"¡No!"

lunes, 5 de octubre de 2015 · 20:22
MÉXICO, D.F. (apro).- “El Hombre no parece tener peor enemigo que su propio semejante. Ningún vertebrado, ni siquiera el más feroz de los carniceros, suele matar a sus congéneres. Con dos excepciones, la rata y el hombre. ¿Significa esto que el hombre no ha pasado del nivel de la rata?”, eso lo escribió Dan Berhman redactor científico de la Unesco, por los setenta del pasado siglo. El autor de la presente está de acuerdo con tal opinión; aunque debe aclarar que D. Behrman no tuvo en cuenta otro hecho parecido: el que también nos a las hormigas, cuya compleja conducta tiene un notable paralelo con las criaturas humanas, sobre todo las que forman grandes hormigueros, las cuales se distinguen por un alto nivel de esfuerzo cooperativo que realizan y a que llegan a tener incluso formas rudimentarias de agricultura y pastoreo, con sus huertos de hongos y sus rebaños de pulgones, aunque hay que admitir que eso lo han hecho sobre la base francamente autoritaria, determinando la contribución de cada individuo al bienestar común desde que este nace, con lo que el hormiguero es una sociedad de castas, de clases – reina, machos y obreras, lo que hace que en cierta medida, el hormiguero sea un precedente de posteriores sociedades humanas. Pero no únicamente hay paralelismo entre los humanos y la hormigas, también hay otros más con ciertas clases de ellas. Algunas de las mismas realizan pillajes de alimentos o pulgones en la tribus vecinas; otras asaltan los nidos de su propia o diferentes especies, llevando prisioneras al suyo, donde las obligan a trabajar, como esclavas; otras más, suelen realizar expediciones para raptar larvas y ninfas de otras hormigas, de la que algunas son devoradas; a las que sobreviven las trasladan al su hormiguero, donde las cuidan para que se desarrollen con el fin de convertirlas en esclavas.   Ante estas realidades, la duda de que si al hombre le sirve de algo la agresión, cualquiera que sea la forma de la misma, planteada en carta anterior a este buzón, firmada por Proteo, servidor responde con un rotundo: ¡No!   Esa respuesta en modo alguno es un personal y disparatado capricho de servidor, sino que responde a contundentes argumentos, resultado de experimentos llevados a cabo por autoridades en la materia: Karl Lorenz, Robert Ardey, Desmon Morris y sus partidarios científicos.   Los experimentos y análisis llevados a cabo por tan renombrados hombres de ciencia, terminaron en la conclusión de que es verdad que la humana criatura con el tiempo, ha ido adquiriendo saberes que le han dado poder para ir cambiando su entorno, también lo que es que ella sigue siendo un ser agresivo por naturaleza y hasta por necesidad, por lo que le es imposible cambiar cuando lo intenta, lo único que logra es dar nueva forma a su innata agresividad, como lo muestra y demuestra su propia historia, pues en ella se ha visto, en el pasado que las clases guerreras ha gobernado a los pueblos (¿Podemos asegurar que ya no es así?). Por otra parte, en esa misma historia se ha visto y se ve que así se elija y se sea activista de la agresión considerada liberadora de mayorías, o se elija y practique la agresión defensora de minorías privilegiadas, al tender ambas a resolverse en violencia que puede llegar a la inhumanidad por sus hechos crueles y brutales… convierten a sus seguidores en seres violentos e incluso inhumanos. Al respecto, bueno es recordar la denominada “Santa Inquisición”, al nazi-fascismo y el llamado “comunismo real”.   No es extraño que esos ejemplos, y otros parecidos, hayan llevado a los estudiosos del tema antes citados, a los que se pueden añadir los nombres de Sigmund Freud y B. Russel, a considerar que la agresividad es innata, independiente e instintiva en el género humano, y es tan vieja, en lo individual y en lo colectivo, como el pecado original.   Más esa realidad no es motivo para caer en el pesimismo que desalienta y paraliza, pues hay argumentos suficientes para poder decir que la agresividad igualmente sirve para mover al mundo, y también se ha revelado como necesaria para establecer un orden jerárquico, tan inevitable por imprescindible, en la sociedad.   Estimado lector que ha tenido la paciencia de seguirme hasta aquí, usted juzgará si he tenido o no razón al responder con un rotundo ¡no!, a la duda de si le servirá de algo al género humano el elegir una cualquiera de las formas de agresión, pues últimamente agresivo ha sido, agresivo es y agresivo será. Ni modo.   Con el sincero deseo de que esa verdad, contra la que no se puede luchar, sí le sirva de algo a los humanos.   BARTOLO PEREGRINO

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