cuando llegó se puso a llorar y nos contó que habían matado a su hijo y nos dijo que quería que castigaran a los asesinos de su hijo, que se hiciera justicia. Me preguntó si podía ayudarla a que castigaran a esas personas, le pedí que hiciera una carta, la cual se publicó en Guchachi’ Reza (iguana rajada), una revista que publicábamos con Víctor de la Cruz. La carta se envió a la Presidencia de la República y de ahí no pasó. Na Lupe se hizo amiga de nosotros, vivía muy cerca de la Casa de la Cultura, pasaba a saludarnos, era muy cariñosa con Elisa Ramírez y conmigo. Un día me dijo: “Como ustedes tienen fotos exhibiéndose les voy a regalar una que tengo de Enrique”. No sabíamos de qué Enrique hablaba y resultó que se trataba de Henri Cartier-Bresson. No recuerdo bien lo que nos dijo cuando nos dio la foto, algo como que el hombre rojo como camarón le había regalado esa foto, al parecer Cartier-Bresson había sido su novio. [caption id="attachment_590852" align="alignnone" width="933"]Hilos fabricados por la familia de Henri Cartier Bresson Hilos fabricados por la familia de Henri Cartier Bresson[/caption] Andrés Henestrosa tiempo después nos contó a detalle que Cartier-Bresson conoció a esta mujer que era muy guapa y vivió con ella. Lo curioso es que Cartier-Bresson era muy celebrado por las mujeres del Istmo de Tehuantepec porque su papá era el dueño de la fábrica donde se hacían los hilos con los que bordaban los huipiles en ese entonces; claro, la que ganó fue Guadalupe Cervantes, se hizo su novia y no sé cuánto duró el romance. La señora Guadalupe nunca lo olvidó, pero tampoco Cartier-Bresson la olvidó a ella, años después en mi último viaje a París, Bona Tibertelli me llevó a ver a Cartier-Bresson, estuvimos hablando de Juchitán y me preguntó por Na Lupe, le conté la desgracia de su hijo, de cómo estaba triste, creo que eso hizo que él regalara a la colección del IAGO fotos dedicadas a Juchitán, son como seis fotos que tomó en Juchitán. Yo no volví a ver a la señora Guadalupe Cervantes, murió de coraje. Recuerdo que ella nos llevó por primera vez a una manifestación a Elisa Ramírez y a mí, estábamos parados frente al Palacio Municipal en Juchitán y ella venía en una manifestación, nos dijo: vengan conmigo. Nos unimos solo por estar con ella, iba gritando y echando madres contra el municipio y al grito de ¡lagutopa guié! (recojan piedras), empezaron a recoger piedras y las lanzaban contra el Palacio Municipal, nosotros soltamos las piedras, nos hicimos a un lado y vimos a esta mujer tan triste y al mismo tiempo tan enojada. * * * La costurera Desde esta mañana no ha dejado de llover. Hoy será el funeral de la de enfrente. La costurera. Soñaba con un anillo de casada y murió con un dedal en su dedo corazón (cordial). Todos hacen mofa de ello. Una lluvia bondadosa zurce el cielo con la tierra. Pero de esto tampoco nada saldrá. ________________________ Del libro Poesía completa de Zbigniew Herbert. * * * Las tres hilanderas Allá en aquellos tiempos había una joven muy perezosa que no quería hilar. Su madre se incomodaba mucho; pero no podía hacerla trabajar. Un día perdió la paciencia de manera que llegó a pegarle, y su hija se puso a llorar a gritos. En aquel momento pasaba por allí la Reina, y oyendo los sollozos, mandó detener su coche y entró en la casa preguntando a la madre por qué pegaba a su hija con tanta crueldad, que se oían en la calle los lamentos de la niña. La mujer, avergonzada, no quiso contarle de la pereza de su hija, y le dijo: –No puedo hacerla que suelte el huso ni un solo instante, quiere estar hilando siempre, y yo soy tan pobre que no puedo darle el lino que necesita. –Nada me gusta tanto como la rueca –le respondió la Reina–; el ruido del huso me encanta, dejadme llevar a vuestra hija a mi palacio, yo tengo lino suficiente e hilará todo lo que quiera. La madre consintió en ello con el mayor placer, y la Reina se llevó a la joven. En cuanto llegaron a palacio la condujo a tres cuartos que estaban llenos de arriba abajo de un lino muy hermoso. –Hílame todo ese lino –le dijo–, y cuando esté concluido, te casaré con mi hijo mayor. No te dé cuidado de que seas pobre; tu amor al trabajo es una dote suficiente. [caption id="attachment_590853" align="alignnone" width="702"]Las tres hiladoras. Francisco Toledo 2019 Las tres hiladoras. Francisco Toledo 2019[/caption] La joven no contestó; pero se hallaba en su interior consternada, pues aunque hubiera trabajado trescientos años, sin dejarlo desde la mañana hasta la noche, no hubiera podido hilar aquellos enormes montones de estopa. Así que se quedó sola, echó a llorar, permaneció así tres días sin trabajar nada. Al tercero, vino a visitarla la Reina y se admiró de ver que no había hecho nada; pero la joven se excusó, alegando su disgusto por verse separada de su madre. La Reina aparentó quedar satisfecha con esta excusa, pero le dijo al marcharse: –Bien, pero mañana es necesario empezar a trabajar. Cuando se quedó sola la joven, no sabiendo qué hacerse, se puso a la ventana. Estando allí vio venir tres mujeres, la primera de las cuales tenía un pie muy ancho y muy largo, la segunda un labio inferior tan grande y caído que la pasaba y cubría por debajo de la barba, y la tercera el dedo pulgar muy largo y aplastado. Se colocaron delante de la ventana, dirigiendo sus miradas al interior del cuarto, y preguntaron a la joven qué quería. Refirióles su disgusto y ofrecieron ayudarla. –Si nos prometes –le dijeron– convidarnos a tu boda, llamarnos primas tuyas, sin avergonzarte de nosotras, y sentarnos a tu mesa, hilaremos tu lino y concluiremos muy pronto. –Con mucho gusto –les contestó–; entrad y comenzaréis en seguida. Introdujo a estas tres extrañas mujeres e hizo un sitio en el primer cuarto para colocarlas, poniéndose en seguida a trabajar. La primera hilaba la estopa y hacía dar vueltas a la rueda; la segunda mojaba el hilo; la tercera lo torcía y lo apoyaba en la mesa con su pulgar y cada vez que pasaba el dedo echaba una madeja del hilo más fino. Siempre que entraba la Reina escondía la joven a sus hilanderas y le enseñaba lo que había hecho, llenándose la Reina de admiración. En cuanto estuvo vacío el primer cuarto pasaron al segundo y después al tercero, concluyendo en muy poco tiempo. Entonces se marcharon las tres jóvenes, diciendo: –No olvides tu promesa, que no tendrás de qué arrepentirte. Cuando la joven enseñó a la Reina las piezas vacías y el hilo hilado, se fijó el día de la boda. El Príncipe estaba admirado de tener una mujer tan hábil y trabajadora, y la amaba con ardor. –Tengo tres primas –le dijo–, que me han hecho mucho bien, y a las que no quiero olvidar en mi felicidad; permitidme convidarlas a mi boda y sentarlas a nuestra mesa. El Príncipe y la Reina no le pusieron ningún obstáculo. El día de la boda llegaron tres mujeres magníficamente ataviadas, y la novia les dijo: –Bienvenidas seáis, queridas primas. –¡Oh! –exclamó el Príncipe–, tienes unas parientas bien feas. Dirigiéndose después a la que tenía el pie ancho: –¿De qué tienes ese pie tan grande? ?–le preguntó. –De hacer dar vueltas a la rueda –le contestó–, de hacer dar vueltas a la rueda. A la segunda: –¿De qué tienes ese labio tan caído? –De haber mojado el hilo, de haber mojado el hilo. Y a la tercera: –¿De qué tienes ese dedo tan largo? –De haber torcido el hilo, de haber torcido el hilo. El Príncipe, asustado al ver aquello, juró que desde allí en adelante no volvería su esposa a tocar la rueca, librándola así de esta odiosa ocupación. ________________________ Del libro Cuentos de los Hermanos Grimm de Jacob y Wilhelm Grimm. * * * Carta de Theo van Gogh Cuando los tejedores tejen esa tela que creo que llaman cheviot, o esas curiosas telas de tartán escocés multicolores, intentan, como sabes, obtener extraños colores entrecruzados con grises en el cheviot. Y así obtienen colores vívidos que se equilibran entre sí, en la tela a cuadros multicolores, de modo que en lugar de que la tela sea un revoltijo, el effet produit [efecto general] del patrón es que se vea armonioso desde la distancia. Un gris tejido con hilos rojos, azules, amarillos, blanquecinos y negros; un azul entrecruzado por un hilo verde y uno naranja, rojo o amarillo, son bastante diferentes a los colores planos. Es decir, son más vibrantes, y los colores primarios parecen duros, fríos y sin vida junto a ellos. [caption id="attachment_590859" align="alignnone" width="973"]Caja de laca roja con 16 nudos de lana, perteneció a Vincent van Gogh (copia de Ruud Daems), n.d. 11x30 cm Museo Van Gogh, Amsterdam Caja de laca roja con 16 nudos de lana, perteneció a Vincent van Gogh (copia de Ruud Daems), n.d. 11x30 cm Museo Van Gogh, Amsterdam[/caption] Sin embargo, al tejedor, o más bien al diseñador del patrón o de la combinación de colores, no siempre le resulta fácil hacer una estimación exacta del número de hilos y su dirección –no más de lo que es fácil tejer pinceladas en un todo armonioso. ________________________ Carta de Vincent van Gogh a Theo van Gogh. 30 de abril de 1885. * * * [caption id="attachment_590863" align="alignnone" width="444"]Obra de Ruth Asawa Obra de Ruth Asawa[/caption] Ruth Asawa y las esculturas de alambre La idea para el experimento comenzó en México. Después de su primer año en Black Mountain, tuvo una segunda oportunidad de pasar un verano en México. Ruth se unió a su hermana mayor Chiyo, como parte de un grupo de jóvenes mujeres cuáqueras que fueron a Toluca a enseñar arte y salud. Mientras Ruth le enseñaba a los niños a dibujar, la gente del pueblo le enseñó a ella cómo tejer canastas con alambre. El proyecto que propuso para ella en Black Mountain fue hacer esculturas de alambre. La técnica básica era el lazo a ganchillo (crochet) que aprendió de los lugareños en México. “El lazo a ganchillo” explica Ruth, “es como una e. Empiezas enrollando un alambre en un palito de madera, después haciendo una serie de es, siempre haciendo el mismo bucle en forma de e. Puedes hacer bucles de diferentes tamaños dependiendo del grosor del alambre y del diámetro del palo. Puedes enrollarlo apretado y estrecho o más abierto y suelto. Los materiales son simples. Puedes usar alambre de acero, alambre de cobre, alambre de latón. Usábamos lo que fuera que tuviéramos.” [caption id="attachment_590865" align="alignnone" width="702"]Collar diseñado por Francisco Toledo, elaborado por Cándido Santiago Collar diseñado por Francisco Toledo, elaborado por Cándido Santiago[/caption] “Es una técnica increíble,” decía. “Todas mis esculturas de alambre están hechas del mismo bucle. Y sólo hay una manera de hacerlo. La idea es hacerlo simplemente, y terminas con una forma. Esa forma sale de trabajar con el alambre. No piensas antes de tiempo, esto es lo que quiero. Lo trabajas según vas avanzando. Haces la línea, una línea bidimensional, después vas al espacio, y tienes una pieza tridimensional. Es como un dibujo en el espacio.” ________________________ Del libro The sculpture of Ruth Asawa. Contours in the air. Traducción por Neftalí García Fernández del Campo.

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