José Solé, pilar del teatro mexicano

martes, 21 de febrero de 2017 · 12:56
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El maestro José Solé, hombre de teatro, fundamental para el desarrollo de la escena mexicana, tanto como creador, fundador de instituciones y espacios para hacer crecer nuestro teatro, murió este 15 de febrero a los 87 años de edad. Su humor, su capacidad de trabajo y su visión para consolidar el teatro nacional eran sólo algunas de las cualidades que el maestro Solé tenía. Irónico siempre, hacía auto-escarnio del problema de sus cuerdas vocales que lo obligó a usar un vibrador para traducír su voz mediante una voz metálica reconocible. No lo veía como dificultad, sino como la fortuna de poder seguir comunicándose. Esta actitud fue siempre la que tuvo para visualizar las cuestas que su carrera le planteaba y los retos que debía enfrentar en los puestos públicos que ocupó a lo largo de su vida, y que fueron muchos. El maestro José Solé fue coordinador de Teatro del INBA en un par de ocasiones (1977-1987/1991-1994) y se lanzó a la tarea de crear la Compañía Nacional de Teatro (dirigida por Luis Gimeno), impulsar la fundación del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (con Margarita Mendoza López), el Centro de Experimentación Teatral en el Galeón (con Luis de Tavira), además de la Muestra Nacional de Teatro. Con estos instrumentos, que han ido cambiando con el tiempo, sentó las bases para que el apoyo institucional creciera, se diversificara y tuviera el campo necesario para multiplicarse. No pensó en hacer lo mínimo –como suele suceder con los funcionarios públicos que se conforman con el presupuesto asignado–, sino que insistió y miró por la multiplicación de los panes. Se le recuerda como director de la Escuela de Arte Teatral del INBA de 1965 a 1968, cuando todo el plantel con él se sumó al movimiento estudiantil. Aunque se inició en el teatro como actor siendo discípulo de André Moreau e intérprete de puestas en escena de Xavier Rojas, Celestino Gorostiza e Ignacio Retes, su principal pasión fue la dirección escénica. Condujo teatro mexicano y teatro extranjero: Peer Gynt de Ibsen (1964), Los zorros de Lillian Helman (1968) en el Teatro de los Insurgentes, y La muralla china de Frish (1980) en el Teatro del Bosque (ahora Julio Castillo). De teatro mexicano dirigió, entre muchas otras: Medusa de Emilio Carballido en 1968, Asesinato de una conciencia de Luis G. Basurto en 1969 y Moctezuma II de Sergio Magaña en 1982. Otra de las actividades significativas en su haber fue su labor dentro del Patronato para la Operación de los Teatros del IMSS, creado en 1960 a iniciativa de Benito Coquet, con el cual se construyeron recintos como el Xola, Hidalgo, Tepeyac y Legaria y se produjo y llevó a escena un gran repertorio de teatro clásico en su mayoría. Dentro de este proyecto el maestro Solé incursionó en el teatro griego y montó obras como Las troyanas en 1963 con Ofelia Guilmain y Carmen Montejo encabezando el reparto, Hipólito (1974), Electra (1976) e Ifigenia en Aulide (1977), todas de Eurípides. De sus últimas escenificaciones en ese sentido se recuerda La Orestiada, cuya propuesta era respetar el texto, las indicaciones escenográficas, la duración de las obras (seis horas) y la interpretación exclusivamente masculina. La propuesta escénica, clásica y tradicional que presentó en el Festival Cervantino, con un par de breves temporadas en el Juan Ruiz de Alarcón, fue controvertida y de gran interés. El maestro José Solé nunca se quedó quieto. Se le veía en los escenarios como espectador y como director. Su vida tan prolífica dejó un gran legado, por lo que no queda más que agradecer infinitamente su entrega y pasión por el arte escénico mexicano. Este texto se publicó en la edición 2103 de la revista Proceso del 19 de febrero de 2017.

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