'Los poetas que cayeron del cielo”, de José Vicente Anaya

miércoles, 15 de agosto de 2018 · 13:22
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El saber enciclopédico en torno a los escritores estadunidenses de la generación beat, que a través de casi medio siglo ha desarrollado el poeta José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, 1947), cristaliza en la tercera edición corregida y aumentada Los poetas que cayeron del cielo. La generación beat comentada y en su propia voz (Labertinto/Universidad Autónoma de Aguascalientes, 320 páginas). Se trata de un libro rico en hechos, perfiles y testimonios de los protagonistas de este movimiento nacido en los años cincuenta; ensayos dispersos, traducciones que incluyen a mujeres poetas beat; tres textos de “La contracultura cabalga a caballo a lo largo de la historia”, bibliografía y fotos. Es mucho lo que el mundo literario hispanoamericano ignora de la generación beat, según Anaya, toda vez que “en editoriales cuyos libros circulan por más de tres o cinco países de habla hispana, sólo se han dado a conocer algunas pocas obras de tres escritores beats”: Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs; y otros sólo en editoriales de corta circulación “regional o local”: Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, amén de que en nuestra lengua únicamente existen un par de libros que de manera extensa hablan de dicha generación (éste volumen de Anaya, y La generación beat, de Bruce Cook, editado en Barral Editores hacia 1974, 296 páginas). Sin embargo, José Vicente Anaya enumera a 33 escritores incluyendo a los ya nombrados; pero contrario a lo que se erróneamente se piensa (“no hay mujeres escritoras en la generación beat”), el autor de Los poetas que cayeron del cielo menciona la obra de un montón de ellas al punto de sumar hasta 77 en total. Algunas de ellas son tema de capítulos en este libro, por ejemplo: “El misticismo sensual de Diane di Prima”, “La elevación mística de Ruth Weiss”, “Margaret Randall, la dignidad de una lucha permanente”, “El miedo a la poesía de Leonore Kandel”, “Denise Lavertov”, “Marge Piercy, poesía feminista que se desprende del beat”, “Diane Wakoski, poesía de la vida en el momento”, “Mary Nörbert Korte, la monja contestataria”, o “Las mujeres de la generación beat”. Anaya logra desterrar mitos como ese de que On The Road de Kerouac fue la primera novela beat, en 1957, cuando cinco años atrás John Clellol Holmes había publicado Go, sin traducción aun al castellano. Pero más importante desde la primera aparición de Los poetas que cayeron del cielo… en 1998 (Juan Pablos Editor/Universidad Autónoma de Baja California, 328 páginas y 33 fotografías), es que Anaya ha acrecentado la lista de nombres femeninos extendiéndose más allá del tiempo y del círculo reconocido: Jamine Pommy Vega, Joanne Kyger, Ane Waldman, Carolyn Cassady, Helen Adam, Jane (Auer) Bowles, Madeline Gleason, Josephine Miles, Joan Vollmer Adams (asesinada por Burroughs), Vickie Russell, Helen Hinkle, LuAnne Henderson, Anne Murphy, Edie Parker, Stella Samas, Jean Haverty, Eileen Kaufman, Mary Fabilli, Barbara Guest, Joyce Johnson, Hertie Jones, Billie Holiday (!), Joanna McClure, Elise John, Aya Tarlow, Brenda Frazer, Jan Kerouac, Natalie Jackson, Bonnie Bremser, Elise Cowen, etcétera. Hemos escogido un fragmento dedicado a las poetas beats de este volumen de José Vicente Anaya para nuestros lectores. ¿Dónde estaban las mujeres de este movimiento? Hace pocos años, en el Instituto Naropa (de la ciudad de Boulder, Colorado), en un homenaje a Allen Ginsberg en que participaron muchos de los poetas de su generación, alguien del público preguntó: “¿Y dónde están las mujeres beat?” Desde el pódium el poeta Gregory Corso respondió: “Hubo mujeres, ellas estuvieron ahí, yo las conocí. Sus familiares las internaron en hospitales psiquiátricos, les aplicaron electrochoques. En la década de 1950 si eras hombre podías manifestarte como rebelde, pero si eras mujer tus mismos familiares te encerraban. Hubo muchos casos que yo conocí, sobre los cuales algún día se escribirá.” Estas declaraciones de Corso deja en evidencia la enorme lucha que tuvieron que enfrentar las mujeres estadunidenses que compartieron las búsquedas beats. Ellas se enfrentaron al aplastante contexto de la sociedad, contra la ideología predominante del status quo conformista permeado por el moralismo que fue casi una propaganda de Estado; y sumado a todo eso, que ya es muchísimo, estaba el ambiente familiar de la poeta Elisa Cowen, gran amiga de Allen Ginsberg. Ambos se consideraban “hermanos gemelos”, ya que al gran parecido físico que compartían se sumaba el uso de gafas con gruesas lentes, el hecho de que los dos eran de familia judía, la pasión por la poesía y hasta la tragedia de pasar algunas temporadas internados en hospitales psiquiátricos; la diferencia en este último “detalle” es que a Ginsberg no lo enviaban sus padres sino las autoridades represivas de la Universidad de Columbia; y en el de Elise era casi todo el mundo en su contra. Ella terminó escapándose de esas situaciones a los 28 años de edad con el suicidio: en 1962 se arrojó por la ventana de su departamento ubicado a varios pisos de altura. Otro fin trágico, diferente al de Elise Cowen pero no menos estremecedor, fue el de la joven poeta Joan Vollmer Adams, que en 1952 fuera asesinada de un balazo por su esposo William Burroughs cuando éste se encontraba en un pasón de drogas y fuertes mezclas que él solía hacer. Esto sucedió en la Ciudad de México. El escritor asesino no purgó ninguna condena porque las personas que se encontró en el corrupto sistema judicial mexicano lo dejaron libre cuando él les pagó un soborno. Los fanáticos admiradores de Burroughs, que los hay en número considerable, siempre han visto este hecho como una hazaña. El poeta Ray Bremser obligaba a su esposa Bonnie (Brenda Frazer) a prostituirse cuando vivían en la Ciudad de México, y no contento con esto la mandó a Texas para que fuera a “vender” a una hijita de ambos recién nacida. Esto lo cuenta la misma Bonnie en su libro Troia: Mexican Memories. Los anteriores casos, trágicos o escandalosos, pueden ser ejemplos de la difícil vida de algunas poetas beats, y podría pensarse que hubiera otros casos más que ahora no conocemos (como lo señalara Gregory Corso). Pero también hubo mujeres que sin dejar de combatir contra todas las situaciones opuestas a su desarrollo intelectual, artístico y sencillamente en la práctica buscaban su libertad; sobresalen con una portentosa obra literaria. Una de las primeras que destacan es Diane di Prima, quien primero escandalizó con su libro Memoirs of a Beatnik (Memorias de una beatnik), debido al lenguaje y al relato de los lúdicos encuentros de hombres, mujeres y homosexuales beats en sus aventuras amorosas, relaciones sexuales relatadas con todas sus señas particulares y el permanente gozo. Diane di Prima es autora de más de veinte libros, entre ellos mencionaremos: The Kind of Birds Files Backward, Dinners and Nightmares, Earthsong, The New Handbook of Heaven, Revolutionary Letters, Hotel Albert, Loba, The Book of Hours, New Mexico Poemas y Loba as Eve. Hasta hoy en día no he encontrado ningún libro de ella traducido al español, salvo las traducciones dispersas que yo he publicado en revistas y suplementos culturales, así como los poemas que aparecen en el libro Los poetas que cayeron del cielo.   *Diane Wakowski: “Discrepancia” Mastico pulpa de cerezas, chupo piedras y luego las pongo en mis manos. Mis huesos están secos— la respuesta a este acertijo en mi autobiografía. * “Mi acta de matrimonio” En tus pulmones hay sombras que parecen tizne peligroso e invaden la foto que de ti traigo en mi mente. * Marge Piercy: “Canción postrada” Húmedo, húmedo, en la humedad metido, creo que eres cerveza, leche y semen. Eres remolino de agua, un dios del río con cabeza afelpada. De tu nariz brota la sangre, y de tu boca el vino. Eres humectante que cura catarros y resfríos. Emites un vapor perenne, Exhalación, riachuelo de orina, lágrimas tibias. Tienes una erección en frío y, escurridizo, te pierdes debajo de la lama. De pronto caes, fogoso, ganas tú, barrullero, y en todas la habitaciones tocas puertas. Mientras yo, cual medusa vibrante, como un salmón que encalla, sobre tu suavidad resbalo y quedo plena. * “Trato de llamar la atención sin ser muy obvia” Yo: Acomodo mi cuerpo frente a ti como un platón lleno de manzanas o como un racimo de uvas. Yo: Dondequiera que esté estoy adentro esperando. Soy la fiera oquedad. Soy el deseo de lo que adentro de mí crece.  * Denise Levertov: “Intromisión” Después de cortarme las manos me crecieron las nuevas y algo que mis manos habían deseado llegó y pidió que lo meciera después de sacarme los ojos se secaron y me brotaron los nuevos y algo que mis ojos habían llorado llegó pidiendo que los suavizara. * Elise Cowen: “Sentada” Sentada contigo en la cocina conversamos de todo y te amo bebiendo té. “Eso” es la palabra perfecta, regia y hermosa. ¡Oh, cuánto deseo, aquí mismo, tu cuerpo, con o sin poemas lengüetados! “Emily…” Emily es la bruja blanca de Amherst. Es la tímida bruja blanca de Amherst que con amor mató a sus maestros. Pero yo prefiero sepultar a mi mente; o mejor, a esa paloma gris. * “Quién me dará…” ¿Quién me dará la nalgada cuando vuelva a nacer? ¿Quién cerrará mis ojos cuando a la hora de mi muerte me vea? * “La dama…” La dama es una cosa sumisa hecha de agua y muerte. La moda la viste con sobriedad y usa su mente para coserle la bastilla.

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